Video Relato

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Niña Lucía (Joan)

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Lucía recorría las calles con una sonrisa de oreja a oreja. La noche había salido redonda. El aire frío de la madrugada le acariciaba la piel, y se aunaba con el recuerdo de Joan para mantener los dos pezones de Niña Lucía erectos bajo la camiseta. La muchacha no podía evitar sentirse excitada al recordar a su compañero. Su ternura, su cariño... esa noche descubrió que había otra forma.

Llegó a su casa y se abrió paso a oscuras por el pasillo. Abrió la puerta de la habitación de sus padres y se metió dentro. Padre y madre dormían. Niña Lucía abrió uno de los cajones de la mesita de su madre y cogió una pequeña caja de medicamentos. Con ella en las manos, salió de la habitación y se metió en el baño.

Niña Lucíaobservó su imagen en el espejo. Tenía la melena deshecha completamente, el pintalabios medio borrado, y un brillo especial en los ojos que demostraba que eso, ahora, pasaba por ser lo que menos le importaba. Se tomó una de las píldoras y, de perfil ante el espejo, curvó su espalda para exagerar su vientre plano, que asomaba bajo la cortísima camiseta. Con una sonrisa pícara, Lucía susurró: "Nenes no, gracias".

Luego salió del baño, devolvió la caja de pastillas a su sitio, y salió de nuevo de la habitación de sus padres con un sigilo extremo.

I. Llamadas a medianoche

Niña Lucía se dejó caer en la cama. Antes de desnudarse, sin embargo, su móvil, que acababa de poner en la mesita de noche, empezó a vibrar silenciosamente, con la pantalla encendida. Niña Lucía sonrió y descolgó.

"Hola Joan"

"Hola, preciosa"

"Creí que no me llamarías"

"No querría que te olvidaras de mí"- Lucía sonrió al escuchar esas palabras.

"Ya. Me gusta escuchar eso... ¿Mañana tienes algo que hacer?"

"No. Pero haría lo que fuera por que quedáramos"

"No digas eso de 'Lo que fuera' que soy muy mala y puedes arrepentirte"

"¿Mala? Mentirosa, que estás más buena que el pan"

"jajaja... mira que eres adulón. Bueno, quedamos a las once y media en el parque de detrás del insti. Luego ya comeremos."

"Okéi. Hasta mañana entonces"

"Hasta mañana, mi rey"- Y colgó. Niña Lucía odiaba la típica conversación de las películas "cuelga tú" "No, cuelga tú primero"... Una despedida era mejor si cortaba el aliento y dejaba la miel en los labios. Todo era mejor si cortaba el aliento y dejaba la miel en los labios. Niña Lucía lo sabía bien.

La quinceañera devolvió el móvil a la mesita y comenzó a desnudarse. Se quitó la mini vauqera y a punto estaba ya de deshacerse de la camiseta cuando el móvil reclamó de nuevo su atención vibrando y temblando sobre la mesa. "Joan..." pensó sonriendo Lucía, pero cuando agarró el celular la sonrisa le desapareció. Estuvo a punto de no contestar, pero bien sabía que podía estar llamando durante minutos.

"Hola Ángela"

"Luci, ¿Qué te ha pasado hoy?"

"¿A qué te refieres?"

"¿Cómo que a qué me refiero? ¡Toda la clase sabe que te has tirado al Joan!"

"¿Y? También sabe toda la clase las veces que te has follado a Luis, a Pau, a Nacho... ¿Sigo?"

"¿Pero de qué vas, gilipollas?"

Lucía colgó. Estaba harta de Ángela. Estaba harta de ser la amiga de la niña buena de clase. Estaba harta de tener que pasar desapercibida para que ella brillara más. Estaba harta de todo. Y ahora, sabía, todo iba a empezar a cambiar. Iba a disputarle el título de más guapa a Ángela.

