Video Relato

anuncio

Descubriendo a mi madre

En las noches de verano como esta en la que escribo siempre recuerdo el día que mi madre dejo de ser solo madre y se convirtió en un sueño que aún me cuesta creer.

Yo tenía 18 años, por entonces era más delgadito que ahora, un cuerpo de adolescente en pleno desarrollo, mi madre en cambio tenía el cuerpo más que formado, el de una mujer de 43 años, muy normalita, de metro sesenta aproximadamente y con curvas pero sin estar gorda, tampoco eran curvas sensuales ni mucho menos, eran las redondeles de una madre para mí, no veía nada sexual en ellas ni siquiera podía plantearme los acontecimientos de esa noche.

Como cada fin de semana nos quedábamos solos en casa los dos ya que mi padre pasaba mucho tiempo fuera y mis hermanos estaban de viaje con sus amigos.

Yo salía a dar una vuelta pero llegaba temprano a casa, normalmente aprovechaba para ver alguna película porno en mi habitación ya que esos días estaba solo, pero aquella noche mi madre aún seguía despierta y eso rompía mis planes porque al ir a su cuarto vería luz en el mío y sabría que tenía la tele encendida, con lo cual simplemente me metí en la cama a dormir.

Durante un rato no pare de dar vueltas, esperando a ver si mi madre se acostaba y así podría poner la tele, pero no la oía, así que decidí ir a ver si se había quedado dormida viendo la tele en el salón, si era así podría despertarla para que se fuera a la cama y al fin ver la película.

Me acerqué lentamente a la puerta del salón sin hacer ruido al caminar por si aún estaba despierta, la puerta estaba entre abierta con lo cual pude mirar dentro sin hacer ruido al abrirla. Mi sorpresa al asomarme fue grande, ya que en la tele estaba la porno que yo quería ver, mi madre se habría dormido viendo la película anterior pensé.

Con esta situación me daba cosa despertarla, ya que al hacerlo estaría la porno en la tele, lo único que se me ocurría era cambiar de canal antes de despertarla pero podía despertarse.

Mientras pensaba en que hacer miraba la porno y mi pene empezó a llenarse de sangre creciendo y haciéndose notar en los pantaloncitos que usaba para dormir en verano, esto hizo que mi mano fuera casi por reflejo a mi paquete y empezara a acariciarlo, sin darme cuenta había descubierto la mejor de las soluciones, podía ver la película desde la puerta y si mi madre se despertaba me daba tiempo de irme a la cama sin que ella pudiera darse cuenta.

Me coloqué cómodamente pero sin dejar de estar alerta, mi madre estaba en un sillón de respaldo alto situado de espaldas a mí, con lo cual ninguno podíamos vernos sin movernos antes. La situación era realmente morbosa, el miedo a que me pillaran hacía que me excitara mucho más de lo normal viendo una película porno. Mi polla estaba enorme en mi mano y sin querer se me escapaba algún leve gemido que no podía contener, pero eran inaudibles a tan solo un metro de mí.

Me calentaba por segundos y mordía mis labios para no gritar de placer, la situación se ponía más caliente cuanto más notaba que me acercaba al final, ¿Qué pasaría si mi madre se despertase justo mientras yo explotaba? El miedo a ser pillado me llevaba a arriesgarme más. Me adentré en el salón para ver mejor la televisión, entonces un gemido incontenible se escucho claramente en la habitación, pero el gemido no salió de mi boca, era mi madre la que gemía.

Mi cara palideció ante ese suceso inesperado, me quedé petrificado unos instantes sin saber que hacer, mi pene permanecía erecto en mi mano y sentía los rápidos latidos de mi corazón en él.

Los gemidos de mi madre eran perfectamente audibles y se iban acelerando. Empecé a dar pasos lentamente hacia la puerta, intentando huir de la habitación, pero a pesar de lo nervioso que estaba y que había dejado de prestar atención a la película mi polla seguía firme y dura. Al llegar a la puerta me di cuenta de que estaba muy excitado, más aún que antes, cerré los ojos para pensar y calmarme un poco y entonces fue cuando oí los gemidos de mi madre realmente, resonaron fuerte en mi cabeza y note como su vibración bajaba por mi cuerpo hasta mi pene que se hinchaba como si fuera bombeado por el sonido de su placer.

Abrí los ojos de nuevo y sin pensarlo avance un poco hacia el sillón en el que se encontraba mi madre, quería verla, no sabía el por qué pero el caso es que quería hacerlo.

Al estar bastante cerca pude ver parte de ella, desde mi posición veía la parte de arriba de su cabeza, con lo cual a menos que ella mirara hacia arriba y atrás sería imposible que me viera, esto propició que me acercara un poco más. Así pude ver partes del cuerpo de mi madre ocultas a mis ojos desde mucho tiempo atrás.

Tenía las piernas abiertas y un camisón corto de verano subido a la altura de las caderas. Una de sus manos agarraba su pecho izquierdo por encima de la ropa mientras que la otra acariciaba la intimidad entre sus piernas. Me acerqué algo más para apreciar mejor esto último, vi que sus braguitas estaban un poco apartadas a un lado, eran unas braguitas de esas que usan las madres, nada que ver con los tangas de ahora, mucho mayores, blancas y con encajes, se arrugaban en su ingle mientras sus dedos jugaban con su clítoris.

Ver a mi madre así hizo que no pudiera contener mi mano y comenzara a tocarme al mismo ritmo que ella. No estaba muy seguro de lo que hacía, nunca había visto a mi madre de ese modo, pero ahora la miraba con lujuria como si fuera una película porno de las que tanto me gustaban pero en vivo. No apartaba los ojos de ella y de su coñito mientras me masturbaba.

Pronto las ideas descabelladas cruzaron mi mente, pensé cosas como que ella se diera la vuelta y me pillara, pero que en vez de enfadarse me la chupara, en ese momento recordaba que era mi madre y trataba de no pensarlo y volver a lo mío, pero es que realmente cuando volvía a lo que hacía era lo mismo ya que me tocaba la polla viendo como ella se metía los deditos.

Mi excitación crecía y la de mi madre también al juzgar por sus gemidos, mi mente se nubló más aún y empecé a ver como algo lógico presentarme ante mi madre tal cual estaba, tan lógico lo veía que lo hice.

Al mostrarme ante mi madre con la polla fuera a punto de estallar ella me miró estupefacta, también estaba en su mayor momento de excitación y creo que por eso cuando me acerqué a tocar su chochito no lo impidió.

Empecé a frotar los labios de su coño con mi mano mientras ella me miraba fijamente a los ojos incrédula de lo que estaba pasando. Tomé su mano y la coloqué sobre mi verga, empecé a darle movimiento para que ella siguiera y justo cuando empezó a hacerlo pareció entrar en razón, paro en seco y se puso muy nerviosa.

Se tapo todo lo que pudo y me apartó de ella.

- Esto no esta bien Luis, vete a tu cuarto.

- Pero mama…

-¡¡VETE!!

Salí corriendo del salón hacia mi cuarto, al llegar cerré la puerta y me metí en la cama, me tape con una sabana fina de verano hasta la cabeza, me sentía fatal por lo que había llegado a hacer y aún más por lo que quería hacer.

Recuperé lentamente la calma como tras una pesadilla, ya no estaba excitado, solo me sentía fatal, pero para mi sorpresa todo cambió de nuevo al acercar mi mano a mi cara, pude oler en mis dedos el aroma del sexo de mi madre, y rápidamente mi polla volvió a hincharse, de nuevo vi con otros ojos todo lo ocurrido y comencé a tocarme una vez más mientras olía mi mano y recordaba a mi madre.

Tras unos minutos, en los que apretaba el culo cada dos por tres para no correrme, note que el pomo de mi puerta se movía, me recoloqué como pude pero mi verga quedo fuera de mis pantalones aunque seguía tapada por la sabana.

Mi madre entró en mi cuarto y se sentó a los pies de mi cama.

- Luis… Creo que tenemos que hablar.

- Sí mama.

Mi madre colocó una de sus manos sobre mi pie izquierdo cariñosamente mientras que con un tono calmado pero serio comenzó a hablarme.

- Luis, lo que ha pasado antes está mal, no se como ha sido pero no debe repetirse nada así jamás. ¿Lo entiendes?

- Sí mama.

- Mira yo soy tu madre y esas cosas no se hacen con las madres, tu has llegado al salón y me has encontrado en una forma que no estas acostumbrado pero no por eso dejo de ser tu madre.

Mi madre alargo la mano y encendió la luz pequeña que estaba sobre la mesa junto a mi cama. Al hacerlo pudo verme bien, noto el color en mis mejillas y el bulto en mi sabana, además al verla de nuevo a la luz mi polla quiso hacer acto de presencia dando un respingón y soltando líquido preseminal que empapó la sabana.

Con cara de sorpresa y enfado se me recompuso para seguir con su charla.

- ¡Luis! No me digas que sigues así. ¿Te has estado tocando?

- Bueno…

- ¡No me mientas!

- Sí, pero porque estaba que no me aguantaba ya…

- Y ¿En qué pensabas?

- En chicas

- En chicas… ¿De verdad Luis?

- Que sí, que sí, en chicas nada más.

- ¿No habrás estado pensando en mí verdad?

- No, de verdad que no.

Mi madre puso cara de no creerme pero no quiso seguir con el tema.

- Súbete los pantalones y a dormir ya.

- Sí mama, pero es que así no podré dormir.

- Me da igual Luis, tu hoy no te vas a tocar ahí más aunque tenga que quedarme hasta que te duermas.

- Pero mama…

- Ni pero ni nada, que si te tocas a saber que obscenidades pensarás.

En ese momento salió mi carácter y no pude callarme.

- Pues ¿Qué pasa si pienso en ti? No creo que sea tan malo.

- Pero como se te ocurre decir eso, soy tu madre, ¿En qué pensabas todo el tiempo, y cuando me has tocado en el salón? ¿No te das cuenta que soy tu madre?

- No, no me daba cuenta solo te veía como una mujer, nada más.

- Pero no soy una mujer cualquiera, soy tu madre, hay millones de mujeres en el mundo más guapas y más jóvenes que yo.

- Sí, pero ahora mismo no hay ninguna mujer a la que desee follar más que a ti.

Dicho esto se hizo el silencio, mi madre se quedó sin palabras y simplemente se levantó y salió de mi cuarto.

Yo me quedé algo extrañado con como se había ido, la verdad que aunque intenté masturbarme no pude porque me sentía culpable al creer que había hecho daño a mi madre con mis palabras.

Decidí ir a su cuarto a disculparme y retirar todo lo que había dicho, así que salí de mi habitación hacia la suya. Al acercarme a su puerto pude volver a oír esos gemidos que me acompañaron poco antes en el salón, me asome un poco y vi de nuevo a mi madre masturbándose bajo las sabanas. Entre sus gemidos escuchaba algo entre cortado y, tal vez fuera por mi propia fantasía, juraría que escuché como decía mi nombre entre gemido y gemido.

Entré en su cuarto firmemente, ella me miró sorprendida, me acerqué a su cama y levanté la sabana, pude ver que se encontraba completamente desnuda con una mano en su coño. Entré en su cama colocándome directamente entre sus piernas.

-¿Qué haces Luis?

- Quiero entrar en ti, y tu también lo quieres, dime si no que no te gusta tenerme entre tus piernas.

- Luis, no por favor, esto no… no… ahh

Poco a poco fui metiendo mi polla dentro del agujero que años antes me vio nacer, mi verga volvía al lugar al que pertenecía.

Comencé a moverme dentro de ella, mi madre no tardo en agarrarme fuerte de los brazos y los glúteos clavando sus uñas en mí.

Nos mirábamos fijamente mientras la penetraba una y otra vez, apoye mi peso en una sola mano para poder acariciar su cuerpo con la otra, recorriendo con ella sus piernas mientras se enroscaban en mi cintura, subiendo hasta sus pechos y encontrando allí unos pezones enormes y salientes fruto de la lactancia de tres hijos.

Entonces empecé a besarla y ella me respondió apasionadamente, nuestros gemidos se hundían en la boca del otro mientras ella apretaba su cuerpo al mío con las piernas.

- Mama, no aguanto más, estoy apunto…

- Un poquito más hijo, solo un poco.

- No puedo mama tengo que sacarla o me correré dentro.

- Correte mi amor no pasa nada, correte pero no la saques.

Comencé a correrme dentro de ella, sentía mi leche salir a propulsión y bañarla por dentro, mi polla se mantenía erecta moviéndose más rápido lubricada por mi semen.

