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Paolita una novia impaciente

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PAOLITA UNA NOVIA IMPACIENTE

Estoy escribiendo después de varios meses para continuar narrándote mi vida. Durante este tiempo me han pasado muchas cosas y espero contártelas en mis próximas entregas.

Como recordarás en el verano de 2006 tuve la suerte de tener entre mis brazos a Danielita, una preciosa vecinita con la que había hecho amistad y que tuvo la exquisita idea de regalarme su virginidad vaginal y también la anal; sin embargo, eso provocó que su madre me denunciase de seducción y terminé pasando algunos días en la cárcel; pero, afortunadamente pude salir libre del lío; sin embargo, el escándalo no pudo evitarse y los medios de información y las "brujas" de mis vecinas dijeron de mí lo cierto y lo falso exagerando hasta lo inimaginable.

Por ello, cuando quedé libre tenía la sospecha de que ningún padre en su sano juicio matricularía a sus hijos en mi colegio; además, temí que Angélica, mi esposa, con quien ya nos encontrábamos separados seguramente aceleraría los trámites de nuestro divorcio. Pero, la diosa fortuna, quien siempre me sonríe, esta vez tampoco me abandono.

El día que me reintegré a mis labores recibí con sorpresa el informe de que el índice de alumnos matriculados había superado las metas previstas. ¿Qué había pasado? Al parecer los padres no estaban enojados conmigo y por el contrario me veían con cierto admiración por haberme llevado a la cama a una muchachita tan rica como Danielita y por haberla "complacido" tan bien que la chica se había revelado inclusive contra su familia por defenderme; por otro lado, las madres –a pesar de haberme criticado, juzgado y hasta condenado- me miraban con cierto morbo; ya que en el escándalo se había especulado mucho sobre mis… digamos "DOTES amatorias".

La noticia me resultó sumamente grata y no pude menos que recuperar mi sonrisa. Más aún cuando al inaugurar el año escolar vi entrar a mi Angélica de la mano de mis dos hijos en un claro indicio por acercarse a mí. Entonces noté que aún la amaba, que lucía espléndida y que estaba más hermosa cada día. Sin embargo, el destino nos tendría otros planes reservados.

Pasaron los días y después del primer mes de clases, María, nuestra profesora del Nivel Inicial en los últimos tres años renunció a su puesto por razones familiares y eso provocó el malestar entre nuestros padres clientes; pero, Angélica, con su innato carisma nos ayudó a calmarlos. Primero, porque se hizo cargo del aula y segundo porque se ofreció a buscar a una Maestra sustituta.

Si su solución fue excelente; su elección de la nueva Maestra lo fue mucho más, pues, la profesora que contrató estaba buenísima, simplemente deliciosa. Una linda criatura de nombre Paola. Su edad 22 años y sus atributos físicos y profesionales eran de primera calidad a pesar de ser recién egresada.

Al conocerla no pude evitar admirar su esbeltez y la frescura propia de su juventud y ese aire intelectual tras el que creí advertir una sensualidad escondida. Sospecha que poco después comprobé.

Desde los primeros días descubrí su escrupulosa puntualidad y eso nos permitió desarrollar un cierto nivel de confianza; ya que como ambos llegábamos temprano siempre acabábamos conversando. Por supuesto, que al comienzo sólo tratábamos temas laborales; pero, poco a poco nos fuimos confesando y acabamos por tratar asuntos personales.

Así fue como me enteró que tenía un enamorado llamado Juan con el que sostenía un romance desde que ella estaba en secundaria; pero, con el que hasta ese momento no se había acostado. Por supuesto que no por decisión suya; sino, más bien porque él así lo quería. Al parecer Juan era parte de un grupo parroquial y creía que la virginidad debía conservarse hasta el día del matrimonio. La idea de Juan era muy buena, digna de un gran y sonoro aplauso y también digna de imitar; pero, había olvidado algo muy importante: las necesidades y apetencias de su chica, que al igual que la gran mayoría de jovencitas, hoy en día han sincerado su sexualidad y ya dejaron en el pasado la represión de antaño y ahora quieren disfrutar del sexo con la misma libertad con la que siempre lo hemos hecho nosotros. Por lo menos ese es mi punto de vista y así se lo hice saber.