El móvil volvió a temblar. Lucía lo cogió sin descolgar. Tenía ganas de gritarle a Ángela tantas cosas... pero en vez de eso, sonrió con un brillo en los ojos. Acostada como estaba, estiró el elástico de sus braguitas y deslizó el móvil en su interior.

"Llama, puta, llama"- susurraba Niña Lucía mientras el móvil vibraba sobre su sexo.

II. Polvos a mediodía. PX.

Joan llegó a las once y cuarto al parque. Niños y ancianos aprovechaban el sábado para salir y disfrutar del aire puro. Los perros hacían suyo el césped a ladrido puro. Joan se sentó en un banco y esperó. Y esperó. Llegaron las once y veinte, las once y veinticinco... llegaron las once y media y la única compañía que tenía Joan era la del viento frío de la media mañana.

A las once y treinta y cuatro minutos, una boca se pegó al oído de Joan y susurró: "Ven". Joan botó del banco y se giró sólo a tiempo de ver cómo Niña Lucía se alejaba de él caminando con un femenino movimiento de caderas a cada paso. Los ojos de Joan se posaron, de nuevo, sobre el culo de Lucía, que resaltaba bajo los ajustados vaqueros. "Puede ser que Lucía no tenga tetas, pero con su culo es suficiente", pensaba él.

"¿Dónde vamos?"- preguntó el joven, cuando se puso a su altura.

"A mi casa. ¿Te apetece?"

Miles de cosas pensó Joan. Miles de imágenes cruzaron su mente. Miles de palabras se agolparon en su boca y, al final, de todas, sólo pudo decir:

"Sí"

La mano de Lucía trastabillaba con llave y cerradura intentando abrir la puerta. Le temblaban las piernas.Se le ponía la piel de gallina bajo la camiseta, allí donde Joan acariciaba con ardor. Suspiraba cuando el joven le besaba el nacimiento del cuello. La ajustada camiseta marcaba, sobre su torso plano, las manos de su pareja y los pezones erectos, abultados bajo la tela.

"Tranquilo, Joan"- se atrevió a susurrar un instante antes de meter la llave en el ojo de la cerradura.

Lucía abrió la puerta y, antes siquiera de entrar, se volvió y hundió su lengua en la boca de Joan. Se abrazó a él como si tuviera miedo de perderlo, lo aferró de la nuca mientras se desahogaba con ese beso todo pasión que Joan intentaba responder como podía. El joven estaba en el quinto cielo, los labios y la lengua de Niña Lucía eran un equipo perfecto que lo enganchaban, que le subían la temperatura com el simple roce y el intercambio de salivas... Niña Lucía besaba como una diosa.

Pasaron a la casa sin soltarse. El beso duró mientras cerraban la puerta, mientras avanzaban por el pasillo tirando en su camino uno de los cuadros de la pared... el beso duró hasta que llegaron al comedor. Niña Lucía se soltó y empujó a Joan hacia la pared.

"¿Tienes hambre?"- preguntó la joven.- "por que yo sí".

Y sin más, se arrodilló ante él y comenzó a desabrocharle los vaqueros. Joan, abrumado por la decisión que mostraba Lucía, no podía más que quedarse quieto y dejarla hacer... no halló otra cosa que hacer que abandonarse a la Niña Lucía que le bajaba los pantalones y calzoncillos y se amorraba a su verga, verga que se alzó rabiosa tras salir de su encierro. Joan sólo pudo depositar sus manos sobre la cabellera de Niña Lucía y dejar que le chupara la polla.

Niñá Lucía aferró en su mano el falo que se le ofrecía, erecto y rosado, y sin perder tiempo lo hundió en su boca. Hasta el fondo. El vello púbico de Joan le cosquilleó en la nariz, su glande parecía querer sumergirse en su garganta... Niña Lucía mamaba polla.

Gimió Joan. Las manos de Lucía agarraban, calientes y pequeñas, los muslos del joven, mientras su boca subía y bajaba sobre el tronco del chaval.