Seguí envistiendo a mi madre durante un buen rato hasta que al fin se corrió con mi polla y mi leche dentro.

-Quédate un poco dentro Luis, no salgas todavía.

Yo obedecí a mi madre y no saqué mi polla de ella hasta que me lo indicó. Cuando al fin la saqué mi esperma chorreó por sus labios, ella rápidamente fue al baño y se limpió bien.

A su regreso se echó a mi lado y sin decir nada me abrazó, tras unos minutos quiso romper la magia.

-Luis esto nunca debería haber pasado, pero bueno ha pasado y ya está. Pero ahora vete a dormir a tu habitación y lo olvidaremos, nunca más haremos esto ¿Vale?

Yo me fui a mi cuarto sin decir nada, me eché en la cama y me dormí enseguida sin imaginar los que acontecería los días siguientes.

Un dia sorprendente con mi tía

Esta historia es completamente real y aunque ya han pasado cuatro años desde que me ocurrió, espero relatar las cosas tal y como sucedieron.

Todo pasó en un pueblecito de Palencia en verano, yo estaba de vacaciones y me fui a pasar unos días a casa de mis tíos, ya que mi primo tiene mi edad y me lo pasaba muy bien siempre que iba para allí. Yo tenia 18 años, el pelo corto castaño, ojos marrones, 75 kg, estaba algo gordito, y media 1.65, pero estaba muy moreno; además mi pene aun era joven y contaba con 15 cm en erección.

Mi tía, es una mujer de 44 años, de mi misma estatura, morena, muy morena, con una 95 de pecho y unos pezones q me vuelven loco, es delgadita, aunque ya tiene un poco de barriguita y unas arrugas debido a su edad, aunque eso me pone aun mas...

Pues cuando todo paso fue un día que estábamos los dos solos en casa, mi tío estaba trabajando, y mi primo se había ido a entrenar al fútbol y a mi no me apetecía salir por la tarde. Así que después de comer me eche en la cama para tomarme una siesta y descansar, cuando desperté, pasaría solo algo mas de media hora, estaba con mi polla empalmada y me puse a hacerme una paja. Estube un rato, haciéndomela, y ya estaba a punto de correrme cuando mi tía abrió la puerta y me pillo con los pantalones bajados y mi polla en la mano.

Nos quedamos unos segundos paralizados, pero entonces yo cogí los pantalones rápido y me los subí como pude.

Ella me empezó a hablar:

Tranquilo, no pasa nada, eso que haces es normal. Todos los chicos de tu edad lo hacen.

Yo estaba muy cortado y además seguro que estaba rojo como un tomate y tenia la cabeza agachada.

Y si lo que te preocupa es que se lo diga a alguien, no te preocupes, que no se lo voy a contar a nadie ¿vale?

Yo asentí con la cabeza y se me pasó un poco la vergüenza, pero ya se me había pasado la erección.

Entonces mi tía me dijo que siguiera si quería, que a ella no le iba a importar.

Es que ahora ya no me apetece.

¿Por qué no te apetece cielo?

Entonces yo me tumbe para que viera que no estaba empalmado.

¡Ah! Es por eso, no te preocupes.

Entonces se quito la camiseta y me dejo sus tetas a la vista, me encantaron mucho y aun me gustan.

¿Nunca habías visto unas?

Yo le negué con la cabeza y entonces me dijo que podía seguir pajeándome. Yo aun estaba un poco cortado, y ella lo notó, así que me tumbo en la cama y metió su mano por debajo del pantalón, en un segundo mi polla se puso dura de nuevo.

Parece que le gusta que tu tía te la toque...

Si, me gusta mucho, me gusta..

Empezó a acariciarme la polla por todo el tronco y a masajearme los huevos, estubo así cinco minutos, luego me empezó a sobar el capullo con dos dedos q previamente se había mojado y empezó a pajearme muy despacio pero apretando con la fuerza justa.

¿Te gusta cielo?

Si tía, me encanta..

Estubo así un rato, pero yo aguantaba todo lo que podía, no quería correrme, intenté que durara todo el máximo posible.

-Vaya, vaya, parece que no quieres acabar en mi mano ¿eh pillín?

Yo no sabia que era lo que quería decir con eso. Pero entonces ella me guiño un ojo y sonrió y acto seguido bajo su cabeza asta mi polla y me la empezó a mamar. Se puso de rodillas y yo sentado en la cama. Paso primero toda su lengua por mi polla y mientras lo hacía también , me escupía para lubricarla, estubo así un rato, luego me empezó a dar una mamada durante diez minutos. Cuando ya noto que me iba a correr, se sentó a mi lado y me la cogió con la mano mojada de su saliva y me la empezó a menear. Cuando me corrí, lance mi leche contra la puerta de la habitación, mi tía sonrió y lo limpio con su camiseta.

Descansa cielo, que estos días habrá muchos como este.

Me guiño un ojo y se fue a duchar, yo aun no me lo creía, mi tía me había pillado masturbándome y acabó chupándomela.

Los siguientes días fueron con mamadas y pajas constantes cada vez que nos quedamos solos, hasta el último día, el cual decidió darme un regalito y me folló.

Pero eso ya lo contaré otro día

Espero que les haya gustado

Secretaria de día, puta de noche

Mi "nueva doble vida" comenzó hace ya un par de años; era el cumpleaños de Rodrigo, un chico de mi oficina que me atraía demasiado: aquel día le harían su fiesta de cumpleaños en su casa y me decidí a llamar su atención a como diera lugar. Es así que me decidí a presentarme en la fiesta como nunca ante él –ni a nadie-, me habían visto jamás; tras pasarme casi toda la tarde en la peluquería, ya en mi dormitorio comencé a calzarme mi (valgan verdades), espectacular atuendo: un vestido de noche de una pieza azul eléctrico, unas panties negras y zapatos de tacón alto que hacían juego con el vestido. Casi me desmayo de la sorpresa al verme, vestida así, reflejada en el espejo: soy (bueno, era) del tipo de chicas que nadie nota siquiera; yo soy algo bajita, mi cabello es lacio, con un corte que no he cambiado desde el colegio, uso gafas de medida, no me maquillo y con mi uniforme de secretaria, parezco más un ratoncito de biblioteca,... ¡pero con ese vestido y maquillada estaba yo espectacular!; mi larga cabellera negra se lucía ahora ondulada y brillante, cayendo como el de una estrella de cine sobre mi espalda, ahora desnuda, dado el modelo del vestido. Los tacos de mi calzado me conferían la estatura que nunca tuve, a la vez que daban una curva excitante a mis flacas piernas enfundadas por las medias (¡y flacas ya no se veían!); aquel vestido me comprimía el cuerpo creando formas que no sabía que mi cuerpo tuviese: mi cintura se veía como de colegiala, al mismo tiempo que mis pechos apuntaban hacia delante viéndose inmensos, mientras que la faldita de vuelos apenas ocultaba mi culito, ahora paradito y provocador (¡agradecí en ese momento a mi amiga Rita, por convencerme de comprar ese juego de ropa interior tan atrevido!)

En resumen: me había transformado por completo; solo de mi antigua yo, quedaban mis lentes: lamentablemente no me había animado aún a usar los de contacto. Les mentiría si les dijese que me sentía, vestida así, capaz de lograr atraer a Rodrigo, ¡estaba aterrada y temblaba como gelatina!, pero ya no había vuelta atrás: tomé mi cartera y salí de mi cuarto, resuelta a ir a la fiesta.

Aquella noche mi abuelita estaba en la sala de mi departamento, tejiendo: había venido de visita a la ciudad para ver al médico y solo se quedaría esa noche. Apenas me vió salir vestida así, tiró su tejido y, poniéndose de pie bufando, me retó agriamente, sacando a relucir la mentalidad chapada a la antigua, propia de toda mi familia, y de mí, en el pasado:

- ….¡Ni creas que vas a salir a la calle vestida así!!! –me reclamó mientras blandía frente a mí su mano temblorosa-, ¡PARECES UNA GOLFA, UNA CALLEJERA!!!,…

- Regreso tarde –le dije escuetamente, sin más-, no me esperes despierta.

¡Yo echa un manojo de nervios no necesitaba tal "aliento"!, y por primera vez en mi vida, le daba la espalda a mi abuelita y sus consejos, bajando apresurada las escaleras de mi departamento.

-…¡TE VES COMO UNA PUTA Y COMO UNA PUTA LOS HOMBRES TE VAN A TRATAR!!,… -, le escuché gritarme, antes de cerrar yo la puerta.

Ya en la calle, mi caminar por en medio de la gente no me tranquilizó: más bien, aumentó mi turbación. Podía sentir yo las miradas lascivas de los hombres, posadas pesadamente en mis piernas, trasero, senos,… en todo mi cuerpo. Un horroroso y desconocido cosquilleo me recorría por completo. Acalorada, agitadísima, apenas recuperé la compostura cuando me senté en el asiento trasero del taxi que tomé, para ir a casa de Rodrigo. Jamás me había atrevido a tanto: todo el cuerpo lo sentía caliente,… sobre todo, mi entrepierna.

Cuando llegué a la reunión, todas las miradas se clavaron en mi persona: me tardó un buen rato diferenciar entre los elogios sinceros y los hipócritas, soltados los últimos por algunas compañeras mías (era una experiencia nueva para mí: ser envidiada); cuando finalmente sentí que había hecho yo un cambio tan radical (y no se me había caído el mundo encima) y el cual comenzaba ya a satisfacerme, vino el golpazo: frente a mí, estaba Rodrigo, ¡besándose Nicolle, la puta secretaria del gerente y también la puta de toda la oficina!!!!,… sentí como si me partiesen por la mitad con un machete, al ver, con esa escena, todos mis anhelos destruidos.

El resto de la noche me la pasé siendo consolada por mis buenas amigas (las únicas), Rita y Camucha,… y bebiendo como una completa descosida:

- …No tomes así, Vivianita,… -me decía Rita, mientras yo me atragantaba con alcohol-, no vale la pena,…

No le respondí nada ni tampoco le hice caso; para mí -decepcionada como estaba-, sí valía la pena: me sentía una perfecta estúpida al vestirme así por él, y que todos se dieran cuenta de mi loco enamoramiento no correspondido; solamente deseaba yo no recordar más nada y que aquella maldita noche terminase de una buena vez. No recuerdo mucho de ese lapso de la velada; solo sé que fueron horas en las que bebí lo suficiente como para poner casi no recordar nada. Mis amigas estaban alarmadas y no me despegaban el ojo un instante, temerosas de que hiciera yo una estupidez,… pero en algún momento evadí su control: tomé mi cartera y, apenas manteniéndome en pie, salí de la fiesta, rumbo de vuelta a casa.

Mientras caminaba torpemente por las calles desiertas de madrugada, solo rondaba por mi cabeza lo imbécil que había sido yo al hacer todo eso de transformarme, en Rodrigo y la puta esa besándose y en un extraño deseo que crecía a cada segundo dentro de mi: deseaba sentirme vejada, usada, degradada… por quien sea y en ese preciso momento; creo que pensaba yo que debía ser castigada de algún modo, por tratar de ser quien no era. En eso yo pensaba mientras me paré en una esquina solitaria, apenas sosteniéndome y esperando un taxi para irme rumbo a cualquier parte. Estaba tan borracha que alzaba la mano a los pocos autos particulares que pasaban, pensando que eran taxis,… y nada, no aparecía ninguno por ahí.

No sé cuanto rato estuve ahí parada a medias, con mi vestidito corto y aquellos tacos enormes que tenía yo puesta,… ¡me imagino lo perra que me veía y todavía ebria a más no poder! La cabeza me daba vueltas cuando, un auto que estaba detenido a media cuadra de distancia y con los faros apagados, me iluminó de pronto y comenzó a avanzar lentamente hacia donde yo estaba: ¡por fin!, era un taxi.

El taxista era un hombre robusto, moreno, de manos cuadradas y enormes, con una lasciva sonrisa permanente: al menos es lo poco que recuerdo de él: es que apenas le ví el rostro, mientras me sostenía como podía de un poste, y trataba de echar a un lado mi cabellera ondulada -ahora despeinada por completo-, con movimientos torpes de cabeza.

- Sube -, fue lo único que me dijo.

Ebria como estaba y sin pensar en nada abrí la puerta del asiento de junto a él y sin más me senté casi desfallecida, mientras él me llevaba por las calles desiertas de la ciudad. De rato en rato yo abría mis ojos cansados, para descubrir que no íbamos rumbo a mi casa (de hecho, nunca le dije adónde ir); el taxista, silencioso, se internaba en calles aún más desiertas y oscuras, y de alejados barrios que yo no conocía. Finalmente se detuvo en un callejón sin salida, y apagó el motor y las luces. Estaba tan borracha que ni siquiera me alarmé,… hasta que sentí su manazo acariciándome con fuerza las piernas.

