Video Relato

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Primera experiencia

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Estuvo dando vueltas en mi cabeza todo el día el acontecimiento ocurrido en casa de Maria Luisa. Aquella morbosa experiencia me había sacado de la rutina en la que la vida cae abriéndome, sin saberlo, un mundo nuevo de sensaciones que se había dormido en la normalidad cotidiana y que empezaba a desvelarse a través de la obsesión por el recuerdo repetido de cada una de las escenas vividas el día antes. Hacía tiempo que no sentía las cosas con la intensidad y el nerviosismo presentes en aquel encuentro, solo comparable a las primeras experiencias, casi juveniles, cuya intensidad superaba, con mucho, la manera de sentir las emociones en que hoy percibo las cosas. Reconozco que he dejado que la vida me domine y que la normalidad dicte su tiránica monotonía diluyéndome en la pasividad, de la que de golpe, sin haber hecho yo otra cosa que estar ahí empujada por las circunstancias, me han despertado con un sonido de gong que me ha trasladado al deseo.

He empezado a recordar esos momentos de iniciación, allá por los 18, cuando todo estaba diluido en una fantasía construida desde mucho antes, en donde un fantasma recubría a los hombres dotándolos de un poder y un contenido cuya aureola invisible los recubría aportándoles una apariencia que me hacia percibirlos con una intensidad obsesionante. Me debatía entre el deseo y la norma, entre cumplir con formalidad y esperar que me alcanzaran en una mezcla de ensueño donde lo obsceno hacía una extraña mezcla con lo platónico. Me había imaginado do mil veces en brazos de Apolo deseada y gozada en el silencio de mi pensamiento, mientras trataba de mantener una imagen para mi entorno que no rompiese con el perfil de lo aceptable. Me debita en la duda entre el impulso y el temor. El impulso de sentir y el temor de ser rechazada. Solo en la fantasía se relajaba la censura para dar rienda suelta al pensamiento y gozar de las imagines creadas por mi deseo. Ahí, podía sentirme acariciada, pensar en las sensaciones que sobre mi cuerpo producirían el tacto de una manos masculinas, o sobre las mías la sensación de un cuerpo musculado y poderoso. Imaginaba que no eran mis manos las que acariciaban mis pechos ni mis dedos los que se colaban por los bordes de mis bragas, y sí, ellas las que pasaban sobre bulto duro en el pantalón de mi imaginado amante. Y con todo ello había ido construyendo la suposición de lo que habría de encontrar mi deseo en el momento menos esperado. Como todo, los acontecimientos se dirigían una y otra vez en a ese destino cuando de pronto se troncaban: algún chico te invitaba despertando toda la ansiedad de la espera para que luego no pasara nada y lo esperable se diluyese en la frustración de un individuo que creías que era otra cosa y donde los mejores momentos, antes de disolver el encuentro en la vulgaridad, eran aquellos de la aproximación al encuentro, con especial satisfacción en los de los bailes, después de esperar largo rato las piezas lentas y sentirte abrazada y atraída a un cuerpo fuerte y sensual del que, aunque me resistía, esperaba especialmente notar el roce que la excitación provocaba bajo su pantalón, avisando de lo que yo era capaz de traer en él. Ese deseo de conocer aquello de lo que yo carecía que siempre se me había presentado como el objeto fantasmático de su goce y la causa del mío, por su prohibición y por su suposición era el destino de mi atención, de modo que sin hablar jamás de el lo suponía y lo fantaseaba despertando mi curiosidad y llamando con ello mi mirada distraída cuando la oportunidad ofrecía alguna forma que lo apuntaba: un bañador justo, una postura marcada... y que se yo, por el que algunas chicas no podemos dejar pasar sin atender.
A veces, lo que hace falta para que las cosas ocurran es que las circunstancias sean las apropiadas para que los acontecimientos no encuentren la resistencia de la costumbre. Un lugar donde el control de los padres y la mirada de las amistades no este presente puede dar lugar a un momento en el que esas censura naturales bajen un poco la guardia dando paso a cierta libertad de los impulsos, a una menor resistencia. Así que cuando marche a Salamanca, en vacaciones de Semana santa, para acompañara a mi tía, hermana de mi madre, convaleciente de una operación, aunque salí de mala gana no esperaba lamentar tener que volver. Lo cierto, es que en un pueblo pequeño de la sierra, la presencia de alguien de fuera suele llamar la atención particularmente por aquello de la novedad, mas si algún aspecto destaca sobre el resto de los iguales a ti del lugar. Y mi manera de vestir, algo mas liberal, -no creáis que demasiado- era suficiente para los chicos y no tan chicos, destinaran ciertas miradas lascivas sobre mi cuerpo, de lo que yo por otra parte simulando no enterarme estaba encantada, al destacar mis formas femeninas, sobretodo mis pechos y mis piernas. Los primero por estar bien marcados en mis ajustados vestidos y las segundas por quedar bien dibujadas bajo mis cortas faldas. Sobre todo Toldo, secretario del Ayuntamiento, donde mi tío era el alcalde, lo hacia de una manera especial. Un mocetón de unos 25 años, mas bien bajo y delgado en su torso, que por el contrario contaba con un tren inferior desproporcionado, con unas piernas y unos glúteos que se adivinaban algo mas que poderosos. Me dijo que pesaba 88 Kg, midiendo 172, y estando delgado de cuerpo, por lo que no era difícil adivinar que la masa muscular de su piernas y culo era barbara dándole casi una figura cómica a la vez que atractiva. Lo cierto es que tenia una tendencia permanente a mirarme en cuanto notaba que no lo veía, a la vez que se adivinaba el deseo en sus ojos, mezcla de una lascivia y un enamoramiento que acompañaba con conversaciones insinuantes e intencionadas que conseguían que yo las ladease pero que me mantuviese un hilo de comunicación siempre sin romper, a la expectativa de la evolución de los acontecimientos. Así que cuando me fue a buscar para colocar y recoger algunas cosas en la casa de campo de la familia, a petición de mi tío el día anterior, esperaba ver como los que pasos daba, como avanzaba poco a poco, por lo que salí al sonido del claxon, para montarme en el coche percibiendo como sus ojos se fueron, por un instante, a mis piernas cuando se levanto el vestido al sentarme.
- Buenas tardes Ana Maria. Bonitas piernas. -Añadió con descaro.-

