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MI PRIMO LUIS

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Llegó la noche y todos los invitados ya se habían ido a su casa. Sin embargo Paola permaneció un momento más en el comedor, vigilando a la muchacha que retiraba los platos de la cena. Subió a su cuarto y tomó su baño habitual, prolongado y perezoso; pero esta vez le añadió unas cuantas gotas de aceite perfumado al agua caliente de la tina. Esa noche era diferente, ella esperaba tener el valor suficiente para darle una gran sorpresa a su primo Luís, que ese fin de semana, se quedaba a dormir en su casa. Desde hacía mucho tiempo, Paola estaba encaprichada con el hijo mayor de su tía. Cada vez que la visitaba en su casa, lo observaba furtivamente, haciéndose ideas apasionadas sobre sus fuertes brazos, sus cálidos y sensuales labios y el brillo de sus ojos. Su cabello negro y su cuerpo alto y atlético le atraían enormemente; pero Luís no le prestaba ninguna atención a ella, para él nada más era su "primita".Permaneció en el baño durante más tiempo que de costumbre, con una sensación deliciosa y temblando de ansiedad salió del agua, que ya se había enfriado. Se secó con la toalla su cuerpo firme y joven y se observó cuidadosamente en el espejo del baño. El simple hecho de mirarse la excitaba. Su cabello castaño y lustroso, le caía por debajo de los hombros, y le cambiaba a un tono más oscuro y rizado entre sus piernas, mientras pequeñas gotitas de agua se deslizaban por sus caderas y muslos. Hacía dos meses que había cumplido dieciséis años y esa noche había decidido realizar su plan.Pasaron dos horas y Paola seguía esperando en su habitación hasta que estuvo segura que todos se habían dormido.Tomó valor para salir de su habitación y se convenció de que era en ese momento o nunca.De puntillas, se dirigió a la habitación de huéspedes en la que estaba su primo Luís. Puso la oreja en la puerta y al no escuchar nada, giró el pomo y se deslizó lentamente al interior. La luz de la luna iluminaba la cama y Luís estaba dormido, cubierto sólo por una sábana. Paola deseaba abrazarlo y besarlo, y luchaba contra las ganas de regresar a su habitación. Se preguntaba qué haría si se enojaba, o peor aún, si gritaba. Entonces Luís abrió los ojos y sobresaltado le preguntó. ¿Qué haces aquí? Ella respondió con torpeza diciendo que no podía dormir.- Pasa, le dijo. Ella entró y se sentó en el borde de la cama.Comenzaron a hablar de cosas poco sensatas y los dos comenzaron a sonreír; la mano de Paola cayó inocentemente sobre el muslo derecho de Luís y después lentamente, la desplazó hacia arriba, hasta dejarla a pocos centímetros de la entrepierna de su primo; seguían hablando del calor que hacía en el verano, de la luna, las estrellas.... hasta que su delicada mano sujeto lo que parecía una inquieta serpiente que crecía y se hinchaba por segundos. ¡Hey!, exclamó Luís, pero antes de que pudiera lanzar otra exclamación, Paola retiró la sábana y tomó en sus manos aquella serpiente que se había endurecido y empezó a besarle la punta y a lamerla despacio; la serpiente palpitaba cada vez que entraba y salía de la boca de Paola. ¡Dios mío!, es lo único que pudo decir su primo. Ella se acomodó con suavidad sobre Luís, mientras le besaba el pecho y el cuello, hasta que se fusionaron en un prolongado beso en que sus lenguas parecían ser solo una. Paola tomo el cuerpo eréctil y muy despacio, se fue sentando sobre él; entró como un cuchillo en mantequilla ya que estaba demasiada húmeda; sintió una oleada de calor que le recorrió todo su cuerpo cuando tuvo dentro la firmeza de Luís hincada en su interior. Por instinto, los movimientos de Paola se fueron haciendo cada vez más bruscos y rápidos, parecía que estaba montada en un potro salvaje. Sabía que no podía gritar, sin embargo pequeños gemidos de placer, salían continuamente de su joven garganta. Luís oprimía los senos de Paola con fuerza y los acariciaba haciendo movimientos circulares. Después les dio pequeños mordiscos a cada uno de sus pezones. Al fin los dos estallaron en un profundo éxtasis. Permanecieron abrazados hasta que ambos recuperaron la fuerza para incorporarse de nuevo.Paola se retiró a su recámara. Dentro de su habitación sonrió satisfecha pensando que gracias a su valor y astucia había conseguido una experiencia que le gustaría repetir.

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