- Que buena estás, putita,… -, me decía con voz ronca, mientras introducía sus dedazos sin permiso entre mis piernas.

¡Casi pegué un brinco hasta el techo al sentir que su mano se posesionaba de mi entrepierna como una garra!; de pronto, toda la borrachera se me quitó de golpe: él tipo ese no paraba de reír ante mi desazón y mis inútiles esfuerzos por sacar sus manos de encima mío:

- …¡Noooo!,.. –exclamé con miedo contenido, tratando de sacármelo de encima, pues ya me tenía acorralada contra la puerta-, ¡saque su mano de ahiiií!,…

- ¡Jejejeje!,… - replicó, mientras sus manos me recorrían toda-, ¿quieres jugar, no putita?,… ¡me encanta que las zorras jueguen a hacerse las difíciles!,…

Estaba yo metida en una situación para la cual no estaba preparada, ¡aquel inmenso hombre me tenía acorralada contra la puerta cerrada!, ¡como si tuviese ocho manos, no paraba de manosearme salvajemente, como si fuese una cualquiera!,… mis chillidos no lo detenían: lo animaba a ir más allá,… mientras yo trataba infructuosamente de apartarlo de mí, con mis fuerzas ya completamente disminuidas, producto de la borrachera que llevaba encima.

Mientras más trataba yo infructuosamente de impedirle que me sobase toda, a cada instante que pasaba, me veía yo completamente confundida: pasaba de luchar por no ser violada, y a la vez, a jadear con fuerza, sintiendo sus manos aprisionando mis piernas, mi culo, mis tetas,… cada instante que pasaba, sentía la turbación que en mi mente provocaba, el insano placer que sentía crecer a cada momento, sin poderlo evitar, mientras sus manos se metían en todos mis recovecos. ¡Pegué un chillido, acompañado con una risita nerviosa, al sentir sus dedos introduciéndose en mi conchita!, ¡no entendía por qué, apenas sentí el dedo intruso, abriéndose paso por entre mis labios vaginales, me mojé sin remedio!,…

Completamente aterrada, traté de salirme del auto por la ventana semi-abierta, junto a mi asiento: no pude llegar muy lejos, ¡que quedé paralizada, al sentir que el bruto ese me bajó de pronto el vestido y mi sostén juntos, hasta la cintura, haciendo saltar mis pechos al frío de la noche, erectándose mis pezones sin remedio!,… estaba a punto de soltar un grito de socorro, cuando me sentí estremecerme por completo, ¡en un instante, en tres tirones, destrozó mis panties de un zarpazo, dejando mis nalgas expuestas, para a continuación zafar mi calzoncito a un lado, teniendo así a su disposición mi rajita!,… ¡el grito en mi boca se ahogó de pronto, al sentir su lengua gruesa, introducirse dentro mío, lamiéndome a la vez mi coño y mi ano!!!,…

- ….¡Auxili,….ahhhh!!!,…. Ah-ahhhhh!!!!!,… -, fue apenas lo que salió de mi garganta.

Apretando con mis manos el borde del cristal de la puerta, sentí con horror que mi cabeza se embotaba de golpe, por efecto de una extraña sensación: era como una marea de calor intenso, que me incendiaba por dentro; comenzaba en mi entrepierna, recorriéndome todo el cuerpo, haciéndome sentir que mi cabeza estaba a punto de estallar; era muy extraña, en parte miedo, en parte un placer exquisito,…

- ….¡Que rico coño tienes, putita!,… -me dijo el taxista, mientras en una pausa metía sus dedos húmedos de mis jugos en mi ano-,… te mojas como si gozaras puteando,… mmm!,….

Mis nalgas separadas por sus manos temblaban sin control al mismo tiempo que mi raja comenzaba a soltar sus jugos, mezclados con la saliva de ese desconocido que casi metía toda su cara en mi expuesta intimidad. Esta yo prendida casi con las uñas de la ventana del auto: si lo deseaba podía gritar, hacer un escándalo, patearlo, escurrirme hacia fuera del taxi,… pero no lo hice. No podía explicármelo: era como si, cual fuese un potente imán, todo mi cuerpo estuviese pegado –por mi cola-, a la boca de mi violador,… mmmm,… ¡yo meneaba la cabeza de un lado a otro, con mis ojos cerrados, tratando de negarme a sentir placeeeer!!

- ….¡Mmmmmm!!!,… ¡AAAhhhhh!!!,… - gemía yo, casi ciega, por efecto de mis lentes empañados por mis propios resoplidos-,… ¡nooooo: déjemeeee!!!,…

El muy miserable se reía divertido, mientras que con contínuos jalones a mi vestido lo convirtió casi en un cinturón de tela, dejando por completo expuestas mis tetas al frío de la noche y mi culo y mi sexo a disposición de su lengua lasciva,… casi estaba ya deseando que continuase lamiéndome cual perra en celo horas de horas, cuando un golpe duro en mi cola me aterró, ¡la cabeza gruesa y caliente de su verga pugnaba por entrar en mi concha!; entonces comencé a llorar como una criatura, rogándole que no lo haga, mientras que el taxista presionaba su verga contra mi agujero, haciéndome doler: traté de pujar e impedirlo, pero fue inútil:

- …¡MMmmggghhh,….Auuuuhhhhg!!!,..

Abrí mis ojos como nunca lo hice, enormes, mientras sentía ese tremendo pedazo de carne introduciéndoseme, dilatándome por completo; ¡me dilató tanto que parecía que me rasgaría por dentro!!; casi al instante, comenzó a bombearme con fuerza: jadeaba como un animal, mientras me la enterraba con salvaje desespero, haciéndome sentir su brutal aparato por dentro, machacándome las entrañas. Mi terror inicial dio paso a una indescriptible oleada de placer, que casi me arrancaba un orgasmo con cada embestida de esa verga animal.

- …¡Aaaahh!!,… ¡Aaahhh!,… ¡AAAHHH!!!,… -, gemía yo, casi gritando, mientras mis tetas se bamboleaba con cada embestida animal.

- …¡Mue!,… ¡ve!,… ¡teee!,… ¡putaa!!!,… -, me ordenaba él mientras no cesaba de bombearme.

La cabeza me daba vueltas mientras sentía sus huevos, inmensos y cargados, golpeándome las nalgas hasta casi hacerme doler, cuando alcé la vista: frente a donde estábamos estacionados, se veía en la oscuridad de la noche, una ventana iluminada, en el segundo piso de una casa; al poco rato vi que alguien se acercaba a la ventana, seguramente por el ruido que nosotros, mi violador y yo, hacíamos: era un muchachito; no parecía tener más de 17 años. El chico se quedó petrificado frente al cristal, y no era para menos: se veía por la expresión de su cara, que tenía un panorama casi completo de mi rostro, mis tetas desnudas y bamboleantes, fuera del vehículo, y por el parabrisas, de mi culo y del desconocido ese que, cual perro, estaba montado encima mío, clavándomela. Empecé entonces a sentirme sucia, vulgar al extremo, al ver los ojos del chiquillo clavados en mí,… pero me fascinaba esa nueva sensación, la cual creció tremendamente, al ver yo que ese chiquillo se abría el pantalón, y sin más sacó su verga, y comenzó a masturbarse rabiosamente, mirándome fijamente.

Entonces,… algo comenzó a crecer súbitamente dentro de mí: no podía explicármelo,… sintiendo que todo mi cuerpo se zarandeaba con fuerza a cada brutal embestida del pene del taxista hundiéndoseme, comprimiéndome contra la puerta del taxi, y mientras me aferraba yo casi con las uñas a la ventanilla abierta, mientras veía yo cómo el jovencito ese, desde su habitación, estaba masturbándose con furia, atento a cada brinco que daban mis tetas desnudas, frente a él,… en ese preciso instante,… simplemente ocurrió: pude oír los gemidos salvajes de una hembra, de una golfa asquerosa que disfrutaba, que gozaba, siendo cogida con brutalidad por un macho ansioso de partirla en dos si fuese posible: aquellos gemidos, casi gritos de placer de hembra,… que eran como si fuesen de la puta más grande del mundo,… eran míos; ¡SIIIÍ, ERAN MÍOS!; ¡sin poderme controlar estaba chillando de gozo, de completo placer de ser violada y a la vez de tener el polvo de mi vida, siiií!!!!,…. ¡nada en el mundo me importaba más que esa jugosa e inmensa verga que me azotaba las entrañaaaaas!!!,… cuando sentí en menos de un segundo que las manazas de mi delicioso violador se crispaban sobre mis caderas, casi haciéndome gritar de dolor,… me sentí violentamente sacudida hacia adelante: ¡con una furia inaudita, un chorro ardiente de semen explotó dentro de mi vagina, casi reventándola!,…

Una vez que terminó el macho ese de inundarme las entrañas con su leche, caí desfallecida sobre mi asiento: él, feliz mientras tanto, encendía un cigarrillo, sin siquiera guardarse la verga dentro de los pantalones. Yo mientras tanto, respiraba agitadamente, buscando a tientas en la oscuridad mis lentes, mientras que con la otra mano trataba de contener la marea de semen que salía abundantemente por mi raja irritada; pude dedicar un instante para echar una mirada al jovencito de la ventana, quien se introducía, apagando las luces, sonriéndose.

- Eres buena puta, chiquita… -me dijo mientras me tendía su mano, alcanzándome unos billetes viejos y arrugados-, te buscaré pronto, ¿adónde te llevo?,..

Mientras él encendía el motor, me metí mi paga en mi cartera (como toda una profesional), mientras me esforzaba con dificultad, para subirme el vestido, mis panties desgarradas, así como tratando de colocar en su lugar mi calzoncito, estirado irremediablemente por su salvaje líbido. A medias compuesta, le dije adónde llevarme; no le dije mi dirección verdadera: hice que me dejara a unas 5 cuadras de mi departamento. Caminé con mucha dificultad hasta mi casa; las piernas me temblaban sin control y me era casi imposible dar un paso derecho. La abuela estaba profundamente dormida, así que no vió mi estado: despeinada, con el rimel corrido, el vestido completamente manchado de semen, sin brassiere, con las panties completamente rotas y con un zapato sin un taco. Dormí como piedra esa noche. El dinero que me dio el taxista que me inició en la prostitución jamás lo gasté, aún lo conservo: gustosa le hubiese pagado yo.

Pasaron unas semanas; obviamente no le conté a nadie de mi aventura,… pero no paraba de pensar constantemente en que si había gozado como nunca en mi vida, estando completamente ebria, ¡qué hubiese sido si hubiera estado yo sobria!,… mi mente solo pensaba en sexo mañana, tarde y noche. Casi sin darme cuenta, comencé a mirar los clasificados para adultos del periódico; me masturbaba sin parar, avergonzada de mí misma, mientras leía las frases que utilizaban para "pescar" clientes: "…señorita de clase A-1. Haré realidad todas tus fantasías",… mmmm,…. "complaciente y deseosa de hacer realidad tus fantasías",… siiií, que rico; "deseo que goces con este lindo cuerpito",…¡ahhh: me corro, me corroooo!!,…

No pasó casi nada para que comenzara yo a visitar las tiendas de lencería, buscando las prendas más diminutas, las más escandalosas: hilos dentales, calzoncitos con cierre al frente, encajes transparentes en forma de mariposa,… mmmm!,…. me había decidido: llevaría una doble vida a partir de ese momento y quería estar preparada para los machos aún desconocidos, para los cuales quería estar yo hecha toda una putarrona, para complacer sus ansias y las mías,… ya moría ser cogida otra vez como una perra…

la primera ves de Carolina

Un día Gaby me dijo

-Te la tienes que coger- me dijo

¿Porque le pregunte?

Es que le quiere dar las nalgas a un maestro y no se vale, mejor contigo que deje de ser virgen. Y se decidió que en mi casa tomaríamos unas cervezas acompañadas de tequila, para vencer la voluntad de Carolina. Ella participaba en todo, le gustaba ser penetrada por el culo, pero quería seguir virgen.