Paola fue demostrándome poco a poco que sus ganas por disfrutar del sexo eran cada vez más urgentes y que por lo visto yo estaba en sus planes. Podía notarlo cada vez que caminaba alejándose de mí mientras bamboleaba sus preciosas caderas de un lado para el otro, cada vez que nuestros ojos se encontraban y dejaba caer sus párpados con suavidad, cada vez que jugueteaba con sus cabellos con esa innata coquetería suya y más aun porque cada vez que conversábamos los temas que tratábamos siempre terminaban en confesiones íntimas y calientes mas de parte suya que mías.

Por entonces no comprendía a que se debía que se hubiese fijado en mí; pero, más adelante ella misma me confesaría que más de una de las madres de sus alumnos le habían contado que durante el escándalo con Daniela se había dicho que mis "capacidades amatorias" eran poco más de lo convencional y que eso sumado a la manera en que yo le hablaba le había despertado el morbo con hacerlo conmigo; pero, que finalmente el destino jugó un papel preponderante.

Como ya te había mencionado nuestra cercanía se fue desarrollando a raíz de que empezamos a llegar temprano; pero, se fue fortaleciendo con detalles como por ejemplo, lo que ocurrió el viernes 28 de abril.

Ese día teníamos un almuerzo por el Día del Trabajador, que se celebraría lunes 01 de mayo y hasta entonces yo dudaba en si realmente yo le gustaría a Paola o sólo era mi equivocada percepción; pero, cuando durante la reunión Paola no dejaba de mirarme a pesar de que Angélica estaba presente y cuando se atrevió a acariciarme el cabello disimuladamente en el momento en el que me ofrecía un bocadillo; confirmé mis sospechas: Realmente Paola se sentía atraída por mí y yo no dejaría pasar esa deliciosa oportunidad de llevarme a la cama a esa rica muchachita.

Lamentablemente Angélica también lo notó y no tardó en demostrar sus celos vertiéndole un vaso de gaseosa en la falda al tiempo en que le decía "Ay, disculpa Paolita; pero, así se te bajará un poco el CALOR que al parecer tienes".

Después de éste incidente Angélica se marchó aprovechando que ya todos empezaban a despedirse; mientras que Paola salía al baño para limpiarse un poco. Yo me sentí un poco incómodo frente a los pocos que quedaban; así que dejé la sala de reuniones y me encerré en mi oficina de Director esperando que todos se marchasen.

Pasados algunos minutos salí y subí a mi auto con la idea de dar unas vueltas; pero, al hacerlo me di con la sorpresa de que Paola estaba a unos metros esperando un taxi. No dudé en acercármele y ofrecerme a llevarla y ella aceptó.

Al subir noté la humedad de su falda y no pude menos que comentárselo:

Tu… falda está húmeda –y ella sacudiéndola un poco dijo:

Sí, y está fría.

Uy, pobrecita.

Ni se crea don Martín aún sigo calentita (esta en alusión al comentario de Angélica), ambos reímos de su ocurrencia y continuamos la marcha.

En el camino no pude evitar verle las piernas hasta la altura de sus rodillas y así comprobé lo bien torneadas que las tenía.

Pasados algunos días, el viernes 12 de mayo, como de costumbre en la escuela teníamos la actuación en homenaje a las Madres y todo transcurría con normalidad hasta que de repente noté que Paola estaba un tanto intranquila; así que, cuando terminó todo fui a buscarla y me la encontré con un mozalbete de menos de 30 años correctamente vestido y al que me lo presentó como Juan. No como su novio; sino, simplemente como "Juan". Por supuesto que no iba a quedarme con la duda; así que al tiempo de darle la mano se lo aclaré:

Entonces, tú debes ser el famoso novio de Paolita. – al muchachito se le dibujo una amplia sonrisa y asintió-

Así es señor.