- Buenas tardes. No se si entender un piropo o incomodarme.

- Mi intención es un piropo. No quiero que te molestes. Es lo que veo.

- No, no me molesta. Solo era un comentario. Es que como saludo, así de pronto, me sorprendió.
- No he podido dejar de ver lo que he visto, que esta muy bien.
- Gracias entonces.

- De nada. Pero supongo que comentarios así no son nuevos para ti. Alguien mas ha debido ver lo mismo que yo. ¿No?.

-No se que decir. Supongo que si, alguien mas claro. Pero no creas que todos están en disposición de comentarlo. Alguna mirada he visto pero poca manifestación.

- Pues vaya unos amigos sosos, los tuyo. Si hay algo digno de admiración, lo normal es admirarlo y a ser posible comentarlo, entre otras cosas por que gusta saber que se ve. ¿O, no?.
- Bueno, bueno. Ja,Ja,Ja. Así es, eso suele gustar.

- Claro, la cortesía a de estar presente y creo que no se debe de perder la galantería. Quizás esta un poco anticuado pero creo que sigue teniendo cierto caché.

- Que duda cabe, siempre que no caiga en lo cursi, ni se haga pesado.

- Así es pero eso depende mas del lugar desde el que te mira ella que del lugar en el que tu estas.
- Me cuesta trabajo entender eso.

- Que si quien te dice que tienes una bonitas piernas es Brad Pit nunca se pondrá pesado, pero si soy yo, seguro que corro el riesgo de pasarme.

- JaJaJa.... Bien pensado. Pero no, no te preocupes, tampoco tu te pones pesado.

- ¿Así puedo correr el riesgo de repetirme sin miedo a pasarme?. Mira que cuando algo me gusta soy muy pesado y lo que veo me gusta.