Así las cosas, un día que fuimos a mi casa, como era costumbre, para variar la situación empezamos a jugar "botella" ya sabes se da vuelta y quien pierde, da una prenda, o se tomaba un vaso de cerveza. El propósito era medio emborrachar a Ley para poder "estrenar" su cosita. La ropa empezó a sobrar, Carolina dejo fuera su camisa, Gabi su pantalón de deporte, mi camisa fue la siguiente,
Carolina perdió su sostén, lo que aproveche para besar y acariciar tus tetas redondas,
sus pezones, rosados y redondos, crecieron con mis besos, como fresitas maduras.
Les invite una cerveza, por mi parte tequila fue mi bebida

A la tercera cerveza Carolina ya estaba casi lista, solo tenia su calzoncito puesto, infantil blanco con corazoncitos rosados, Gaby y yo ya desnudos. La llevamos al dormitorio, Gaby se encargo de quitarle esa infantil prenda, también le abrió las piernas.
Deseaba estar en primer a fila y ver como desvirgaba a su amiguita.
Coloque mi verga en su entradita, roce con la cabeza del pene su rajita y lentamente la empecé a penetrar.

-Ya métesela- dijo Gaby.

-¿Qué pasa? –dijo Ley

Nada, le contestamos los dos.

Ensalívame la verga- le pedí a Gaby- para que resbale mejor.

Como siempre me dio una esplendida mamada y beso mis testículos.

Frote la cabeza de mi pene en su entrada y procedí a penetrar en ese estuche que nadie había profanado, ella se movió, así que Gaby me apresuro.

-Ya cógetela- me ordenó.

Con suaves movimientos estaba abriendo su vagina, poco a poco entraba, hasta que sentí resistencia, así que con fuerza deje caer mi peso en Carolina
-No, déjame- protesto levemente pero ya la tenia ensartada, estaba rompiendo su himen, me estaba gustando disfrutar de ese estrecho canal, donde nadie había entrado. Con mis movimientos, trataba de meter más y más mi verga, sus piernas se abrían.

Carolina repito la frase- déjame, por favor-

Tranquila, solo disfruta de la cogida, respondió Gaby.

Levante sus piernas y deje que mis bolas llegaran a sus nalgas redondas, me seguía moviendo tratando de penetrarla mas a fondo, en cada embestida le abría mas sus piernas.

Por su parte Gabi se coloco encima del rostro de Carolina, quería que le succionara su vulva, cuando la sintió, lo empezó a hacer. Mientras yo la seguía bombeando. Después de un rato de estar entrando y saliendo.

Carolina pido mi semen dijo:

- Cabron, ya dame tu leche-

Gaby movió la cabeza afirmativamente.

Empuje con más intensidad mi verga en esa cosita y descargue toda mi leche. Cuando termine le dije:

-Gracias, no todos los días se puede coger a una "virgencita"

Saque mi verga mojada, de sus jugos, residuos de sangre y semen. Cuando vio esa situación gaby dijo que Carolina debería limpiarme. Me agrado la idea así que me coloque cerca de su boca. Carolina cerró los ojos y procedió a mamar.

-Toda, límpiala toda- ordeno gaby, así que ele empuje a sus garganta mi pene.

-ya dijo- Gaby- ahora me toca a mí.

Es resto es fácil de adivinar, después de un tiempo, también la llene de leche. Gaby media sus dedos en su vagina y chupaba mi leche.

-Déjame chuparte- así que obedientemente le ofreció mi verga y la succiono, extrayendo las últimas gotas de mi caliente lechita.

Las lleve en mi auto cerca de su casa, como eran vecina, se fueron juntas.

Después Gaby me comento, es que no queria que le pasara lo mismo que a La gatita, que se la cogieron cinco maestros y Carolina, como te dije queria cambiar su cuerpo por calificación

El vicio de mi padre

Desde hace muchos años, sabia que mi papa tenia el vicio de jugar barajas, pero no sabia que tanto era la magnitud de las cosas, por que empezó a meter en problemas a toda la familia, y por consecuencia a mi me toco, todo sucedió un día, en que el me hablo a mi teléfono y me pidió que lo ayudara que lo iban a matar sino pagaba unas deudas de juego, y que lo tenían ya en una casa y no lo iban a soltar hasta que les pagáramos.

Pues resulta que junte lo mas que pude de dinero, y fui a la casa donde me indico mi papa acompañada de mi mama, al llegar a ella me di cuenta que era una residencia de lujo custodiada por varios guardias armados y perros, cercos eléctricos y todas las medidas de seguridad, parecían de esas casas de narcotraficantes que salen en las películas, entramos las dos de la mano a la casa, un hombre mayor me iba acompañando, me llevo hasta una sala muy amplia donde ahí estaba mi papa sentado, y un hombre enfrente de el custodiado por otros dos tipos, y con dos perros doberman a sus pies; le dije que soltaran a mi papa que traíamos el dinero, ellos lo tomaron y empezaron a contarlo al terminar nos dijeron que no era suficiente, que faltaba mas, yo les explique que era todo lo que pudimos juntar, entonces el que era el jefe nos dijo, paréense enfrente de mi, y así lo hicimos mi mama y yo, nos dijo que mi papa tenia unas deudas de juego muy fuertes que debía pagar de una manera u otra, entonces nos dijo que si estábamos dispuestas a obedecerle por todo lo que restaba de la tarde dijimos que si, el dijo que lo que sucedía que el era muy depravado, y que quería hacer ciertas cosas que siempre le excitaron.

Nos indico que nos desnudáramos, y así lo hicimos, le dijo a mi mama que se sentara en un sillón abierta de piernas, me indico que me hincara y que le hiciera el sexo oral a mi mama, por mi parte me acerque a mi mama, con mis manitas abrí sus labios vaginales dejando al descubierto su clítoris, y acerque mi boca, era una sensación rara pero en instantes mi mama se encontraba lubricada, lo estaba disfrutando, el jefe por decirle así, se acerco y nos vio, nos dijo que siempre quería presenciar un incesto y que estaba muy bien, después de un rato mi mama tuvo un orgasmo, el ordeno que cambiáramos de posición yo sentada y mi mama entre mis piernas, ella delicadamente separo mis labios vaginales y me metió su lengua sentí como un toque eléctrico en todo mi cuerpo y lo empecé a disfrutar, de vez en cuando el jefe se acercaba y le decía a mi mama que lo viera a los ojos mientras me lamía a mi, después de tan placentero sexo oral, tuve un orgasmo fantástico, y nos ordeno que nos besáramos en la boca, el jefe volteo y vio a mi papa que se encontraba expectante, entonces me dijo ve con el sacale el pene y chupaselo hasta que salga la ultima gota de semen y se sentó junto con mi mama en el sillón, yo fui con el le desabroche el pantalón baje la cremallera y metí mi mano en los calzoncillos de mi papa, y saque su pene, que por cierto era enorme, lo empecé a lamer por todo el tallo y le pase lengua a sus testículos entonces abrí mi boquita y de un solo bocado me lo metí hasta el fondo de mi garganta, mientras el jefe le decía a mi mama, que viera a su hija comiendo el pene que era suyo, me ordeno que escupiera el pene, que me metiera ambos testículos en mi boca, que le pasara lengua por el ano a mi papa, yo solo obedecí, y de repente mi papa empezó a eyacular en mi boca y en mi cara, escurriendo semen por toda mi cara, fue impresionante ver y sentir cuanto semen le salía a mi papa, entonces el jefe me dijo ven aquí junto a tu mama, y le ordeno a mi mama que con la lengua me limpiara todo el semen de la cara y después que lo compartiéramos en un formidable beso, lo hicimos mi mama con su lengua recogió todo el semen de mi cara sin dejar nada y después nos dimos un tremendo beso con un sabor a semen de mi padre.

El jefe regreso a su sillón, y se sentó le ordeno a mi papa que se desnudara, el lo hizo, y entonces el jefe le dijo que era su turno se saco un magnifico pene grandísimo, mas que el de mi papa, y mas grande que cualquiera que yo hubiera visto era magnifico, entonces le dijo a mi papa que se acercara de un empujón lo puso en el piso entre sus piernas y lo tomo del cabello con ambas manos y dirigió la cara de mi papa a su pene, el se resistió pero fue inútil, mi mama y yo sentadas desnudas y mi papa a punto de comerse un pene enorme no lo podíamos creer, pero así fue mi papa se doblego y se fue introduciendo centímetro a centímetro ese pene en su boca, para después empezarlo a chupar como un loco, parecía que le estaba gustando a mi papa hacer eso, de vez en cuando el jefe sacaba su pene de la boca de papa, y lo hacia que le lamiera los testículos y los mas sorprendente es que hizo que mi papa le lamiera el ano y que le metiera la lengua dentro del ano del jefe, después de largo rato el jefe tomo a mi papa por las orejas y le metió el pene hasta lo mas profundo de la garganta de mi papa, al separarse mi papa después de estar así por unos segundos, salio de la boca de mi papa un poco de semen, casi se había comido todo.

El jefe dijo descansemos un rato creo que nos lo merecemos, nos dieron batas, y nos llevaron a un comedor, había mucha comida riquísima, mucho vino, y todo estaba delicioso, el jefe siempre con sus guaruras que no decían ni hacían nada, y que estuvieron como si nada viendo lo que hace unos instantes había sucedido.

EL VICIO DE MI PADRE II.

Después de unas copas de vino como que estábamos mas relajados, y de nuevo se nos ordeno que regresáramos a la sala, ahí ya se encontraba el jefe con su dos guaruras y sus dos perros; nos ordeno que nos quitáramos toda la ropa, así lo hicimos, le pidió a mi papa que se acostara en la mesa de centro, y ya estando ahí me pidió que me sentara en su boca para que el me lamiera, así lo hice, pensé que por la posición quería que hiciera un 69 con mi papa, pero no fue así, le ordeno a mi mama que se sentara en el pene de mi papa, le entro toda, nos ordeno que nos besáramos mi mama y yo, y que jugáramos con nuestros senos, fue riquísimo mi papa con su lengua me llegaba a todas partes, me lamió el ano riquísimo, me abrió los labios vaginales tremendamente que hizo que diera un gran orgasmo como nunca, y mi mama lo estaba disfrutando también, que igual tuvo un orgasmo y mi papa eyaculo dentro de la vagina de mi mama.

Después de eso, nos ordeno ponernos en el sofá pero con el trasero arriba, o sea, con nuestras manos en el respaldo y dejando nuestro trasero libre en cuatro, los tres lo hicimos, de izquierda a derecha estaba mi mama, después mi papa y al ultimo yo, el jefe ordeno a sus ayudantes que se desnudaran tenían unos penes magníficos, también el se desnudo, entonces se pusieron los tres atrás de nosotros, y el que estaba atrás de mi papa se le acerco con el pene erecto, lo iba a penetrar, entonces, mi papa no quería lo sujetaron entre el otro tipo y el jefe, y el tío que estaba atrás de el dio blanco exacto en el ano de mi papa, empezó a meterla toda hasta el fondo, yo vi claramente como se dilataba el ano de mi papa para recibir ese tremendo trozo de carne viva, después de un rato entro todo y se quedo quieto, para después tomar de la cintura a mi papa y empezar a metérsela y sacársela; después siguió mi mama, ella decía que no que era virgen del ano, pero en vano fueron sus suplicas, la penetro salvajemente hasta el fondo dando un grito de dolor tremendo, después el jefe se puso detrás de mi, el fue considerado conmigo, me decía que mi ano era chiquito y rosadito me metió primero un dedo, y vio que estaba muy estrecho, me dijo que su pene era muy grande para mi ano, yo le dije que si, entonces saco de un cajón un lubricante y me lo unto en el ano, y me metió primeramente un dedo luego dos cuando vio que mi esfínter estaba dilatada, se paro detrás de mi sentí la cabeza de su pene y empujo poco a poco me fue entrando, mis senos se pusieron durísimos, y me dolía mucho, trataba de respirar profundamente pero no podía, era demasiado grande, después de unos momentos, la tenia toda entera enterrada en mis intestinos, me tomo por la cintura y empezó a metérmelo y a sacármelo, a los tres incluyendo a mi papa, estábamos siendo penetrados por el ano, después de un rato el que estaba con mi mama eyaculo, después el de mi papa, y por ultimo me toco sentir el semen calientito dentro de mis intestinos, no lo puedo negar fue muy rico; a mi papa le escurría unos hilos de semen y sangre de su ano, pero déjenme decirles que varias veces vi que el era el que se movía, lo estaría disfrutando.