Después de los saludos de cortesía los dejé solos; pero, me dejaron la impresión de que las cosas no andaban del todo bien entre ellos; sin embargo, ese no era mi asunto y decidí alejarme de Paola, inclusive opté llegar temprano y encerrarme en el despacho.

Todo iba según mis planes hasta que llegó el jueves 25 de mayo, Día de los Jardines de Infancia, y Paola había organizado por la ocasión un Festival de Comidas Peruanas. El evento fue todo un éxito. Paola se lució con la organización y el desarrollo de la actividad; pero, yo me mantuve a distancia para alegría de Angélica.

Terminado todo regresé a mi despacho y, una vez que Angélica se había marchado, mi secretaria me avisó que la Profesora Paola me buscaba:

mmmmm me siento como una gata que atrapó a su ratón –empezó diciendo-.

¿Así…? pues, ten cuidado, no sea que el ratón acabe comiéndose a la gatita. –ambos reímos y continuamos.

Paola había reservado para mí una porción de Juane de Pollo y no perdió la oportunidad para darme la primera cucharada en la boca; mientras me miraba muy de cerca a los ojos. Yo deglutí rápidamente el bocado, me acerqué a ella y probé por primera vez la frescura de sus delgados labios.

Nuestro beso se prolongo unos minutos más aún después de que me puse de pié y la cogí por el talle. Paola no tardó en colgarse de mi cuello y fue entreabriéndome sus labios como respuesta a la intromisión de mi lengua hasta dejar que ésta hurgase en su boquita. Al principio Paola se mostró un poco inexperta; pero, luego fue soltándose y acabó correspondiendo a mi pasión.

Aquella mañana mi linda Paola había lucido el buzo de la escuela (que por cierto le quedaba precioso); así que no me fue difícil meter mis manos en su pantalón de elástico hasta alcanzar sus apretadas nalguitas cubiertas parcialmente por la tela de su tankini (que es un calzón pequeño muy famoso entre las jovencitas del Perú).

Al principio Paola reaccionó asustada e hizo el intento de zafarse; pero, yo intensifiqué mis besos y me aferré a sus nalgas y acabó por dejarse llevar por el placer; y, vaya si lo disfrutó, pues, empezó a menearme la cola y jadear con gran placer que tuve que soltarla para que se calmase.

La verdad que no me extrañó, pues, cuando a una muchacha se le reprime sexualmente acaba por "desbocarse" en cuanto se le presenta la oportunidad. Por ello, es que me reclamó:

¡Don Martín, no puede dejarme así!

Por supuesto que no Paolita; pero, aquí no podemos seguir.

Recogí mi saco y tomándola por el brazo la conduje hasta mi auto sin decir nada aprovechando que la secretaria no estaba en su escritorio.

Cuando subimos al auto noté que las mejillas de Paola estaban encendidas y pensé para mis adentros "Pobre palomita; pero, ya es hora de que te de tu alpiste".

Iniciamos la marcha y ella iba muy nerviosa. A mitad de camino tomé su mano y comprobé que las tenía heladas.

¿Te sientes nerviosa?

Si, un poco.

¿Quieres continuar?

Si, don Martín… quiero hacerlo.

Sin más comentarios continuamos la marcha y empecé a sentir que mi falo se erguía amenazante de tan sólo pensar en que en apenas unos minutos estaría atravesando nuevamente a una joven virgen, que en unos pocos instantes estaría rompiendo el himen de otra linda chica y que esa misma tarde lo tendría enrojecido y manchado gracias a la virginidad de Paolita.

