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Secretaria de día, puta de noche

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Mi "nueva doble vida" comenzó hace ya un par de años; era el cumpleaños de Rodrigo, un chico de mi oficina que me atraía demasiado: aquel día le harían su fiesta de cumpleaños en su casa y me decidí a llamar su atención a como diera lugar. Es así que me decidí a presentarme en la fiesta como nunca ante él –ni a nadie-, me habían visto jamás; tras pasarme casi toda la tarde en la peluquería, ya en mi dormitorio comencé a calzarme mi (valgan verdades), espectacular atuendo: un vestido de noche de una pieza azul eléctrico, unas panties negras y zapatos de tacón alto que hacían juego con el vestido. Casi me desmayo de la sorpresa al verme, vestida así, reflejada en el espejo: soy (bueno, era) del tipo de chicas que nadie nota siquiera; yo soy algo bajita, mi cabello es lacio, con un corte que no he cambiado desde el colegio, uso gafas de medida, no me maquillo y con mi uniforme de secretaria, parezco más un ratoncito de biblioteca,... ¡pero con ese vestido y maquillada estaba yo espectacular!; mi larga cabellera negra se lucía ahora ondulada y brillante, cayendo como el de una estrella de cine sobre mi espalda, ahora desnuda, dado el modelo del vestido. Los tacos de mi calzado me conferían la estatura que nunca tuve, a la vez que daban una curva excitante a mis flacas piernas enfundadas por las medias (¡y flacas ya no se veían!); aquel vestido me comprimía el cuerpo creando formas que no sabía que mi cuerpo tuviese: mi cintura se veía como de colegiala, al mismo tiempo que mis pechos apuntaban hacia delante viéndose inmensos, mientras que la faldita de vuelos apenas ocultaba mi culito, ahora paradito y provocador (¡agradecí en ese momento a mi amiga Rita, por convencerme de comprar ese juego de ropa interior tan atrevido!)

En resumen: me había transformado por completo; solo de mi antigua yo, quedaban mis lentes: lamentablemente no me había animado aún a usar los de contacto. Les mentiría si les dijese que me sentía, vestida así, capaz de lograr atraer a Rodrigo, ¡estaba aterrada y temblaba como gelatina!, pero ya no había vuelta atrás: tomé mi cartera y salí de mi cuarto, resuelta a ir a la fiesta.

Aquella noche mi abuelita estaba en la sala de mi departamento, tejiendo: había venido de visita a la ciudad para ver al médico y solo se quedaría esa noche. Apenas me vió salir vestida así, tiró su tejido y, poniéndose de pie bufando, me retó agriamente, sacando a relucir la mentalidad chapada a la antigua, propia de toda mi familia, y de mí, en el pasado:

- ….¡Ni creas que vas a salir a la calle vestida así!!! –me reclamó mientras blandía frente a mí su mano temblorosa-, ¡PARECES UNA GOLFA, UNA CALLEJERA!!!,…

- Regreso tarde –le dije escuetamente, sin más-, no me esperes despierta.

¡Yo echa un manojo de nervios no necesitaba tal "aliento"!, y por primera vez en mi vida, le daba la espalda a mi abuelita y sus consejos, bajando apresurada las escaleras de mi departamento.

-…¡TE VES COMO UNA PUTA Y COMO UNA PUTA LOS HOMBRES TE VAN A TRATAR!!,… -, le escuché gritarme, antes de cerrar yo la puerta.

Ya en la calle, mi caminar por en medio de la gente no me tranquilizó: más bien, aumentó mi turbación. Podía sentir yo las miradas lascivas de los hombres, posadas pesadamente en mis piernas, trasero, senos,… en todo mi cuerpo. Un horroroso y desconocido cosquilleo me recorría por completo. Acalorada, agitadísima, apenas recuperé la compostura cuando me senté en el asiento trasero del taxi que tomé, para ir a casa de Rodrigo. Jamás me había atrevido a tanto: todo el cuerpo lo sentía caliente,… sobre todo, mi entrepierna.