Después nos tiramos todos al piso, y el jefe nos ordeno que montáramos a sus ayudantes, mi mama y yo, lo hicimos, y después de un rato el jefe se puso detrás de mi mama, y la penetro, le estaban haciendo una doble penetración, en estos momentos mi mama ya no resistió empezó a pedir que le dieran mas y dura, o sea, le estaba gustando, después el jefe le ordeno a mi papa que hiciera lo mismo conmigo, entonces el se negó a cogerme por el ano, pero el jefe insistió y no le quedo mas que obedecer, fui doblemente penetrada, era riquísimo, el jefe nos pidió que nos portáramos como todas una putas, yo empecé diciendo a mi papa: "papito, soy tu hija me estas cogiendo por el ano, dame mas y no pares", por su parte mi mama, decía que le gustaban las vergas que sentía rico tener varias para ella, que le dieran mas duro, en fin un montón de cosas mas, entonces ordeno el jefe que todos debían de eyacular con la que estuvieran, nosotras dos nos hincamos chupando dos penes cada una, hasta que empezaron a eyacular, déjenme decirles que nunca había comido tanto semen como este día, y ya que terminaron, nos pidió a mi mama y a mi que nos besáramos y nos limpiáramos mutuamente con nuestras lenguas todo el semen; la verdad si quedamos sin rastro alguno de semen.

Yo creí que todo había terminado, por que ya empezaba a oscurecer, dije que por fin, pero no era así, entonces el jefe dijo faltan dos, y yo me pregunte cuales dos, entonces voltee y vi a los dos perros, mi mama y yo nos quedamos frías, teníamos que coger con los perros, el jefe ordeno que se les pusieran calcetas a ambos perros, entonces mi mama dijo que no lo hacia que era demasiado, el jefe la abofeteo, y le dijo que tenia que hacer lo que el mandaba, ya preparados los perros nos los acercaron, y se les ordeno que se echaran, nosotras nos sentamos en el piso junto de ellos, y empecé a masturbarlo, poco a poco asomaba su cabeza roja del pene, entonces al voltear a ver a mi mama, ella ya tenia el pene del perro ya en la boca, y tenia un tamaño grande e iba creciendo, cuando nuevamente vi el pene del perro con el cual estaba también había tomado buen tamaño, me humedecí los labios y me metí el pene del perro en la boca, salían muchos líquidos la verdad nada desagradables, siguió creciendo y creciendo ya no me cabía todo en la boca, de repente sentí movimientos junto de mi era mi mama, que el perro se la estaba montando rapidísimamente, yo quise ver lo que sucedía así que solo me dedique a jugar el pene del perro con mi mano, y la mano de mi mama dirigió el pene del perro a la entrada de su vagina, y por fin entro, pasaron solo unos instantes, y de la funda del pene del perro salio una bola, que poco a poco se iba acercando a la vagina de mi mama sucedió que el perro metió la bola mi mama grito, se quedaron pegados, el perro posteriormente giro y así quedaron; lo que vi me excito tanto que quería sentir el pene del perro dentro de mi, me puse en cuatro patas me abrí de piernas y dirigí el hocico del perro hacia atrás, pero en lugar de montarme se dedico a lamerme desde mi clítoris hasta mi ano, era una lengua dura pero riquísima, tuve un orgasmo y el perro lamió todos mis líquidos, cuando me estaba recuperando, lo sentí que se abalanzaba sobre de mi, y no podía penetrarme, tome su pene con mi mano y lo dirigí, puse mis dos dedos en forma de v en la entrada de mi vagina, y no deje que me entrara el bulbo, pero como cada embestida del perro me encontraba mas excitada, termine por quitar la mano de ahí y me entro el bulbo, me dolió pero un dolor rico, y después quedamos pegados se giro y así estuvimos, el jefe le dijo a mi papa, ve que clase de perras tienes, entonces después de cómo unos quince minutos, el perro que estaba con mi mama se empezó a moverse y se separo grandes chorros de liquido salieron de la vagina de mi madre, por mi parte me sentí totalmente dilatada por dentro también estaba llena de líquidos del perro, entonces sentí que empezó a moverse y se separo también de mis entrañas salieron largos chorros de liquido de dentro de mi.

Nos llevaron al baño a las dos, y el jefe, sus dos guardaespaldas y finalmente mi papa, nos orinaron a las dos, nos hicieron beber orines, y nos bañaron con ellos; después nos dejaron y nos aseamos y cuando salimos, el jefe nos dijo a los tres que la deuda había sido pagada y que podíamos irnos, respiramos profundamente y salimos rápidamente de esa casa.

Viéndolo bien ahora, no estuvo tan mal, de vez en cuando mi papa, mi mama y yo hacemos tríos, y alguna que otra cosilla, pero esa es otra historia.

La cuñada inconsciente

Soy un vil oportunista. Jamás pensé que podría aprovecharme de una joven de la manera en que lo hice con mi cuñada. Pero es precisamente lo que aconteció hace dos semanas cuando Doris apareció semi-inconsciente en la puerta de mi apartamento a las 3 a.m.

Mi cuñada Doris es estudiante de derecho en la UCV. Tiene 21 años, cabello largo y su piel es color café con leche. No tiene nada especial, excepto por su espectacular rabo, que se parece al de la actriz Jennifer López. Ojala todo el resto de ella se pareciera a Jay-lo, pero no, sólo sus nalgas. En fin, ese traserito me ha vuelto loco desde la primera vez que la conocí hace casi once años, cuando de niña me la presento Isabel, mi esposa, que espero nunca vaya a leer este relato (¡porque si se entera me mata!)

Hace dos semanas Doris salio de casa de su madre a celebrar con unos amigos el fin del semestre. Era una reunión típica de universitarios, pero aparentemente, durante algún descuido, alguien le echo algo de "burundanga" a su trago. La "burundanga" es una droga que se ha hecho muy popular hoy en día entre los secuestradores y violadores, cuyo efecto es muy parecido al del pentotal sódico, también conocido como el "suero de la verdad". Los criminales aplican esta droga a sus victimas, que pierden su fuerza de voluntad y la conciencia sobre sus actos. Es así como los llevan a los cajeros automáticos donde les vacían las cuentas de banco, les roban en su casa, y como a algunos desafortunados incluso los obligan a hacer actos sexuales innombrables de los que rara vez se acuerdan las victimas. Esto aplica tanto a hombres como a mujeres, y en este caso, le tocó a Doris.

Es así como ese domingo de madrugada, sonó el timbre. La vecina de al lado, que salía para el aeropuerto a esa hora, descubrió a Doris sentada frente a la puerta de mi casa, y tocó el timbre para alertarnos. A primera vista Doris parecía estar totalmente ebria, pero cuando desperté a Isabel para que me ayudara a meter a Doris en la casa, me di cuenta que estaba en condiciones deplorables, y su condición era más grave de lo que parecía.

La hermanita de mis esposa tenía el maquillaje corrido, las medias rasgadas y un tacón roto. Hedía a alcohol y basura, y alguna sustancia, blanquecina y lechosa en su estado original, se había secado en su pelo y en su barbilla. Cuando la sentamos en el sofá, Doris hablaba débilmente y decía sólo incoherencias, si acaso atinaba a mantenerse despierta. En un esfuerzo para averiguar lo que aconteció, mi esposa le preparó un café negro bien cargado. Hizo efecto por algunos minutos, y pudimos descubrir que le habían puesto algo en el trago, pero no se acordaba de nada mas. Entonces Doris se vomitó sobre sí misma el café, el licor, medio pollo a la canasta y un surtido de otras delicias que no pude identificar.

Mi esposa se puso a llorar. Llevo a Doris al baño y le dijo "Tranquila, báñate que nosotros te vamos a cuidar, y te quedas aquí." A los pocos minutos sentí como Doris activaba la ducha, y unos segundos después escuchamos un "catapún" que provenía del baño. Isabel la llamó varias veces, y como Doris no respondía, nos preocupamos y optamos por abrir la puerta. Ahí encontramos a Doris desnuda, tirada en la ducha, ahora si totalmente inconsciente. Mi esposa se metió en la ducha, en pijama y pantuflas, para tratar de levantarla, pero no tenía fuerza suficiente, así que me dirigió una mirada que decía "¡Muévete de allí y ayúdame imbécil!". Entonces me metí a la ducha yo también y levanté a Doris por detrás sosteniéndola por los brazos. Su culito perfecto rozaba suavemente mi verga mientras que mi esposa le enjabonaba y restregaba todo su cuerpo. Isabel estaba muy enojada y muy asustada.

Mi esposa seco con un paño a Doris y luego le colocamos su bata preferida de dormir, la que es cinco tallas demasiado grande, cien por ciento algodón, y con ovejitas rosadas. Llevamos a Doris para el dormitorio, la colocamos en la cama y tratamos de despertarla pero ya estaba en otro planeta. Entonces le sugerí a mi esposa "Mejor vas a buscar a tu mamá para que nos ayude a cuidarla". (Su madre es enfermera y sabe algo de estas cosas.) Isabel se vistió rápidamente, tomó las llaves del coche y salió. Pobre Isabel… esa fue una mala decisión… porque dejó al buitre cuidando la carne.

Cuando vi por la ventana que mi esposa se alejaba en el coche, comencé a quitarme la ropa mojada. Al desnudarme me di cuenta que todavía mantenía la erección que empezó en la ducha. Voltee y miré a Doris, inconsciente en la cama. Me acerqué a ella y le di algunas cachetadas y pellizcos para tratar de despertarla… Nada… estaba "knock out".

¿Ya entienden por que soy un vil oportunista? Acto seguido voltee a Doris boca abajo y la hale por las piernas hasta el borde de la cama. La bata de ovejitas rosadas se le subió hasta los brazos automáticamente por la fricción de las sabanas. Doris seguía "knock out". Dejé sus piernas colgando del borde de la cama y coloqué un par de almohadas debajo de su abdomen para levantar su culito. Me quedé observando su perfección por un minuto, y separe los cachetes de las nalgas para verle el chiquito. ¡Ahh la tierra prometida! Me acerqué a la mesita de noche para tomar el lubricante que Isabel y yo usamos para nuestras relaciones "normales" y casualmente encontré también mi cámara digital, lista y cargada como siempre, para mi suerte. Coloqué la cámara sobre su trípode en el suelo detrás de Doris, apuntando directamente al blanco, y activé la filmadora. Luego rocié bastante lubricante en su culo y sobre mi verga, todavía erecta y potente.

En la media hora que siguió, di rienda suelta a todo mi instinto animal sobre el culo de Doris. Atención, yo no tengo un pene gigantesco ni nada por el estilo. Es un pene de tamaño normal. Lo que si fue extraordinario fue la violencia y la profundidad con la cual penetre el ano de mi cuñada. Casi una década viéndola y fantaseando, y ahora la tenia a mi merced, para satisfacer todos mis deseos.

Todavía tenía bastante tiempo, así que primero la penetré suavemente. Gracias al lubricante mi pene entro suavemente y me detuve a sentir la suavidad y calidez de ese culito. Estaba bastante apretado. Doris ni cuenta se dio. Luego comencé a moverlo con más fuerza, sacándolo casi todo y metiéndolo hasta la empuñadura. Los movimientos fueron in crescendo hasta que, al cabo de dos minutos, estaba metiéndole la verga con todas mis fuerzas hasta el fondo, y a alta velocidad además. Con ese ritmo, y con un culo tan sabroso, no dure más de 5 minutos.

Saqué mi verga y eyaculé medio litro de leche sobre las nalgas de Doris. (No le acabé adentro porque no quería dejar evidencias.) Pero yo quería más… así que inmediatamente le volví a introducir mi huevo en su culo, pero esta vez le fui taladrando lentamente. Unos veinte minutos de bombeo intenso después llego mi segundo clímax. Entonces retiré el pene de su ano y me quedé observándolo mientras eyaculaba. Su culito había quedado un poco prolapsado y al triple de su apertura original. El chiquito estaba rojito, y se tardó casi un minuto en cerrarse completamente. A todas estas Doris no sintió nada ni se movió.

Apagué la cámara y limpié toda la leche derramada sobre las nalgas de Doris. Tuve que usar dos toallas. Le di un besito sobre su cachete izquierdo y después coloqué a Doris exactamente en su posición original. A los pocos minutos después que terminé de vestirme, cuando llegaron mi esposa y mi suegra, yo las estaba esperando en la puerta del apartamento, con tremenda cara de preocupación, y lo primero que les dije fue "Está durmiendo, pero parece que está mas tranquila."

Doris despertó a las dos de la tarde del día siguiente con un gigantesco dolor de cabeza. No recordaba nada de lo acontecido la noche anterior… y yo soy un vil oportunista.

Confesión

Confieso, padre que he pecado.

¿Qué ha pasado hija? – contestó el padre con voz paternal.

He contestado mal a mi madre y robe un dinero que ella necesitaba.

¡Mmm! Has actuado mal hija... creo que mereces una penitencia.

¡Sí, padre! He actuado mal... dígame cual es la penitencia.

Reza diez Padres Nuestros y diez Ave Maria...