"Sí, Luci, joderrrr..."- ronroneaba Joan.

"Chupa, princesita, chupa"- Lucía recordaba. Otro tiempo, otra polla en su garganta, otro sabor amargo distinto del que ahora le subría la lengua...- "sigue, princesita, sigue chupando"- decía aquél hombre de los ojos grises y manos duras.

"Luci... ¿estás llorando?"- la voz de Joan la devolvió a la realidad. Como pudo, se enjugó las lágrimas y sacó la polla de Joan de su boca para contestar.

"No. No es nada..."- y, sin más, volvió a su trabajo.

Joan quiso detenerla, saber por qué lloraba, qué era lo que pasaba, pero no podía. Su cuerpo se negaba, su cuerpo no quería que Niña Lucía dejara de mamarle, arriba y abajo, la polla, que se contraía en pequeños espasmos de placer. Su cuerpo simplemente se relajaba mientras manos y lengua de Lucía hacían diabluras por su virilidad.

"Luci que me voy... Luci que me voy a..."- empezó a rumiar Joan.

"Vente".- contestó con lascivia Niña Lucía tras sacar la polla de su boca y seguir masturbando con rapidez a Joan.

"¡DIOS!"- el chorro de semen golpeó en la cara de Niña Lucía. Al primero le siguió otro, y otro, y otro, y así hasta que Joan se vació completamente sobre el cuerpo de la quinceañera.

"Veo que lo he hecho bien"- dijo ella sonriente, inspeccionándose la camiseta embarrada por chorretones del semen de su compañero.

Joan jadeaba, con las piernas temblando, sin poder engranar ni una palabra ni media. Como pudo, se dejó caer en el sofá, vestido sólo con la camiseta, mientras decía:

"Lo has hecho de putísima madre, Lucía..."- comentó, aún resoplando por el esfuerzo.- "¿Quién?... ¿Cómo?..."- Joan no sabía cómo decírselo, cómo enterarse de quién enseñó a Niña Lucía a mamar vergas.

"No ganarías nada sabiéndolo"

Niña Lucía lo dejó descansando y se fue hasta el baño, a limpiarse los restos de semen de su cara. Encendió la luz y se tropezó con su reflejo en el espejo. Le causó gracia el pequeño río blancuzco sobre su mejilla, desplazándose a su pelo, y los múltiples que decoraban su camiseta. Se mordió un labio con picardía. Luego, con dos dedos recogió el semen de su cara y se lo llevó a la boca. Saboreó la corrida de Joan hasta que todo lo que sus dedos llevaron desapareció por su garganta. El sabor agrio del semen la excitó.

"Serás puta..."- insultó, sonriendo, a su reflejo.

Niña Lucía se quitó la camiseta manchada y se limpió con un poco de agua los restos que quedaban de la materia de Joan. Así, con el torso desnudo, torso plano de pechos nimios, volvió al comedor, para encontrarse con Joan en la misma posición de antes, ya recuperado el aliento.

"Ahora me toca devolverte el favor... ¿No?"- sonrió el joven al verla llegar, atractivamente desnuda de la cintura para arriba.

"Otro día, carinyet..."- contestó alegremente.- "Ahora me siento vacía y quiero que me llenes".- siguió diciendo, mientras se desabrochaba los vaqueros.

La verga le volvió a brincar a Joan. ¿Cómo era posible que permaneciera tan aparentemente inocente después de lo que decía y hacía? Niña Lucía, y él tuvo constancia entonces, era especial.

Niña Lucía bajó la cremallera y Joan adivinó unas braguitas blancas bajo el pantalón. Se levantó y caminó hacia Lucía. Cuando llegó a ella, la quinceañera ya se había quitado los pantalones y quedaba vestida únicamente con las blancas braguitas de niña.

Llevado por la pasión, Joan cogió a la joven en brazos, haciendo que lanzara un grito de sorpresa al verse alzada del suelo tan violentamente.