Cuando llegué a la reunión, todas las miradas se clavaron en mi persona: me tardó un buen rato diferenciar entre los elogios sinceros y los hipócritas, soltados los últimos por algunas compañeras mías (era una experiencia nueva para mí: ser envidiada); cuando finalmente sentí que había hecho yo un cambio tan radical (y no se me había caído el mundo encima) y el cual comenzaba ya a satisfacerme, vino el golpazo: frente a mí, estaba Rodrigo, ¡besándose Nicolle, la puta secretaria del gerente y también la puta de toda la oficina!!!!,… sentí como si me partiesen por la mitad con un machete, al ver, con esa escena, todos mis anhelos destruidos.

El resto de la noche me la pasé siendo consolada por mis buenas amigas (las únicas), Rita y Camucha,… y bebiendo como una completa descosida:

- …No tomes así, Vivianita,… -me decía Rita, mientras yo me atragantaba con alcohol-, no vale la pena,…

No le respondí nada ni tampoco le hice caso; para mí -decepcionada como estaba-, sí valía la pena: me sentía una perfecta estúpida al vestirme así por él, y que todos se dieran cuenta de mi loco enamoramiento no correspondido; solamente deseaba yo no recordar más nada y que aquella maldita noche terminase de una buena vez. No recuerdo mucho de ese lapso de la velada; solo sé que fueron horas en las que bebí lo suficiente como para poner casi no recordar nada. Mis amigas estaban alarmadas y no me despegaban el ojo un instante, temerosas de que hiciera yo una estupidez,… pero en algún momento evadí su control: tomé mi cartera y, apenas manteniéndome en pie, salí de la fiesta, rumbo de vuelta a casa.

Mientras caminaba torpemente por las calles desiertas de madrugada, solo rondaba por mi cabeza lo imbécil que había sido yo al hacer todo eso de transformarme, en Rodrigo y la puta esa besándose y en un extraño deseo que crecía a cada segundo dentro de mi: deseaba sentirme vejada, usada, degradada… por quien sea y en ese preciso momento; creo que pensaba yo que debía ser castigada de algún modo, por tratar de ser quien no era. En eso yo pensaba mientras me paré en una esquina solitaria, apenas sosteniéndome y esperando un taxi para irme rumbo a cualquier parte. Estaba tan borracha que alzaba la mano a los pocos autos particulares que pasaban, pensando que eran taxis,… y nada, no aparecía ninguno por ahí.

No sé cuanto rato estuve ahí parada a medias, con mi vestidito corto y aquellos tacos enormes que tenía yo puesta,… ¡me imagino lo perra que me veía y todavía ebria a más no poder! La cabeza me daba vueltas cuando, un auto que estaba detenido a media cuadra de distancia y con los faros apagados, me iluminó de pronto y comenzó a avanzar lentamente hacia donde yo estaba: ¡por fin!, era un taxi.

El taxista era un hombre robusto, moreno, de manos cuadradas y enormes, con una lasciva sonrisa permanente: al menos es lo poco que recuerdo de él: es que apenas le ví el rostro, mientras me sostenía como podía de un poste, y trataba de echar a un lado mi cabellera ondulada -ahora despeinada por completo-, con movimientos torpes de cabeza.

- Sube -, fue lo único que me dijo.

Ebria como estaba y sin pensar en nada abrí la puerta del asiento de junto a él y sin más me senté casi desfallecida, mientras él me llevaba por las calles desiertas de la ciudad. De rato en rato yo abría mis ojos cansados, para descubrir que no íbamos rumbo a mi casa (de hecho, nunca le dije adónde ir); el taxista, silencioso, se internaba en calles aún más desiertas y oscuras, y de alejados barrios que yo no conocía. Finalmente se detuvo en un callejón sin salida, y apagó el motor y las luces. Estaba tan borracha que ni siquiera me alarmé,… hasta que sentí su manazo acariciándome con fuerza las piernas.