La pequeña se puso de pie y se encaminó hasta el altar en donde comenzó a rezar, el Padre salió del confesionario y se sentó a observar a la pequeña que estaba de espaldas a él e hincada sobre un cojinete, traía puesta una falda de color azul oscuro que le llegaba hasta las rodillas, sus muslos desnudos de blanca piel se apreciaban, traía calcetas blancas y zapatos negros, una blusa blanca; al parecer acababa de salir del colegio y había pasado a confesarse antes de llegar a su casa. Su cabello oscuro caía hasta llegar al inicio de sus caderas, la niña tenía la cabeza agachada y continuaba con su penitencia.

El Padre Gabino la continuaba observando sin hacer ruido, la niña continuó en lo suyo y al terminar se puso de pie, se persignó ante el altar y dio la vuelta, su cara era muy hermosa, ojos oscuros grandes, labios abultados y una bella nariz respingada, su fleco recortado le daba el aire de la niña que era. Su cuerpo era un poco llenito, no era gorda, solo bien proporcionada, bajo la camisa blanca se percibía su sostén de color blanco bajo el cual se apreciaban unos senos pequeños pero al parecer erguidos. La niña se encaminó por el pasillo hacía la salida e hizo una reverencia al sacerdote que la estaba observando, Mina pasó delante del clérigo y avanzó apenas unos pasos cuando escuchó.

Ya no te portes mal con tu madre hija...

No padre... dijo la niña.

Mina salió de la iglesia y se dirigió hasta su hogar, se sentía más reconfortada y se portó muy bien. Todas las noches la niña se hincaba ante su cama y rezaba antes de dormir.

Justo un mes después, Mina salió de la escuela y se encaminó hasta la plaza donde estaba la iglesia del pueblo, la pequeña entró en el vació recinto y camino hasta los confesionarios, entro en el pequeño habitáculo de madera y dijo:

Yo confieso...

No obtuvo respuesta y entonces salió y espero unos instantes sentada en una de las bancas de la galería. Estaba a punto de retirarse cuando escucho el eco de unos pasos que se acercaban desde atrás del altar. Por un lado salió el padre y vio a la pequeña que se encontraba sentada, ella lo siguió con la mirada mientras se le acercaba; el Padre Gabino era un hombre alto un poco gordito, de cara agradable con cabello aún oscuro y músculos fuertes, tendría unos cuarenta y tantos años y desde que ella recordaba siempre lo había visto en esa iglesia.

¡hola Mina! ¿Qué te trae por aquí?

¡Quiero confesarme padre!

¿Te has portado mal de nuevo?

Si. – contestó tímidamente la pequeña.

Bien, entra. – le dijo el sacerdote estirando su mano hacia el confesionario.

Observó a la pequeña sentarse en el confesionario y luego él entró y se sentó, una tela de color oscuro separaba al sacerdote del pecador, el cubículo en el que se encontraba el padre estaba protegido con un toldo y una cortina corrediza que lo volvía completamente oscuro por lo que nadie veía desde fuera al clérigo pero el si podía ver al pecador desde detrás de la tela porosa de color negro que los separaba. Aun sin mediar palabra vio el padre que la blusa de la chiquilla se desacomodaba por la posición en la que se encontraba y alcanzó a apreciar un poco de sus sostén, la falda también se levantaba y dejaba ver un poco de sus piernas, casi la mitad.

Yo confieso – comenzó la pequeña – que he pecado...

¿Qué ha pasado esta vez? – le pregunto el sacerdote.

He vuelto a robarle dinero a mi mamá. – contestó la pequeña un poco tímida.

Muy mal hija... has reincidido en el mismo mal...

Si padre... que debo de hacer...

¿Para que necesitas tu ese dinero pequeña?

Lo uso para comprarme ropa o zapatos... usted sabe...

Muy mal hija... creo que tu castigo esta vez será más severo...

¿Que tengo que hacer padre?

Mira... has incidido en el pecado y eso es muy malo... acompáñame.

El Padre abandonó el confesionario y la niña un poco desconcertada lo siguió, el sacerdote se internó por un costado del altar hacia la parte trasera de la iglesia, la niña lo seguía sin decir palabra, pasaron por un angosto pasillo y luego llegaron a lo que al parecer era la oficina, el padre continuó su camino sin detenerse e ingresó en un puerta que estaba a un lado de dicha oficina, en ella habitares puertas, una por la que habían entrado y otras dos, Mina supuso que una las dos puertas llevaba a uno de los patios laterales de la iglesia y que era la entrada a la oficina sin pasar por el altar. Cuando mina entró en la habitación a donde había entrado el padre Gabino supo que era la casa sacerdotal en la parte trasera de la iglesia.

Toma asiento hija. – le dijo el Padre.

La niña se sentó en un cómodo sofá y el sacerdote se sentó frente a ella, entonces comenzó a platicar con ella.

Hija, no debes de robar a tu madre... hay cosas que se pueden conseguir sin necesidad de robar.

Si padre, lo que pasa es que....

No te preocupes hija, vamos a encontrar la forma... ¿ya veras?

Lo sé padre, solo es que no pude evitarlo.

El sacerdote se levantó y cruzó la sala para sentarse al lado de la pequeña, se acomodó justo al lado de ella y posó una de sus manos sobre la blanca rodilla de la niña, ella al instante y por instinto cerró un poco la delicada abertura de sus rodillas y se puso un poco nerviosa, el padre continuó.

Bien hija, como te decía... robar es malo y deja pocas satisfacciones... ¿comprendes?

Un poco Padre... – dijo con voz titubeante.

Bien... veras... yo necesito de alguien que venga a trabajar aquí, de forma discreta ¿sabes?... alguien que se encargue de algunos trabajos. – le dijo moviendo su mano por la parte interna de su pierna y subiendo hacia su muslo.

¿Y yo que haría? – dijo la niña viendo como su falda se iba levantando mientras la mano del padre la acariciaba.

Yo te iría enseñando... – detuvo su mano y solo movió los dedos sobre la tibia carne – seria algo fácil y te va a gustar ¿ya veras?

No sé... – dijo Mina dudando.

No hay más que hablar pequeña, es la forma de limpiar tus pecados... te espero mañana a las cuatro de la tarde...

La voz del cura era concluyente, Mina estaba muy nerviosa mientras sentía la mano del sacerdote acariciando su muslo, no pudo reaccionar, se quedó inmóvil y solo asintió con la cabeza, el padre la miraba directamente a los ojos y ella bajó la vista y se topó con la mano que la acariciaba, sentía miedo pero a la vez algo raro que la hacía disfrutar; el padre retiro su mano del bello muslo dejando a la vista la desnuda piel y la falda un poco levantada. Mina se levantó y acomodo su falda.

¿Y?... – preguntó el párroco.

¡Sí!... – dijo la niña con voz casi inaudible – mañana...

Mina salió de la iglesia sintiendo que las piernas le temblaban y que avispas revoloteaban en su estomago, era una sensación que hasta ahora nunca había experimentado; caminó despacio hasta su casa y después se adentro en su habitación pensando en la platica que había tenido con el sacerdote. Luego de casi una hora su madre la llamó para comer y la niña salió y se sentó en el lugar de costumbre, estaban ya a la mesa su hermano y su madre, su papá seguramente se encontraba en el trabajo. Durante ese día todo transcurrió normalmente y al siguiente como de costumbre la niña se levantó temprano para acudir a la escuela.

Eran las tres de la tarde cuando Mina salió del colegio, se encaminó con varias de sus amigas e iban platicando de sus novios, todas las chiquillas reían mientras caminaban, una a una las niñas se fueron desviando cuando llegaban a las calles que las llevaban a sus casas, solo quedaban Mina y Ana cuando pasaban justo frente a la iglesia del pueblo, Mina le dijo a su amiga que iba a pasar a confesarse y se despidió de ella, eran apenas cuarto para las cuatro. Mina se encaminó hasta el interior de la iglesia y se despojó de su mochila, como siempre la dejó detrás de la puerta principal de la iglesia, oculta donde nadie entraba. La pequeña se encaminó hasta el altar a donde vio que el Padre estaba preparando algunas cosas para la misa de la tarde.

El padre escucho los pasos de la pequeña y volteó, la saludo desde el altar y se encaminó para encontrarse con la pequeña.

Que bueno que ya llegaste...

Si... ¿que hay a hacer? – dijo y sintió que las mismas ansias de ayer regresaban.

Ven... hay que apurarnos...

El sacerdote tomó por la mano a la niña y ambos pasaron por detrás del altar hacia la casa sacerdotal, al entrar el padre cerró la puerta detrás de él, le pidió a la pequeña que se sentara mientras que el se iba a un lado de ella. Se sentó justo donde se había sentado ayer y nuevamente la mano del sacerdote se posó sobre su rodilla, esta vez no había palabras de por medio, la mano subió hasta el mismo lugar de su muslo pero ahora no se detuvo, siguió avanzando hasta rozar la entrepierna de Mina. La niña respiraba con suma dificultad y sentía que el corazón le latía apresuradamente. La mano del cura se movía ahora sobre sus bragas y ella volteó a ver que su falda ya se encontraba subida hasta la parte alta de sus muslos. Sus bragas blancas se mostraban.

El cura tomo con la otra mano su cara y la hizo voltear hacia arriba quedando ambos cara a cara, el Padre se acercó a la niña y deposito sus labios sobre los de ella, no sabía que hacer. Sintió que la lengua del Padre se introducía en su boca y comenzaba a moverse, luego el hombre se separó unos segundos y le dijo que moviera su lengua también. Mina obedeció y comenzó a juguetear con la lengua del sacerdote. Sus besos se comenzaron a hacer más profundos conforme ella iba asimilando la idea.

¿Te gustó? – pregunto el padre.

La niña solo movió la cabeza afirmativamente. No había más que esperar, el padre la volvió a besar y esta vez su mano comenzó a desabotonar su blusa, lentamente la tela fue abriéndose y su blanco sostén quedó al descubierto. Ya no pensaba ahora la niña solo se dejaba llevar por las caricias que le hacía el sacerdote, el último botón de la blusa fue desabrochado y el padre sacó la camisa de entre la falda y su piel, a los pocos segundos la camisa cayó al suelo. La blanca piel de la niña quedaba al descubierto y solo mostraba en la parte alta su sostén blanco, la mano del cura palpó cada uno de sus senos con suavidad, ella soltó un gemido al sentir que la mano la acariciaba. Un remolino de sensaciones la invadió.

Mina sintió como el cura se inclinaba detrás de ella y comenzaba a zafar su brasier, al poco rato los senos blancos y pequeños de la niña se mostraban orgullosos en toda su lozanía, el padre se agachó y lamió el pezón que en poco tiempo se comenzó a poner duro. Su color crema apenas se diferenciaba del de su blanca piel, su pecho subía y bajaba prontamente por la respiración agitada de ella, las manos del cura ahora hincado delante de ella y chupándole las tetas se aferraron a la parte trasera de su falda buscando el botón para desabrocharla. Las diestras manos del cura lograron su objetivo y lentamente fue haciendo descender la prenda por los muslos de la niña, se veía deliciosa, el cura se separó de su presa por unos instantes y se puso de pie. Se quitó la sotana y quedo solo en camiseta y pantalón, bajó el cierre de su pantalón y busco dentro, al poco tiempo salió a la luz una gruesa y dura verga que se bamboleaba delante de la carita de mina que no le quitaba la vista de encima, nunca se había imaginado eso.

Mira pequeña.... es lo que vas a probar... es mi baculo

Esta muy grande... – dijo la niña temblorosa.

Quiero que te acerques y abras tu boquita...

Mina sintió un poco de miedo pero obedeció al sacerdote y esté le acercó su garrote erecto, la niña no le quitaba la vista y fue observando como la rojiza cabeza se acercaba lentamente hasta su boca, intentó cerrarla pues sintió miedo pero el cura le volvió a recordar que la abriera. Sintió como la caliente carne se posaba entre sus labios y se iba introduciendo lentamente en su boca. El Padre le iba dando instrucciones mientras sus manos sujetaban la oscura melena lacia de la niña y seguía empujando su tranca.

Mina sintió un par de arcadas cuando la gruesa cabeza le llegó hasta la garganta, se había tragado casi la verga por completo, el cura la retuvo y le comenzó a guía en los siguientes movimientos. La cabeza de mina se retiro un poco logrando sacar el caliente trozo de carne un poco pero luego volvió a introducírselo, lo estaba haciendo justo como el padre le decía. El sabor agridulce del pene en su boca no le desagradaba por completo pero tampoco le agradó mucho, solo siguió las instrucciones del cura a sabiendas de que iba a obtener el perdón por robar a su madre. Las entradas y salidas del duro instrumento se prolongaros por unos diez minutos y después la pequeña comenzó a sentir que un liquido viscoso y caliente le inundaba la boca. Trató de tragar lo más que pudo y un intenso sabor le invadió el gusto, era algo raro, algo que nunca había probado.