- No será para tanto.- Dije con cierto aire de falsedad y falsa modestia, en a una conversación que a estas alturas; teniendo en cuenta la diferencia de edad, su mayor grado de madurez que rompía con la inocente simpleza de mis compañeros habituales; estaba tomando un tono de intencionalidad que me hacia estar nerviosa a la vez que excitada por la previsión de que los acontecimientos cabalgasen en la dirección de una experiencia que deseaba, dadas las condiciones de libertad y falta de control que ya he comentado-

-Yo creo que si. Tu lo sabes y te estas haciendo la despistada como si no supieses de que estoy hablando.
Me había dado cuenta que, a medida que los días habían pasado, estas conversaciones, en su reiteración, se iban cargando de intencionalidad. De un contenido libidinoso velado que estaba presente de manera evidente aunque insegura. En particular hoy su mirada cuando se desviaba del la carretera y giraba sobre mi, podía notarla cargada de deseo. Pasaba de mis piernas a mi escote como una ráfaga, para alimentar la imagen de esas piernas y esos pechos en su memoria. Me imaginaba que se estaba excitando con esa visión, generando una lascivia que no podía evitar que me excitase, haciendo que mis respuestas adquiriesen un tono y una cadencia que estaba segura que él estaba leyendo como seducción. Así que cuando llegamos al caserón, bajamos del coche y iniciamos nuestros quehaceres, todo estaba impregnado de un aroma sensual inevitable. En cualquier gesto casi me rozaba y yo no me apartaba, me ayudaba a pasar de un lado a otro colocando una mano en mi cintura como cediéndome el paso, o simplemente bromeaba sobre algo agarrándome por el brazo en un gesto de familiaridad, mientras que yo le devolvía cada acción quitándole alguna mota de pelusa de la camisa, o apoyando la palma de mi mano sobre su pechera. De tal modo todo fue rodando, de manera que cuando nos pusimos a ver un antiguo álbum de cromos de hace muchos años que había en un viejo escritorio, no dejo de ser normal, que mientras yo pasaba las hojas él, a mi lado tuviese la mano sobre mi cintura. Normal para las apariencias de no se sabe quien, por que en nuestro interior, al menos en el mío, en lugar de ver los cromos lo de lo que estaba pendiente es de su mano que notaba como poco a poco descendía a mediada que las paginas pasaban sin que yo dijese nada. De la cintura a la cadera y de la cadera andaba ya cerca de las nalgas, por lo que los colores de los cromos se había difuminado el un golpeteo del corazón que amenazaba con estallar y que al poco lo hace cuando sus labios se apoyaron en mi cuello y su mano terminó por apoyarse en mi culo. Le dejé hacer por que en ese momento los nervios no me permitía ni moverme, aparte de que se estaba realizando una fantasía.

Se coloco detrás de mi, después de un rato, mordisqueándome el cuello y apretando su cuerpo contra el mío que quedo aprisionado entre el suyo y escritorio, coló las manos bajo mis brazos y los subió hasta mis pechos a las que me resistí por unos momentos para dejarle después. No tarde en notar como alfo se inflaba empujando entre su cuerpo y el mío ayudado por una leve presión de sus caderas que teniendo en cuenta la fuerza de sus piernas se notaba sobradamente. Me busco los pezones, con la habilidad de quien no esta en esa situación por primera vez, me los pellizco con suavidad y me masajeo los pechos consiguiendo que no tardase demasiado en notar la humedad sobre mis bragas. Saco la parte de delante de la blusa de mi falda y coló su mano bajo ella, pasando suave y lento por mi cintura, vientre, y subiendo hasta el sujetador del que levanto una copa para cubrirlo entero con sus dedos cuya palma me rozaba el pezón con intención excitándome mas aún. Deseaba sentirlo a el, así que alargue una mano con lentitud y cierto temor hasta su cintura, la baje un poco, como si temiese ser atrapada por un cepo, buscando el lugar de su erección. Se giro un poco de lado ayudándome y me la encontré de repente, un bulto duro y largo debajo del pantalón sobre el que coloqué la mano sintiendo y tratando de reconocer, para al poco empezar a recorrer extasiada por la novedad de lo que hasta ahora había sido percibida como una presencia fugaz en algún escarceo anterior con amigos que no me decía nada de la realidad. Yo ya tenia una mano suya bajo la falda recorriéndome los muslos y acariciándome sobre las bragas, estaba empapada y deseante, había abierto las piernas ligeramente apoyando el trasero en el borde del escritorio y al sentir sus dedos sobre la suave tela entre los labios, rozándome el clítoris di un repingo de gusto que le hico cambiar el ritmo. Me arrastro, materialmente, hasta un sillón protegido por una tela contra el polvo, que descubrió, me sentó en el, me quito las bragas, a lo que me resistí hasta que me dijo que no ocurriría nada por que no había traído protección, me abrió las piernas se coloco entre ellas y llevo la boca hasta mi vulva donde empezó a entretener la lengua, lentamente pero sin miramientos, provocándome una excitación que casi no me dejaba respirar. Me abrí mas, empujada por la necesidad e intente sentirle mas aún. La intensidad de las sensaciones ante la experimentación de actos no solo nuevos si no esperados y fantaseados largamente, hicieron que el placer se precipitase como un torbellino en mi interior.