Al poco rato estábamos en mi casa y gracias a la presencia de mi viejo jardinero José, quien muy solícito la saludó mientras cultivaba algunas rosas; Paola aceleró la marcha y pronto estuvimos dentro de la casa, aunque noté su nerviosismo al verla como apretaba con su mano la correa de la cartera.

No podía correr riesgos así que acercándome a ella, a pocos centímetros de la puerta de entrada, empecé a besarla mientras que con mi mano acariciaba su espalda y con cierta presión obligaba a sus pechos a apretarse a mi cuerpo procurando que sintiese mi calor.

No tarde en calentarla nuevamente y cuando la sentí a punto la cargué en mis brazos y sin dejar de besarla la conduje hasta mi alcoba, subiendo por las escaleras, en donde terminaría con su doncellez.

Cuando estuvimos allí la bajé en medio de mi recámara y ella rompió el silencio diciéndome:

Creo que me daré un duchazo –entonces, sin dejar de mirarla a los ojos; me quité el saco, desaté mi corbata y caminando hasta ella cogí su rostro entre mis manos y le respondí:

Tu duchazo… puede esperar…; pero, yo… no…

Claro que en cada intervalo iba dándole besos cortos y al terminar de hablar mi beso se prolongó.

Paola a esas alturas estaba a mi merced, yo sabían que aún sentía ciertas dudas; por ello, en todo momento procuré demostrarle que yo tenía el control de la situación.

Mis besos fueron intensificándose y no tarde en dejar que mi lengua explorase su boquita por segunda vez en esa tarde. Eso volvió a enloquecerla igual o más que cuando estábamos en mi oficina; pero, esta vez yo no estaba dispuesto a retroceder; así que, aprovechando su excitación levanté su polera por los bordes y dejé su torso cubierto tan sólo por su apretado sujetador por el que se desbordaban sus preciosas tetas.

Ante tal maravilla empecé a besar y lamer su cuello saltando de rato en rato a sus orejitas mientras con una de mis manos acariciaba sus senitos. Esta maniobra me permitió descubrir que esos eran algunos de sus puntos de excitación. Por ello, es que luego de aprovecharlos convenientemente empecé a descender haciendo zigzagueos con mi lengua; partiendo desde su cuello, pasando entre sus dos tetitas hasta quedar de rodillas frente a su vientre.

A esas alturas de la faena, las piernas de Paolita estaban temblorosas; así que, sin más perdida de tiempo jalé de su pantalón y el elástico, muy cómplice de mis intenciones, bajó algunos centímetros su tanquini colocándola a Paola en una… digamos… embarazosa situación, que ella resolvió subiéndose el calzón de prisa.

Aquella situación despertó más mi lívido y sentándola sobre el borde de mi cama me deshice de sus pantalones, de sus zapatillas y hasta de sus medias; dejándola únicamente cubierta por su lencería blanca que terminó por enloquecerme… Días después me dejaría fotografiarla con su misma ropita, digamos para el recuerdo.

Mientras aún la observaba me liberé de toda mi ropa hasta quedar únicamente en calzoncillos. Paola se veía nerviosa aunque expectante; así que me recliné por detrás de ella permitiendo que el paquete de mi falo (cubierto aún por la tela de mi calzoncillo) rosase con los cachetes de su culito. Entonces comencé a besarla con dulzura por su cuello y por sus hombros, sin demostrarle mi ansiedad. Ella giro su cabeza ofreciéndome sus labios y los besé intensamente mientras que mi mano recorría su pierna; primero desde su muslo hasta su nalga y luego sirviéndome para llegar a su vientre lizo, plano y virginal.

Toda esta estimulación no podía tardar en darme resultados; así que pronto se decidió a llevar su manito hacia atrás y comenzó a tantear a mi verga por encima de la tela de mi calzoncillo. Su jugueteo con mi polla nos encendió a ambos mucho más; ella empezó a estrujármela con más ganas y yo me decidí a desprender el broche de su sostén para poder "comerme a besos" esas riquísimas tetas de Paolita.