Largos gemidos de placer escapaban de la garganta del padre mientras que su cabeza estaba echada para atrás y movía sus caderas a buen ritmo haciendo que su nabo entrara y saliera con velocidad de la cálida boquita de Mina. La caliente leche del cura se desparramaba por la comisura de los labios de la pequeña y algunas gotas caían sobre sus piernitas blancas. El padre Gabino hizo los últimos movimientos de bombeo dentro de la boca de la pequeña que ya había tragado buena parte del esperma. El cura sacó su verga de la boquita, ya estaba flácida y vio a la niña con su carita perpleja por lo que acababa de ocurrir.

¿Te gustó? – le dijo mirándola a los ojos.

No sé... nunc....

No te preocupes ya iras aprendiendo, yo te voy a enseñar. – le dijo acariciando su carita. – ahora es tu turno... te va a gustar.

El sacerdote recostó a la chiquilla contra el respaldo del mullido sillón y nuevamente se volvió a hincar frente a ella, esta vez le bajó las bragas, la niña quedo desnuda en su totalidad, las manos de él se pasearon por toda la longitud de sus piernas hasta llegar a su panochita, la acaricio delicadamente pasando sus dedos por los redondeados contornos de los labios al juntarse, la rayita de la niña estaba muy cerradita pero lentamente se fue abriendo a cada caricia que el cura le daba ahí. Después Gabino acerco su cara a la entrepierna de la niña y pudo percibir ese picante aroma del que tantas otras veces había disfrutado. Rico aroma a nena... virgen y ardiente, pensó. Pasó su lengua a lo largo de la abierta rajadita y la niña respingó un poco al sentir la humedad que la recorría; cerró sus ojitos y se dedico a encontrarle alguna explicación a lo que estaba sucediendo. No fue mucho tiempo lo que pensó pues en pocos minutos la chiquilla comenzó a experimentar una sensación tan agradable como nunca antes había sentido.

¡Ahhh! – fue lo que escapó de su garganta.

El sacerdote se dio cuenta de que iba por buen camino y arremetió al mismo lugar por donde instantes antes había pasado su lengua, otro gemido de la niña, el cura siguió moviendo su lengua con rapidez a lo largo de la rayita y esta vez después del gemido la tensión en las piernitas de la chiquilla le indicó que ella estaba teniendo su primer orgasmo.

¡Ohhh! Si... que me hace padre... padre...

Las palabras escapaban de los labios de la pequeña sin que ella se diera cuenta, sus sentidos estaban nublados y un intenso calor la recorría desde la base de su vagina hasta la nuca. Sintió que sus caderas se movían a ritmo con la lengua del cura que la estaba llevando a conocer la mismísima Gloria. Sus manos se apoderaron del cabello del cura y trató de hundirlo más en su concha, la sensación se estaba prolongando por lo que parecía toda una eternidad pero ella no quería que esto terminara.

Sentía su vagina completamente encharcada y también sentía como la lengua del Padre Gabino se paseaba una y otra vez recogiendo lo más que podía de esos líquidos, una punzada en su ano le indicó que algo la había penetrado, era un dolor leve que tampoco había experimentado antes, unos segundos después supo lo que era, un dedo del cura estaba entrando y saliendo de su culo a velocidad moderada. La sensación del placer se convino con el dolor haciéndolo casi imperceptible y se dejó llevar por la sensación.

Poco a poco la calma fue llegando al cuerpo de la niña, el padre ya se había separado de su cuerpo y la observaba parado frente a ella con la verga de fuera y colgando de sus pantalones, la veía con amor y ella le devolvió una mirada de agradecimiento por el agradable placer que le había proporcionado. Él sonrió levemente.

Veo que te ha gustado hija... que bueno, no esperaba menos – la niña solo lo veía también con una tímida sonrisa dibujada en sus carnosos labios. – Ven ponte de pie.

La pequeña obedeció y se paró frente al cura, este la atrajo hasta sí y la beso en la boca, su lengua volvió a recorrer su boca y ella esta vez respondió. Las manos del sacerdote se pasearon por la delicada espalda de la niña y bajaron hasta llegar a sus nalgas, palpó los cachetes y paseó uno de sus dedos por el canal que los separa hasta el ano. Luego sacó de sus bolsillos un billete y lo depositó sobre las prendas de la niña.

Como este vas a tener más si sigues viniendo... eres divina... ¿Cuántos años tienes Mina?

¡Dieciocho! – contestó la pequeña.

¡Que rica estas! Ahora te voy a ayudar a vestirte y te espero aquí el lunes... ¿estas de acuerdo?

Si...

El padre se agachó y tomó el sostén de la niña, acarició sus senos y luego se lo colocó, ella abrocho el sostén, luego las bragas, la niña levantó primero un pie y luego el otro, el padre subió la prenda hasta tapar su lampiña vagina. Continuó vistiéndola hasta terminar la labor, luego la volvió a acercar a él y se volvieron a besar con intensidad mientras que las manos del padre se paseaban por sus carnes pero ahora solo por encima de la ropa.

Otra cosa hija...

¿Dígame?

Esto no se lo debes de contar a nadie... ni a tu madre, ni a tu mejor amiga... ¿De acuerdo?

Si Padre...

Esa tarde la niña regresó a su casa con muchas cosas agolpadas en la mente, nunca había imaginado sentir cosas como las que el sacerdote le había echo, en parte le gusto pero aun tenía miedo.

El lunes puntual la niña llegó ha la iglesia, eran las tres cincuenta y cinco, se adentro por el salón y no vio al cura, se encamino hasta la parte trasera del altar llamando al padre con voz queda. El padre salió desde uno de los pasillos laterales y se alegró de ver a la niña que venía por más, traía puesto su uniforme escolar, al verla sintió que la sangre se le agolpaba en la entrepierna. Inmediatamente la hizo pasar al interior de la casa y volvió a cerrar la puerta; esta vez no se quedaron en la sala sino que la hizo pasar hasta su dormitorio, al entrar se colocó detrás de ella y comenzó a amasarle las tetas por sobre la camisa escolar blanca mientras le besaba el cuello.

¡Que rica estas Mina! Me encantas.

La niña sintió que la verga del Padre se restregaba entre los cachetes de su nalgas, nuevamente comenzó a sentir que se ponía nerviosa. Las manos del cura eran hábiles y ya estaban desabrochando los botones de su camisa. La camisa de la niña voló por el aire y fue a caer en una silla, el padre la hizo volverse y ambos quedaron frente a frente, se besaron como antes el padre le había enseñado. Sus lenguas se enroscaban la una con la otra, las manos del cura le recorrían las nalgas por sobre la tela de la falta, luego buscó el botón de la misma y la hizo caer al suelo cuando lo soltó. Las bragas blancas de la niña eran de algodón y el Padre paseó sus manos por toda la prenda disfrutando del calor del joven cuerpo de Mina.

El padre se sacó el habito y lo aventó hasta la silla donde había caído la camisa de la niña, luego se desabrochó el pantalón y lo dejó caer al igual que la falda, se bajó los calzoncillos y su erecta verga quedo al aire, bamboleándose como si fuera un resorte el que la movía. El sacerdote tomó la mano de la pequeña y la puso sobre el caliente tronco de su ariete le pidió que se la moviera de adelante para atrás mientras continuaban besándose, la niña apenas y abarcaba la gruesa barra de carne con su manita. Luego de unos minutos el cura se separó de la niña para terminar de desnudarla y la hizo recostarse en su cama, el se acomodó entre las piernas de ella y abajo y sin mayor aviso le comenzó a comer la concha. La chiquilla se retorcía sobre el lecho disfrutando de la formidable mamada que le diera el padre, pronto alcanzó el tan anhelado orgasmo que nuevamente la hizo gemir y perderse en el placer que días antes hubiera experimentado por vez primera.

Después de descansar solo un par de minutos el Padre la levantó y le dijo que ahora era el turno de él, la niña comprendió de lo que se trataba, el cura se recostó dejando su verga recostada también sobre su estomago, casi le llegaba al ombligo. Nerviosa la niña tomó con su manita la gruesa daga y la paró, luego acercó su carita y lentamente la fue haciendo entrar en su boca, comenzó a bombear cuando la mitad de la verga ya se había perdido en la humedad de su boquita, esta vez lo hizo con menos asco que la anterior y hasta comenzó a encontrarle un sabor más agradable al tronco cabezón que estaba chupando. Sabía que en cuestión de minutos la verga le daría su leche y se estaba preparando pero esta vez no fue así; el padre la detuvo después de unos minutos y esta vez le preguntó:

¿Ya has tenido la regla?

No... – comento la pequeña un poco sacada de sitio.

Esta vez el padre la volvió a recostar de espaldas y el se acomodó entre sus piernas pero esta vez apuntando su morada cabeza contra los abultados labios vaginales de la niña.

Esta vez vas a gozar más hija... pero ya sabes que todo goce tiene un sacrificio.

La niña no comprendió muy bien las palabras del padre pero pronto lo haría. El grueso nabo del cura empujó contra los carnosos labios vaginales y lentamente estos se lo fueron tragando, la niña experimentó una extraña sensación al sentir que la barra de carne avanzaba en sus entrañas. El padre se detuvo cuando sintió el himen de la pequeña detener su avance, ahora la chiquilla ya tenía cara de extrañeza y un poco de dolor. Sin mediar palabra con la niña el sacerdote le dejó ir de un solo golpe medio nabo. La niña grito fuertemente y comenzó a llorar al sentir el fuerte arponaos que la acababan de dar en su entrepierna, era un intenso dolor agudo que le recorrió toda la espina, quería que se la sacara pero el padre la estaba sujetando con fuerza, no se movía esperando que la niña se calmara. Mina se calmo pasados unos minutos pero aun seguía sollozando, el cura tenía ya experiencia y sabía que después de romper la membrana el dolor no menguaría en su totalidad pero después de bombear le vendría un orgasmo que la haría olvidar el dolor por el que había pasado. Las caderas del cura se comenzaron a menear de nuevo enterrando lo más posible su dura tranca; un hilillo de sangre manchó la colcha del sacerdote. El continuó metiendo más y más su nabo dentro del delicado cuerpo de la pequeña, el dolor menguó un poco pero aun se percibía, la niña sentía algo extraño ahora, el grueso báculo del cura la estaba partiendo pero un leve mezcla de placer con el dolor comenzaba a hacerla mover su cuerpo. La daga se incrustaba ahora casi hasta perderse aunque todavía quedaba un buen trozo fuera.

El cura bombeó a la niña cerca de diez minutos pero no consiguió meter todo su garrote dentro de la apretada y dolorida panocha de la niña, los movimientos aumentaron de velocidad y ella comenzó a experimentar que el dolor iba desapareciendo y en su lugar una agradable sensación de calor la comenzaba a invadir; el orgasmo fue intenso, de su garganta se dejó escapar un gemido de autentico placer, el dolor desapareció por completo para dar cabida a esa extraordinaria sensación, sus jugos mojaron toda la daga del cura que continuó moviéndose cada vez más rápido y pocos segundos después la niña sintió como un intenso y agradable calor la inundaba por dentro, la espalda del cura se retorció hacia atrás y sin dejar de bombear en el apretado coño descargó la totalidad de sus carga que pronto comenzó a escapar por los pliegues resbaladizos de la vagina, largas cotas de esperma se escurrieron hasta mojar la cama. Mina sintió algo rico cuando el cura se vino en su interior, le gustó.

Las caderitas de la niña se movieron instintivamente para encontrarse contra los ataques que le daba el párroco pero ya la tranca de él iba perdiendo su dureza, las últimas arremetidas contra la conchita lampiña de la niña fueron más lentas, solo para disfrutar del agradable calor que el interior de esa concha proporcionaba al ahora guango pene.

El Padre Gabino se dejó caer a un lado de la niña y la besó en los labios mientras le acariciaba las insipientes tetas, la respiración de la pequeñita era aun agitada y estaba ella envuelta en un mar de confusiones y sensaciones que no lograba comprender bien. Poco después el cura le ayudó a vestirse y él mismo se vistió, le arreglo el cabello desaliñado y la despidió, pidiéndole que regresara el próximo viernes para una nueva sesión; Mina salió de la iglesia sintiendo que las piernas se le doblaban y un ligero ardor en la entrepierna, cuando llegó a su casa se metió al baño e inspeccionó su adolorida vagina, la vio rojiza y comprendió que era una mancha de sangre, los labios estaban muy sensibles y decidió no tocarlos más, luego orino y la orina salió mezclada también con un poco de sangre; la experiencia había sido dolorosa pero después la sensación del orgasmo la había transportado a otra dimensión y pensó que por eso valía la pena seguir viendo al cura.