"¿Dónde está tu cuarto?"- dijo Joan, con Lucía en brazos, mirando al pasillo.

"Vamos al cuarto de mis padres, el del fondo, es más... morboso ¿No crees?"- Contestó ella con una sonrisa provocativa.

"Sí creo."

¿Qué iba a contestarle? Cuando Niña Lucía hablaba, Joan lo creía todo, como si decía que la nieve es negra. También la hubiera creído. Niña Lucía era un diosa y Joan, su fanático número uno. Niña Lucía era su diosa y sus palabras eran sagradas.

Joan lanzó a su hermosa diosa compañera a la cama. Poseído por la pasión irracional, él fue detrás, y no tardó más que un par de segundos en hacer desaparecer las bragas del cuerpo de Niña Lucía. De nuevo pudo verla, desnuda e infantil sobre una cama, y un escalofrío le embargó. Era tan bella... lejos de ser una desventaja, la escasez de sus pechos hacía a Niña Lucía aún más inocente, aún más niña, aún más atractiva.

Llenó de besos su boca, y bajó por su cuerpo, le besó cpn glotonería los pechos, las aureolas, los pezones, descendió hacia el vientre saboreándole la piel. Niña Lucía suspiraba. Joan abrió las piernas de la joven y acercó su boca al coñito húmedo.

"no, Joan, no..."

"Sshhhhh... calla y disfruta"- contestó él.

Besó el clítoris y a Niña Lucía se le escapó un gemido. Lamió toda la hendidura, paladeó gustoso el néctar que se allí emanaba, introdujo nada más que la yema de un dedo y un gritito de Niña Lucía le animó a seguir.

"Por favor, Joan..."

Joan se desentendía de lo que Lucía pudiera decirle. Él estaba ocupado lamiendo, succionando el sexo que ante los ojos se le ofrecía. Seguía ocupándose, con toda la habilidad que disponía, qu , aun sin ser mucha compensaba con un afán desmedido por el placer de su compañera, del sexo mojado de Niña Lucía.

"Por dios Joan... metémela. Metémela que me muero"- suplicó Lucía.

Joan la miró a los ojos. Le brillaban las pupilas, se le encendían de lascivia y parecían mucho más hermosas. Obedeció la orden. Se encaramó por el cuerpecito delgado de la quinceañera y apuntó su sexo a la raja de Niña Lucía. Acarició con su glande los labios del coñito de la joven, para impregnarlos de su humedad, antes de penetrarla.

Niña Lucía exhaló un largo suspiro cuando Joan lo hizo. Lentamente, su polla joven y dispuesta se adentraba en las profundidades de su coño.

"Mmmmmmm"- gimió la joven quinceañera, cuando sintió que las dos caderas chocaban.

Niña Lucía abría las piernas, abrazaba la espalda de Joan y buscaba sus labios para apagar en ellos todos los gemidos que le estaba causando su sexo hambriento y atravesado.

Joan taladraba, con la mayor velocidad que podía, el sexo de Lucía, que parecía envuelta en una nube de placer que le sacudía el cuerpo. A cada gemido de sus labios carnosos le seguía una nueva penetración. Lucía clavaba sus uñas en los hombros de Joan, que no cesaba en sus movimientos sobre ella.

"ah"- Niña Lucía abría los ojos, se tensaba todo su cuerpo. Sentía agudizarse las sensaciones de su cuerpo. "ah"- intentó buscar agarre, alguien que parase la enloquecida noria de su mundo.- "ah"- se sintió volar, subir y volar con los pájaros.- "¡Aaaahhhh!"- el orgasmo la azotó con una fuerza insospechada. Cada músculo se estremeció en el clímax.

"Espera, Joan... espérate, por favor"- dijo en un suspiro, cerrando los ojos para disfrutar tranquilamente de los últimos estertores del placer absoluto que la atacaba.

Joan se detuvo. Dejó que Lucía disfrutara de su orgasmo, tan merecido. Dejó que cerrara los ojos y se abandonara al placer, que se dejara caer, vencida, sobre la cama, yerta y sonriente como una muñequita.