- Que buena estás, putita,… -, me decía con voz ronca, mientras introducía sus dedazos sin permiso entre mis piernas.

¡Casi pegué un brinco hasta el techo al sentir que su mano se posesionaba de mi entrepierna como una garra!; de pronto, toda la borrachera se me quitó de golpe: él tipo ese no paraba de reír ante mi desazón y mis inútiles esfuerzos por sacar sus manos de encima mío:

- …¡Noooo!,.. –exclamé con miedo contenido, tratando de sacármelo de encima, pues ya me tenía acorralada contra la puerta-, ¡saque su mano de ahiiií!,…

- ¡Jejejeje!,… - replicó, mientras sus manos me recorrían toda-, ¿quieres jugar, no putita?,… ¡me encanta que las zorras jueguen a hacerse las difíciles!,…

Estaba yo metida en una situación para la cual no estaba preparada, ¡aquel inmenso hombre me tenía acorralada contra la puerta cerrada!, ¡como si tuviese ocho manos, no paraba de manosearme salvajemente, como si fuese una cualquiera!,… mis chillidos no lo detenían: lo animaba a ir más allá,… mientras yo trataba infructuosamente de apartarlo de mí, con mis fuerzas ya completamente disminuidas, producto de la borrachera que llevaba encima.

Mientras más trataba yo infructuosamente de impedirle que me sobase toda, a cada instante que pasaba, me veía yo completamente confundida: pasaba de luchar por no ser violada, y a la vez, a jadear con fuerza, sintiendo sus manos aprisionando mis piernas, mi culo, mis tetas,… cada instante que pasaba, sentía la turbación que en mi mente provocaba, el insano placer que sentía crecer a cada momento, sin poderlo evitar, mientras sus manos se metían en todos mis recovecos. ¡Pegué un chillido, acompañado con una risita nerviosa, al sentir sus dedos introduciéndose en mi conchita!, ¡no entendía por qué, apenas sentí el dedo intruso, abriéndose paso por entre mis labios vaginales, me mojé sin remedio!,…

Completamente aterrada, traté de salirme del auto por la ventana semi-abierta, junto a mi asiento: no pude llegar muy lejos, ¡que quedé paralizada, al sentir que el bruto ese me bajó de pronto el vestido y mi sostén juntos, hasta la cintura, haciendo saltar mis pechos al frío de la noche, erectándose mis pezones sin remedio!,… estaba a punto de soltar un grito de socorro, cuando me sentí estremecerme por completo, ¡en un instante, en tres tirones, destrozó mis panties de un zarpazo, dejando mis nalgas expuestas, para a continuación zafar mi calzoncito a un lado, teniendo así a su disposición mi rajita!,… ¡el grito en mi boca se ahogó de pronto, al sentir su lengua gruesa, introducirse dentro mío, lamiéndome a la vez mi coño y mi ano!!!,…

- ….¡Auxili,….ahhhh!!!,…. Ah-ahhhhh!!!!!,… -, fue apenas lo que salió de mi garganta.

Apretando con mis manos el borde del cristal de la puerta, sentí con horror que mi cabeza se embotaba de golpe, por efecto de una extraña sensación: era como una marea de calor intenso, que me incendiaba por dentro; comenzaba en mi entrepierna, recorriéndome todo el cuerpo, haciéndome sentir que mi cabeza estaba a punto de estallar; era muy extraña, en parte miedo, en parte un placer exquisito,…

- ….¡Que rico coño tienes, putita!,… -me dijo el taxista, mientras en una pausa metía sus dedos húmedos de mis jugos en mi ano-,… te mojas como si gozaras puteando,… mmm!,….