El viernes al salir de la escuela a Mina se le retorcía el estomago por el nerviosismo que sentía, estaba deseando verse con el cura para gozar de nuevo de las cosas que le hacía, la niña se encaminó como de costumbre con sus amigas las cuales poco a poco se fueron quedando durante el trayecto, por fin la niña divisó las torres de la iglesia y se encaminó por el atrio hasta el interior. El padre estaba sentado en el confesionario y una mujer de edad se confesaba, la cortinilla estaba abierta y cuando la vio le hizo una seña para que se fuera directo hasta la casa trasera, la niña siguió el camino que ya otras ocasiones había recorrido y después de unos instantes entro en la sala de la casa sacerdotal, una sorpresa le espera y no supo que hacer, se quedo parada en la entrada.

Entra hija... ¿Qué pasa?

Una joven monja estaba terminando de hacer los quehaceres de la casa y Mina se sorprendió de verla ahí ya que no esperaba que hubiera nadie, la monja la hizo sentarse y la niña un poco cohibida siguió sus instrucciones, la monja continuó con sus tareas mientras que Mina la observaba silenciosa, pasaron unos diez minutos y luego llegó el cura, al entrar como de costumbre cerró las puertas y Mina creyó que no se había dado cuenta de la presencia de la monja y le hizo una seña.

No te preocupes Mina... Laura ven aquí.

Si padre – dijo la monja y se acercó.

El cura estaba sentado en el mullido sofá y la monja se puso de pie delante de él, al instante las manos del prelado se apoderaron de las piernas del a monja por encima del largo vestido negro, la niña se sorprendió, las manos se movieron por el largo de las piernas y muslos hasta llegar a las nalgas, lentamente las amasó con movimientos circulares y después fue levantando la falda, la niña apreció las blancas piernas de la monja que iban quedando al descubierto, el padre levantó la falda hasta mostrar las bragas de la hermana y luego acaricio de nuevo las nalgas mientras que la monjita sujetaba su falda alrededor de su cintura, luego jaló las bragas blancas para dejar desnudas las hermosas nalgas de la mujer, sus manos se pasearon por la hendidura del culo y buscó el ano para incrustarle un dedo, la monjita gimió al sentir como la iba penetrando. Mina no podía creer lo que estaba viendo y sintió que su excitación comenzaba a incrementarse. El padre la llamó para que se acercara y la niña lo hizo, vio de cerca la bella cara de la monja enmarcada por el habito que la rodeaba, no veía aun su cabello ya que estaba oculto bajo la tela, pero su cara era hermosa.

Poco a poco las prendas de la hermosa monja fueron desapareciendo hasta que quedó por completo desnuda, era una joven como de unos veinte años, después Mina se enteró que ella se llamaba Laura y que al igual que ella desde niña se veía con el cura en esas situaciones y que cuando creció decidió meterse de monja para así poder seguir gozando de las caricias del Padre Gabino y además alegrar a su familia que era muy religiosa y que desde siempre deseo que Laura se entregara a Dios.

El cuerpo de la mujer era hermoso, senos bien proporcionados y bien cuidados, respingones, con unos pezones duros como la piedra y puntiagudos de un color café claro que destacaba claramente de su blanca piel, su cabello oscuro y largo le llegaba hasta la espalda, justo donde iniciaban sus nalgas. Laura comenzó entonces a desnudar a Mina y ella se dejó levar por las expertas manos de la monja, el cura se desvistió el solo y cuando todos estuvieron desnudos se encaminaron hasta el cuarto del cura.

Tras entrar el Padre se recostó en la cama con su tolete apuntando al techo, Mina se quedó parada a un lado de la cama y Laura se colocó detrás de ella, le comenzó a besar el cuello mientras que sus manos se apoderaban de los crecientes pechos de la niña, se los amasó con maestría y logró ponerle los pezones tan duros que Mina sentía que le iban a estallar, los besos de la monja en su nuca la estaban poniendo en extremo caliente y sintió que algo de jugo comenzaba a escurrir por entre los labios de su vagina. Mina sintió como la peluda pepa de Laura se restregaba contra sus nalgas y le agradó a lo sumo la sensación, paró un poco más su culito para sentirlo mejor.

El Padre Gabino se masturbaba mientras observaba como las dos se estaban dando calor, su mano gruesa corría por todo lo largo de su tronco y jalaba la piel para dejar al descubierto la purpura cabeza de su miembro, luego regresaba y tapaba con la piel el glande, sus bolas peludas se bamboleaban para arriba y para abajo al ritmo de sus jalones.

Laura dejó su posición detrás de Mina y se paró frente a ella, su boca buscó la de la niña y ambas se comenzaron a besar, para la niña en otra situación aquello hubiera sido inconcebible pero ahora sentía que era delicioso, nunca en su mente había planteado la situación de besarse con otra mujer, pero ahora pensaba que era lo más sabroso que había experimentado. Laura fue descendiendo por su cuello y pronto se encontró mamando las tetas de la niña, sus pezones eran en verdad sabrosos, la niña cerró sus ojos para disfrutar a pleno de esas caricias; Laura siguió bajando después de dejar los pezones completamente erectos y luego quedó sentada sobre el suelo de la habitación, hizo que la niña separara bien las piernas así de píe y su cara se perdió entre ellas, la niña sintió como la lengua de la monja se introducía entre sus carnes y comenzaba a hurgar por toda su rajada, de inmediato una extraordinaria sensación invadió todo su cuerpo y en menos de dos minutos le estaba regalando a Laura una incesante cantidad de fluido que salía de su interior. Los gemidos de la niña eran fuertes y no daban lugar a duda de que lo estaba disfrutando a fondo. La experta lengua de Laura la estaba llevando a otro orgasmo más y tan rápido que no hubo pausa entre uno y otro, la bella monja se bebió cada una de las gotas de néctar que manaron de la lampiña grupa de la niña de dieciocho años.

Después Gabino el sacerdote recostó a Laura sobre la cama e hizo que Mina se empinara entre las piernas de la mujer, la niña sabía lo que tenía que hacer y con un poco de inexperiencia comenzó a lamer la concha peluda que tenía en frente. También sintió que el Padre se acomodaba detrás de ella y la sujetaba de las caderas mientras que su daga comenzaba a penetrar su apretada rajadita, la humedad que ya antes había expelido por las mamadas de la monja facilitaron la penetración del grueso y cabezón tolete del cura y pronto sintió su interior irse abriendo al paso del garrote. Al poco los movimientos del vaivén la estaban acorralando en otro orgasmo que ella no pudo gritar pues su boca estaba ocupada con el clítoris de la monja que le iba dando instrucciones de cómo debía hacerlo.

Laura llegó al orgasmo gracias a la boca de la niña y después de que ambas descansaron unos segundos cambiaron de posición, esta vez la niña se recostó boca arriba en la cama y la monja sobre ella, ambas haciendo un sesenta y nueve, el Padre se acomodo detrás de Laura y Mina fue testigo de cómo la gruesa daga del cura se iba introduciendo en su panocha, luego los movimientos de entrada y salida mientras que ella se dedicaba a mamar el henchido clítoris de la hermosa joven. Pasados unos cinco minutos el padre Gabino comenzó a venirse en el interior de la monja, la leche comenzó a salpicar la cara de la niña y el cura le pidió que le chupara toda la leche que salía de entre la vagina y la verga de él. La lengua de Mina se concentro entonces en lamer a la vez el tronco que seguía entrando y saliendo y los pliegues de los labios vaginales que se estiraban y contraían a cada bombeo.

Mina vio como la daga de cura salía ya flácida del túnel caliente de la monja, ellas se siguieron mamando un rato más hasta que ambas alcanzaron un nuevo orgasmo, luego Laura se hinco delante de la cama, Gabino estaba sentado a su frente, la monja llamó a la niña y entre las dos comenzaron a mamar la guanga macana del cura, gracias a las bocas y lenguas de las dos jovencitas la daga fue adquiriendo de nuevo sus dimensiones al estar erecta y esta vez el padre le ordenó a Laura que preparara a la niña.

Mina no entendió pero Laura la hizo colocarse a cuatro patas a la orilla de la cama, las nalguitas redondas de la niña se moldearon hermosas al quedar en dicha posición y mina entonces se hincó detrás de ella, su lengua recorrió la panocha de abajo para arriba hasta llegar al ano y entonces se dedicó por completo al pequeño agujero. Poco a poco uno y luego otro los dedos de la monja se incrustaron en el culito de la niña, cuando Laura consideró que ya estaba lista llamó al cura que las veía desde atrás mientras se meneaba su tranca. El Padre se acercó hasta colocarse justo detrás de la niña y entonces la monjita le mamó la verga para dejársela bien ensalivada, el cura apuntó entonces al apretado culito de Mina y hundió con fuerza la cabeza en el forzando la entrada posterior de la pequeña; de inmediato un agudo dolor se apodero del culo de Mina quien trató de zafarse sin conseguirlo pues entre Laura y Gabino la tenían firmemente sujeta.

La niña gritó y lloro pero la verga avanzaba inexorablemente por su estrecho ano; poco a poco la daga fue ganando terreno mientras Mina lloraba a mares, por fin la verga después de unos quince minutos había logrado la penetración total. El cura se quedo quieto esperando que Laura calmara a la cría y cuando más o menos lo consiguió comenzó a bombearla lentamente, el ano de la niña apretaba deliciosamente y el cura tuvo que detenerse en varias ocasiones para evitar eyacular antes de tiempo. Pasados unos treinta minutos el culo de la niña ya se había acostumbrado a la sensación y se dejaba culear ahora sin más intentos de zafarse. Mina logró dos orgasmos durante el tiempo que duró la penetración y al final sintió como la caliente crema del cura le llenaba el ano del sumo que antes le hubiera llenado la panocha.

Así se vieron casi tres meses, cada tres o cuatro días la niña iba a confesarse a la iglesia, a veces estaba también Laura. Mina disfrutaba ahora más de cada encuentro y aunque el cura aun no lograba metersela por completo en la panocha ya había logrado avanzar un poco más, fue en una de esas visitas que el Padre Gabino la presentó con el presidente municipal del pueblo y los dejó a solas, el presidente aprovecho para hacerle de todo y después de coger con la niña se fue de la iglesia, Mina no sabía lo que había pasado, después entró el cura y le explicó que el presidente municipal era su amigo y que a veces venia a visitarlo, que en esas ocasiones ella tendría que estar con él, claro a cambio el buen ciudadano presidente municipal dejaba para la niña una muy buena propina y claro otra para el sacerdote. Mina después descubrió que el padre tenía muchos amigos y claro se tuvo que acostumbrar a sus visitas que cada vez se hicieron más frecuentes pues la chiquilla se convirtió rápidamente en una más de las "putitas del cura" como se enteró después de que cumplió los veinte años. Los hombres más acaudalados del pueblo y alrededores acudían a las confesiones especiales del padre en donde varias niñas prestaban sus servicios para ellos, cada uno tenía ya a sus preferidas después de probar a varias.

A los veintitres años Don Abel uno de los caciques más acaudalados de la región se enamoró de Mina, ella comprendió que con el cacique estaría muy bien y que no le faltaría nada durante el tiempo que le durara el enamoramiento, en secreto la niña escapó en complicidad con el cacique que la recibiría en una de sus fincas y vivió con el, en realidad el cacique se enamoró perdidamente de la niña, el tenía unos treinta años cuando la incitó a fugarse con él, ahora Mina tiene 32 años y se encuentra en el velorio de Don Abel que murió a los 47 años en una riña de cantina, su mujer Doña Manuela heredó todos sus vienes.

Mina por supuesto que como amante clandestina no heredó nada después de la muerte del cacique pero ella lo recibió en vida, casi 10 hectáreas de terreno cultivable además de algunas cabezas de ganado y varias cuentas en el banco bastante jugosas. Lo que Don Abel jamás imaginó fue que la bella Mina después de su fuga con él siguió yendo a confesarse con el cura Gabino hasta el día de ahora. Claro que a esta edad el padre ya no puede confesar bien a sus niñas pero esa tarea se la dejó a su joven pupilo, el padre Javier, que tiene 37 años y sigue manejando los negocios de la iglesia.

Todo asombroso