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Confesiones amorosas de mi mujer.

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Ahora que empiezo a tener, como dice mi mujer la "pitopausia", en que los cohetes ya empiezan a estañarme en la mano, me da por recordar los buenos tiempos. Tengo por compañera a una buena moza, con cara de ángel y cuerpo de demonio. Tenía dos buenas tetas coronadas por unas aureolas centradas por pezones sonrosados como fresas. Y el culo … Uf, el culo era respingón y puntiagudo como el de las cubanas. La flor de la entrepierna era miel de caldero, jugosa como ella misma y rezumaba una ambrosía que me ponía el nabo como el palo de la bandera. Bastaba con un par de lengüetazos para que empezara a manar miel destilada. Nos acoplamos sexualmente enseguida. Todos los rincones de nuestro cuerpo fueron recorridos, todos los agujeros fueron explorados. No teníamos ningún agujero del cuerpo que no hubiese sido investigado y explorado concienzudamente.
Desde un principio acordamos no limitarnos nuestras relaciones sexuales a nuestros mismos, sino quisimos abrirnos a los demás.
Mi mujer empezó a tener una serie de encuentros con compañeros de trabajo que posteriormente me relataba en la intimidad de la cama con toda suerte de detalles.
Recuerdo su primera vez. Esa noche llegué tarde a casa debido a unas reuniones de trabajo –eran realmente reuniones de trabajo, no tienen que pensar nada raro-. Como otras veces había olvidado las llaves de casa por lo que tuve que llamar. Me abrió mi mujer con una cogorza de no te menees. Estaba borracha, no de hacer eses pero sí con mareos y fuertes arcadas. Tuvimos la suerte que fue entrar yo a casa y echar, como se dice, la pota. Eso parece ser que le alivió y despejó y pudimos irnos a la cama si más contratiempo. Ya en la cama, con la luz apagada –les diré que cuando hacemos o mejor cuando hago el amor sea con ella o con cualquier otra mujer, me gusta, como digo yo, que haya luz y taquígrafo, o sea luz para vernos bien-. La oscuridad me proporcionaba una intimidad que no buscaba cuando estábamos haciendo el amor. Pues bien, en la oscuridad del dormitorio me contó que había estado echando un polvo con un compañero suyo. Pascual. Le pedí que me lo contara con pelo y señales.
Me contó.
-Salidos del trabajo junto con Daniel y una oficinista ya mayor y a punto de jubilarse. Viuda ella y marchosa como ninguna. María se llama.
La Sra. María nos propuso ir a su casa a tomar un güisqui, aceptamos gustosos. Allí estuvimos un buen rato. Daniel se marchó al poco porque había quedado con su novia. Así quedamos los tres. La Sra. María no paraba de rellenar nuestras copas de un güisqui que tenía de cuando su marido. Lo pasamos francamente bien pues nos reímos de todo la gente del trabajo y no dejamos títere con cabeza. El problema fue a la hora de levantarme. No podía. La cabeza parecía un molinillo de viento, por lo que Pascual se ofreció a echarme una mano y me apoyé en él.
Eh haber lo que hacemos por el camino –bromeó la Sra. María, cuando descendíamos por las escaleras.
Pues si que estoy buena yo, pensé en ese momento
Como pudimos bajamos dando algún que otros traspiés y conseguimos llegar hasta la calle. Ya en la puerta del coche, un SEAT 150, me la abrió y me ayudó a entrar. Ya en ese momento, ahora que lo pienso, fue cuando comenzó a gestarse lo que sucedió a continuación. Él, en el ánimo de echar una mano, apoyó su mano en mi culo. Noté una presión más parecida a un pellizco que a otra cosa. No dije nada, si no más bien lo miré con una sonrisa. Eso le dio alas. Entró en el coche y una vez al volante, se inclinó hacia mí y me besó en los labios. Fue un beso ligero, suave, En mi cerebro hubo una pequeña descarga eléctrica, como si saltase una alarma, pero fue soslayada. Se prolongó el beso y noté como llamaba su lengua a mis labios. Sin querer, abrí la boca y dejé entrar a una lengua juguetona y deliciosa que me hizo removerme en mi asiento.
Uhhh, dije complacida.
El tomó esto como invitación.
Me puso la mano en el pecho y se acercó hacía mi. A mí la cabeza me daba vueltas pero respondí acercándome hacia él. Nos besamos. Recuerdo que tiene los labios muy carnosos y me resultaron tremendamente sexis. Los besé. Le mordisqueé los labios y nos dimos la lengua. El alcohol me estaba desinhibiendo y facilitaba mucho las cosas.
Como me había sentado de cualquier manera, la falda la tenia subida y totalmente arrugada. Dejaba buena parte de mis piernas al aire, cosa que Pascual aprovechó para acariciar mis piernas por encima de la licra de mis medias. Me gustó sentir el tacto de su mano recorriéndome desde las rodillas hasta mis pantorrillas. Allí se detuvo y le abrí más las piernas por lo que comenzó a subir la mano hasta llegar a mis bragas. El alcohol no sólo me había desinhibido, sino que me había puesto calentona. Empezó a frotar el clítoris por encima de las bragas, al mismo tiempo que nos besábamos, chupándonos las lenguas, la cara,… Estaba entrando en una vorágine que no me conocía. Necesitaba tocarle, tocar carne. Como pude estiré el brazo y le puso la palma de la mano encima del enorme paquete que se le insinuaba debajo de su bragueta. Cerré la mano y cogí un buen trozo de carne. No muy grueso pero sí muy largo y prominente. Esto le gustó, pues oí que decía:
-Uffff, no sabes como estaba necesitando que me pusieras la mano en su sitio. Pero tenemos un problema –dijo al tiempo que se retiraba de mí- tenemos que salir de aquí porque vamos a montar un espectáculo a cualquier vecino que se le ocurra tirar la basura.