Mis nalgas separadas por sus manos temblaban sin control al mismo tiempo que mi raja comenzaba a soltar sus jugos, mezclados con la saliva de ese desconocido que casi metía toda su cara en mi expuesta intimidad. Esta yo prendida casi con las uñas de la ventana del auto: si lo deseaba podía gritar, hacer un escándalo, patearlo, escurrirme hacia fuera del taxi,… pero no lo hice. No podía explicármelo: era como si, cual fuese un potente imán, todo mi cuerpo estuviese pegado –por mi cola-, a la boca de mi violador,… mmmm,… ¡yo meneaba la cabeza de un lado a otro, con mis ojos cerrados, tratando de negarme a sentir placeeeer!!

- ….¡Mmmmmm!!!,… ¡AAAhhhhh!!!,… - gemía yo, casi ciega, por efecto de mis lentes empañados por mis propios resoplidos-,… ¡nooooo: déjemeeee!!!,…

El muy miserable se reía divertido, mientras que con contínuos jalones a mi vestido lo convirtió casi en un cinturón de tela, dejando por completo expuestas mis tetas al frío de la noche y mi culo y mi sexo a disposición de su lengua lasciva,… casi estaba ya deseando que continuase lamiéndome cual perra en celo horas de horas, cuando un golpe duro en mi cola me aterró, ¡la cabeza gruesa y caliente de su verga pugnaba por entrar en mi concha!; entonces comencé a llorar como una criatura, rogándole que no lo haga, mientras que el taxista presionaba su verga contra mi agujero, haciéndome doler: traté de pujar e impedirlo, pero fue inútil:

- …¡MMmmggghhh,….Auuuuhhhhg!!!,..

Abrí mis ojos como nunca lo hice, enormes, mientras sentía ese tremendo pedazo de carne introduciéndoseme, dilatándome por completo; ¡me dilató tanto que parecía que me rasgaría por dentro!!; casi al instante, comenzó a bombearme con fuerza: jadeaba como un animal, mientras me la enterraba con salvaje desespero, haciéndome sentir su brutal aparato por dentro, machacándome las entrañas. Mi terror inicial dio paso a una indescriptible oleada de placer, que casi me arrancaba un orgasmo con cada embestida de esa verga animal.

- …¡Aaaahh!!,… ¡Aaahhh!,… ¡AAAHHH!!!,… -, gemía yo, casi gritando, mientras mis tetas se bamboleaba con cada embestida animal.

- …¡Mue!,… ¡ve!,… ¡teee!,… ¡putaa!!!,… -, me ordenaba él mientras no cesaba de bombearme.

La cabeza me daba vueltas mientras sentía sus huevos, inmensos y cargados, golpeándome las nalgas hasta casi hacerme doler, cuando alcé la vista: frente a donde estábamos estacionados, se veía en la oscuridad de la noche, una ventana iluminada, en el segundo piso de una casa; al poco rato vi que alguien se acercaba a la ventana, seguramente por el ruido que nosotros, mi violador y yo, hacíamos: era un muchachito; no parecía tener más de 17 años. El chico se quedó petrificado frente al cristal, y no era para menos: se veía por la expresión de su cara, que tenía un panorama casi completo de mi rostro, mis tetas desnudas y bamboleantes, fuera del vehículo, y por el parabrisas, de mi culo y del desconocido ese que, cual perro, estaba montado encima mío, clavándomela. Empecé entonces a sentirme sucia, vulgar al extremo, al ver los ojos del chiquillo clavados en mí,… pero me fascinaba esa nueva sensación, la cual creció tremendamente, al ver yo que ese chiquillo se abría el pantalón, y sin más sacó su verga, y comenzó a masturbarse rabiosamente, mirándome fijamente.