"Me estoy enamorando de ti..."- le susurró Niña Lucía al oído de Joan, mientras se incorporaba sobre la cama.- "No tengas piedad..."- le dijo, colocándose a cuatro patas y ofreciéndole una soberbia grupa en la que montar.

Joan no se lo pensó dos veces, se quitó la camiseta, agarró el culo perfecto de Lucía y, de una estocada, clavo su polla de nuevo en lo más hondo de su sexo, arrancando un grito de la boquita de niña Lucía.

"¿Te he hecho daño?"

"No. al revés. Sigue dando, mi rey".- De nuevo, como si no pudiera hacer otra cosa, Joan obedeció a Niña Lucía.

Embistió sobre la grupa de la joven, y Lucía respondió gimiendo. Llevado por la perversión, Joan no dudó en azotar indiscriminadamente las nalgas de Niña Lucía.

"¡Ay!"- se quejó ella.

"¿Paro?"

"No"- la respuesta categórica fue suficiente para que Joan diera rienda suelta a sus instintos más innobles. Golpeaba y penetraba. Penetraba y golpeaba. Al choque de caderas le seguía el choque de su palma sobre el culo de Lucía, que empezaba a enrojecerse. Joan jadeaba, se le cortaba la respiración cuando Lucía contraía su coño para apretarle la verga. El cielo no estaba por encima de las nubes. El cielo estaba en el coño de Niña Lucía.

Joan se echó sobre la joven para besarle el cuello, para pegarse a su oreja y avisarla:

"Me voy a correr dentro de ti"- susurró.

"Da igual. Tú sigue."- contestó enloquecida Niña Lucía.

Joan ya no respiraba. Aguantaba como podía el aire en sus pulmones y la corrida en su polla para llegar junto con Lucía. Él lo sentía. Ella estaba cerca. Con un grito de triunfo y placer, los dos acabaron al tiempo. Los fluidos estallaron y se derramaron en el sexo de Niña Lucía. El ardor de sus entrañas se extendía ahora también a los calientes líquidos que la llenaban.

III. Fantasmas del pasado

"No me he puesto el condón"- susurró Joan.

"Da igual. Tengo píldoras"- respondió ella, besando el beso que su pareja le extendía.

Se abrazaron sobre las sábanas, sin más entretenimiento que mirar la mirada del otro. Hasta que a los oídos de Lucía llegó un sonido. Un motor.

"¡Mis padres!"- Lucía saltó de la cama. La costumbre la había hecho aprenderse el sonido del coche de sus padres. Se asomó a la ventana y lo vio, ante la puerta del garaje.- "¡Vístete, rápido!"

Joan recogió la camiseta y se la puso. Corrió por el pasillo y se vistió como pudo con los calzoncillos y los vaqueros que había dejado allí. Mientras, Niña Lucía, se encargaba de adecentar nuevamente el cuarto de sus padres e ir a su cuarto a vestirse.

Se despidieron a la carrera, con un beso en los labios que, por la prisa, no pudo ser todo lo pasional que querían. Joan bajó las escaleras a saltos, con el corazón temblándole en el pecho. En el patio, se cruzó con tres personas. Dos hombres y una mujer que charlaban entre sí. Supuso que serían los padres de Niña Lucía y algún amigo del matrimonio. Saludó tímidamente y salió por la puerta.

Los padres de Lucía tocaron al timbre de la casa justo cuando ella acababa de rehacer la cama donde acababa de follar con Joan. Tras calmarse un poco ante el espejo, Niña Lucía abrió la puerta. El "Hola, papás" que iba a decir a modo de saludo murió en sus labios cuando vio quién los acompañaba.

"Hola, princesita. ¡Hay que ver lo que has crecido! Estás hecha toda una mujer"- le dijo aquél hombre de los ojos grises.

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Todo asombroso