Sus pezones estaban erguidos al máximo y sus ganas por follar habían llegado a donde yo quería, a esas alturas sus jadeos eran inocultables y el vaivén de su vientre era de lo más calentorro. Entonces me puse frente a ella y la despojé de su última prenda: su delicado tanquini blanco.

Tal como lo esperaba, bajo esa delicada tela me aguardaba intacto un precioso coñito casi despoblado de vellosidad. El regalo que me aguardaba era fabuloso y no pude menos que agradecérselo con un tierno beso en sus labios; mientras que mi diestra cubría en su totalidad aquella tibia cavidad femenina que estaba presta a conocer el rigor de un palo bien erguido y caliente.

Paola respiraba profundamente; pero, con dificultad; mientras que mi mano percibía en sus labios vaginales una predecible humedad.

Creí innecesaria una caricia bucal a ese coñito que evidentemente estaba más que dispuesto para la cópula; sin embargo, fiel a mis hidalgas costumbres me incliné para honrar su doncellez dándole un profundo beso y un preciso lengüetazo que produjeron el orgasmo que yo andaba esperando para que la intromisión de mi miembro no le causase daños mayores o molestias innecesarias.

Mi chiquitina estaba aletargada, con sus piernas extendidas y lánguidas; así que se las besé y se las acaricié, para luego asírselas con mis manos por sus curvaturas y abrírselas lo suficiente hasta dejar a su pequeño agujerito a mi disposición.

Sus labios vaginales lucían en ese momento un rosado tentador y un brillo seductor que elevaron mi lívido y mi erección a su máxima expresión. Ella parecía un delicado e inocente angelito sumido en un profundo sueño y mi miembro resplandecía brilloso y con su cabeza amoratada, ansioso de entrar en acción y probar el placer de una buena desfloración.

Doble sus preciosas piernitas hasta que sus rodillas toparon con sus tetas y enfilando mi tieso aparato empecé ese delicioso viaje en el interior del cuerpo de esa virgen mujer.

Apenas había empezado a penetrarla comencé a sentir ese agradable calorcito que salía del interior de su fresca conchita. La cabeza hinchada de mi falo estaba entonces a punto de reventar con tan sólo de sentir como esos palpitantes labios de su coñito la apretaban, como si con cada apretoncito le pidiesen a mi verga que entrase con cuidado para no hacerle daño; pero, yo estaba consiente de que debía comportarme a la altura de las circunstancias y me supe controlar.

La adorable Paolita a esas alturas tenía sus hermosos ojitos apretados al igual que sus dientes; mientras que sus manitos estrujaban los extremos de mi almohada en un claro intento por soportar un dolor que aun mi herramienta no le estaba causando en el avance a su interior; por supuesto que allí estaban presentes dos factores: Primero, el tonto mito de que por su edad los tejidos de su himen estaban más resistentes haciendo imposible la penetración; y, en segundo lugar, los terribles conceptos infundados que condicionan a las mujeres que la desfloración es muy dolorosa.

Si bien es cierto a muchos de nosotros, los hombres, nos excita el que una virgen chille y bote su sangrecita; tampoco se trataba de convertir su primera vez en una violación. Así que decidí poner remedio al asunto y le dije:

Cálmate, mi Paolita, vamos a hacer de esto algo rico para los dos.

Ok, don Martín.

Así que la levanté (cópiense la técnica), me senté en el borde de la cama y la hice arrodillarse sobre a mí. De modo tal que su culito quedaba sobre mis muslos, sus rodillas descansan sobre la cama, sus piernitas estaban bien abiertas y su coñito desprotegido y abierto permanecía justo frente a mi verga.