Entonces,… algo comenzó a crecer súbitamente dentro de mí: no podía explicármelo,… sintiendo que todo mi cuerpo se zarandeaba con fuerza a cada brutal embestida del pene del taxista hundiéndoseme, comprimiéndome contra la puerta del taxi, y mientras me aferraba yo casi con las uñas a la ventanilla abierta, mientras veía yo cómo el jovencito ese, desde su habitación, estaba masturbándose con furia, atento a cada brinco que daban mis tetas desnudas, frente a él,… en ese preciso instante,… simplemente ocurrió: pude oír los gemidos salvajes de una hembra, de una golfa asquerosa que disfrutaba, que gozaba, siendo cogida con brutalidad por un macho ansioso de partirla en dos si fuese posible: aquellos gemidos, casi gritos de placer de hembra,… que eran como si fuesen de la puta más grande del mundo,… eran míos; ¡SIIIÍ, ERAN MÍOS!; ¡sin poderme controlar estaba chillando de gozo, de completo placer de ser violada y a la vez de tener el polvo de mi vida, siiií!!!!,…. ¡nada en el mundo me importaba más que esa jugosa e inmensa verga que me azotaba las entrañaaaaas!!!,… cuando sentí en menos de un segundo que las manazas de mi delicioso violador se crispaban sobre mis caderas, casi haciéndome gritar de dolor,… me sentí violentamente sacudida hacia adelante: ¡con una furia inaudita, un chorro ardiente de semen explotó dentro de mi vagina, casi reventándola!,…

Una vez que terminó el macho ese de inundarme las entrañas con su leche, caí desfallecida sobre mi asiento: él, feliz mientras tanto, encendía un cigarrillo, sin siquiera guardarse la verga dentro de los pantalones. Yo mientras tanto, respiraba agitadamente, buscando a tientas en la oscuridad mis lentes, mientras que con la otra mano trataba de contener la marea de semen que salía abundantemente por mi raja irritada; pude dedicar un instante para echar una mirada al jovencito de la ventana, quien se introducía, apagando las luces, sonriéndose.

- Eres buena puta, chiquita… -me dijo mientras me tendía su mano, alcanzándome unos billetes viejos y arrugados-, te buscaré pronto, ¿adónde te llevo?,..

Mientras él encendía el motor, me metí mi paga en mi cartera (como toda una profesional), mientras me esforzaba con dificultad, para subirme el vestido, mis panties desgarradas, así como tratando de colocar en su lugar mi calzoncito, estirado irremediablemente por su salvaje líbido. A medias compuesta, le dije adónde llevarme; no le dije mi dirección verdadera: hice que me dejara a unas 5 cuadras de mi departamento. Caminé con mucha dificultad hasta mi casa; las piernas me temblaban sin control y me era casi imposible dar un paso derecho. La abuela estaba profundamente dormida, así que no vió mi estado: despeinada, con el rimel corrido, el vestido completamente manchado de semen, sin brassiere, con las panties completamente rotas y con un zapato sin un taco. Dormí como piedra esa noche. El dinero que me dio el taxista que me inició en la prostitución jamás lo gasté, aún lo conservo: gustosa le hubiese pagado yo.

Pasaron unas semanas; obviamente no le conté a nadie de mi aventura,… pero no paraba de pensar constantemente en que si había gozado como nunca en mi vida, estando completamente ebria, ¡qué hubiese sido si hubiera estado yo sobria!,… mi mente solo pensaba en sexo mañana, tarde y noche. Casi sin darme cuenta, comencé a mirar los clasificados para adultos del periódico; me masturbaba sin parar, avergonzada de mí misma, mientras leía las frases que utilizaban para "pescar" clientes: "…señorita de clase A-1. Haré realidad todas tus fantasías",… mmmm,…. "complaciente y deseosa de hacer realidad tus fantasías",… siiií, que rico; "deseo que goces con este lindo cuerpito",…¡ahhh: me corro, me corroooo!!,…

No pasó casi nada para que comenzara yo a visitar las tiendas de lencería, buscando las prendas más diminutas, las más escandalosas: hilos dentales, calzoncitos con cierre al frente, encajes transparentes en forma de mariposa,… mmmm!,…. me había decidido: llevaría una doble vida a partir de ese momento y quería estar preparada para los machos aún desconocidos, para los cuales quería estar yo hecha toda una putarrona, para complacer sus ansias y las mías,… ya moría ser cogida otra vez como una perra…

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Todo asombroso