Como pudo arrancó el coche y nos dirigimos a una zona de la ciudad que estaba en obras y a oscuras. Cuando paramos le abordé y me puse encima a horcajadas, dando la espalda al volante. Le gustó mi iniciativa. Nos besamos, nos chupamos, nos mordimos, nos absorbimos todo lo que salía de nuestras bocas y nuestro sexo no paraba de frotarse uno contra otro.
Le dije:
- Necesito que me folles, quiero que me metas tu polla en mi coño.
- Síiiiiiiiii
Me incorporé un poco para que el pudiese desabrocharse la correa, bajarse la cremallera y los pantalones junto con los calzones para dejar una polla totalmente dura y tiesa. Efectivamente no era muy gorda, pero sí de una longitud bastante considerable. En ese momento pensé:
OH Dios, esa polla es ideal para mi culo.
Yo ya tenía la camisa abierta con las tetas fuera, por lo que sólo tuve que subirme el vestido a media cintura y ladearme el tanga, para de esa manera hacer sitio para que me metiera su larga polla.
Ahhhhhhhh, siiiiiiiiiiiii, Dios que polla tienes Dios mío.
Siiiiii déjate caer encima de mi polla por favor, necesito sentirme dentro de ti.
Comenzamos, bueno, él apenas sí podía moverse, por lo que me puse a subir y bajar, a sacármela y metérmela. Sube y baja. Sube y baja. Zás-zás. Me eché para atrás apoyando mi espalda en el volante, el cual lo tomaba como punto de apoyo para presionar la pelvis e introducirme lo más a fondo que podía el pollón de Pascual.
Estábamos escasamente a unos pocos centímetros uno de otro, nos dábamos nuestro aliento, nuestro propio jadeo servía de detonante al otro para acelerarle más su propio jadeo. Nos besábamos, nos lamíamos, nos chupábamos.
Ohhhhh siiiiiiíííííí
Por favor, necesito que me metas tu polla en mi culo,… vamos para los asientos traseros.
No me preguntes como, pero nos pasamos atrás en un periquete. Medio me tumbé en el coche. Tenía la blusa totalmente abierta con las tetas por fuera del sujetador. Mi falda estaba hecha un ovillo a la altura de mi cintura. Levanté mis piernas invitando a mi compañero a que se acoplase encima de mí. Se echó encima con los pantalones por los tobillos y la polla en ristre. Apoyó un brazo en el respaldo de la parte trasera y el otro lo apoyaba en el asiento delantero. Mis piernas se las coloqué en el cuello y sentí como me taladraba el coño con su polla. Empezó él ha hacer un movimiento de mete-saca. La respiración se fue entrecortando y los olores vaginales fueron saliendo. Estaba empapada. Mi líquido vaginal se lo transmitía a la polla de mi compañero. Estaba mi coño perfectamente lubricado. Esta lubricación hacía que de vez en cuando se saliera de mi coño su polla, produciéndose a continuación un nuevo acoplamiento. En uno de estos acoplamientos y debido a la lubricación de su polla, ésta se coló en mi culo. La reacción no se hizo esperar.
Ahhhhhhhhhh, siiiiiiiii, Dios mío, por fin. Si cariño muévete ahora. Siiiiii, siiiiiiiiiii, así, así, si, si, siiiiii Ahhhhhhhhhhh
Siiiiiii, ¿te gusta eh puta?
Siiiiiiii, métemela toda en mi culo cabrón
Él pegó un empujón
Siiiiiiii, puta que eres una puta. Te gusta que te den por el culo, eh so puta
Siiiiiii, fóllame, fóllame el culo,
Me corrí como hacía tiempo que no me había corrido. Sentía totalmente mi culo lleno.
El continuo bombeando un poco más hasta que al fin
Siiiiiiiiiii, me voy a correeeeeeer, siiiiiii, pero espera.
Sacó su lubricado estilete y me la acercó a la cara con la intención de descargarme toda su leche en mi cara. Empezó a meneársela con movimientos rápidos, casi espasmódicos. Yo le acerqué mi boca a la punta de su capullo, esperando la descarga de su semen. Este no tardó en llegar en forma de chorro caliente y viscoso que me calló parte en la boca, en la cara, en el pelo, los ojos, manchó la tapicería del coche. Cuando hubo descargado todo su contenido, se lo relamí. Le pasé la lengua por todo su capullo aprovechando hasta la última gota de su semen.
Nos quedamos unos momentos sentados abrazados uno con el otro descansando. Como pudimos nos lavamos con unas toallitas humedecidas y recompusimos nuestras ropas. Me llevó a casa y nos despedimos para el día siguiente en el trabajo.
Cuando hubo terminado mi mujer de contarme su aventura, tenía yo la polla tiesa y dura. Le pedí que me la chupara, a lo que accedió gustosa. Me pasaba la lengua por el capullo y por los huevos. Despacio. Yo recordaba lo que me había contado y me la sacudía con fuerza. Con la otra mano se la acerqué a su coño y note que estaba todavía húmedo y mojado y se lo hice saber entre movimiento masturbatorios:
Todavía te huele el coño, so puta.
Si, y lo que seguirá oliendo.
Cuando me iba a correr le pedí que acercara su boca a mi polla. Descargué todo su contenido en su cara. Luego me pasó la lengua por el capullo y relimpió de semen toda mi polla.
-Te digo una cosa, tu polla gorda y grande es para mi coño, la polla de Pascual, larga y menos gorda para mi culo.
Abrazados uno en el otro nos dormimos.

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Todo asombroso