Una vez acomodados la hice colgarse de mi cuello para besarnos; mientras que con mi mano guiaba a mi herramienta para que el glande juguetease con su clítoris. Eso indudablemente la calentó bien y cuando la sentí bien mojadita lo puse frente a su estrada, la sujeté de sus nalgas, las acaricie un poco y la envestí de un solo empujón. Mi verga se deslizó suavemente desgarrando sin mayor esfuerzo su himen y ella sólo emitió un "¡hyyyyyiii…!" muy quedo y nada más.

Por supuesto que no me apuré, dejé mi miembro bien adentro suyo y esperé a que las contracciones de su vulva cesasen para empezar a moverme; mientras tanto no dejé de basarla y de acariciarle el culito con una mano y con la otra sus tetitas, para que la estimulación de sus zonas erógenas disminuyese cualquier malestar.

Paolita se relajó y no tardó en empezar a menearme su colita facilitando a mi falo entrar y salir de su huequito. Ese delicioso movimiento no tardó en intensificarse y sin tener que explicárselo pronto la tuve saltando como una experta sobre mi falo y diciendo lo que sentía, que bajo otras circunstancias, jamás se hubiese atrevido a confesar:

¡Qué rica trolota tiene, don Martín, mire como se la como, mire, mire…!, ¡Qué rico que me entra!, ¡Muévamela así, muévamela así, así, asiiii….!

Paola cogía sus cabellos los estrujaba y saltaba sobre mí haciendo que sus tetas rebotarán frente de mi cara. La escena era exquisita y yo lo estaba pasando de lo mejor.

Después de algunos minutos la cogí por la cintura, la levanté, la puse sobre la cama y me fui sobre ella para metérsela a mi velocidad. A partir de allí el desenfreno fue total, Paola estaba gozando como se lo merecía por tantos años de espera al lado de un novio que no la sabía entender.

Las poses que siguieron a partir de allí fueron distintas; pero, en todas cuide de que sintiese un gran goce. Por supuesto que yo también la estaba pasando de maravillas y sentía que ya no aguantaría mucho más así que se lo hice saber; pero, ella me dijo que quería que se lo echase adentro y yo no estaba allí para defraudarla así que me corrí abundantemente dentro de su chuchita; mientras que ella me abrazaba con todas sus fuerzas atrayéndome hacia sí.

Ambos quedamos aletargados y no hubiésemos despertado tan pronto sino fuese porque su móvil nos despertó.

Paradójicamente era Juan, "su novio", quien la llamaba para saludarla por el Día de los Jardines de Infancia; ella se excusó pretextando que estaba en una reunión y le colgó.

Después de eso temí una escena de arrepentimiento; pero, no fue así. Paola me explicó que el día en que me lo presentó, él había ido a su casa para pedir su mano porque estaba a punto de irse de viaje por diez meses, y que ella le había pedido que antes de irse le hiciese el amor; pero, que él se había negado, ante lo que ella le había advertido que entonces lo haría con otro, a lo que él le había respondido muy suelto de huesos que si eso ocurría él la entendería. Más imbécil no se podía ser.

Mis encuentros con Paola se repitieron muchas veces y Angélica no tardó en enterarse de lo que existía entre los dos. Eso provocó que me presentase su carta de renuncia y no tardó en conseguir un trabajo en una ONG.

A los pocos meses se le presentase un viaje a Iquitos, viaje al que me pidió llevar a nuestros dos hijos. Por supuesto que yo acepté creyendo que era una buena oportunidad para que conociesen la selva; sin embargo, un horrible accidente acabó con sus vidas el lunes 11 de diciembre de 2006.

Aquellos fueron los peores momentos de mi vida. Tanto así que caí en una depresión de la que aún no logro reponerme del todo.

Paola me ayudó mucho en aquellos días; pero, su novio regresó antes de lo previsto y para el viernes 23 de febrero se estaban casando, no te equivocas VESTIDA DE BLANCO. Yo fui su testigo.

Después de la muerte de Angélica y de mis dos hijos pensé que la historia de este Caballero Azul se había terminado; pero, no fue así… la historia al igual que la vida continuaron.

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Todo asombroso