Con los pechos duros como balones, me sentí invadida por una gusto profundo que me diluía las entrañas en almíbar aflojándome las fuerzas y disolviendo mi alrededor. En una elevación de placer perdí la noción del tiempo y cuando lo empecé a recuperar me encontré jadeando, en voz alta, mientras se restauraba en mi interior en decrecimiento a un nivel de placer tolerable, que me permitió silenciar progresivamente los gemidos de satisfacción.

Nos recostamos en el sofá del al lado sobre la misma sabana de cobertura, y tras desnudarlo de medio cuerpo para abajo y abrirle la camisa, reposé la cabeza entre su hombro y el pecho mientras el me mantenía sujeta por la espalda con ese brazo, lleve la mano hasta su erección y comencé a acariciar aquel duro falo que le llegaba hasta el ombligo. Con suavidad descubría y cubría su glande admirada del estado en el que estaba. Ahora relajada, me satisfacía en sentir entre mis dedos el cuerpo duro y caliente que le excitación le había puesto. Había imaginado mil veces como sería y en repetidas ocasiones lo había sentido presionando ambiguamente entre la ropa en el baile, incluso en cierta ocasión me lo habían llegado a rozar fugazmente en un juego juvenil, pero no tenia conciencia plena, a pesar de las mil imágenes vista en fotos y videos. Sentirlo y verlo ahí, a mi alcance, notar su estado y saber que era yo quien provocaba la situación de aquel macho, me encantaba. Me encantaba notar la suavidad con que se deslizaba entre mis dedos un cuerpo tan duro e intenso. Ver como tieso, mas grueso en la base, algo arqueado terminaba en una punta de flecha rosada y suave por la sedosidad su propia humedad. Notar sus testículos duros apretándose contra su base y notar como cada vez que aceleraba la caricia le obligaba a elevar el culo mientras se le endurecía mas la polla. Estaba deseando notar como explotaba, cuando el me pidió: despacio... despacio.. por favor. Seguí lentamente masturbándole, sintiendo como la piel se deslizaba con suavidad a lo largo de su tenso falo que se endurecía mas por momentos con cada descenso del prepucio sobre el glande. No creía que se pudiese poner tan duro, note como las piernas contraían los músculos, sus testículos habían desaparecido de la base ocultándose y su polla paso a un punto que no parecía carnal y, de pronto, entre los dedos, tras un largo gemido de su garganta sentí una convulsión, un espasmo que me dijo que estaba en el climax. Casi, sin darme cuenta, en una segunda escupió un espeso cuerpo liquido lechoso que le llego hasta el pecho manchándome la frente y sorprendiéndome. No me había percatado de lo ocurrido cuando otro llego al mismo lugar, y otro le marco un hilo acabado en gotas sobre el vientre. Los espasmos, sorprendentes y brutales, empezaron a relajarse, y el derrame correo sobre el exterior de mis dedos sobrepasándolos sin que estos hubiesen dejado de acariciar en masturbación aquel asombroso empalme. Estaba extasiada por las sensaciones y el espectáculo, cuando el mojó uno de sus dedos en el blanquecino seme y me lo llevó hasta los labios, que chupe concierta curiosidad y algo de asco, comprobando un sabor húmedo y saldo que me sorprendió.

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Todo asombroso