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Por los mitos del matrimonio

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Llevábamos tiempo teniendo unas relaciones cada vez más frías. No me malentiendan, nuestro matrimonio era hasta cierto grado un lugar cómodo para nuestra relación. Hacíamos el amor con alta frecuencia (2 a 3 veces al día). Quiero decir, no por mi interés, sino por el de él que siempre me veía atractiva, sensual y deseable.

Esta historia es hasta cierto punto una crítica a los preceptos que nos enseñan desde chicos. Los principios de las personas siempre los remiten a lugares comunes como los siguientes: que la rutina transforma el deseo y lo decrementa. Que si se busca algo, es porque no lo tiene en su casa. Que si tiene amor en su casa, no tiene porque ir a buscar nada en otro lugar. Que el matrimonio exige que se mantenga la fidelidad a toda costa. Que una buena relación de matrimonio asegura la fidelidad eterna. ¡Méntiras!

Pues esas son palabras que la vida confronta a cada momento. Y para mostrar mi afirmación contaré mi experiencia propia.

Tuve que hacer unos cursos de actualización y en ellos conocí a un profesor de nombre Alejandro. Para ellos fui con mi marido a recibir por 6 meses clases tres veces a la semana. Ese hecho me puso a contrastar todas las creencias absurdas de esta sociedad con la vida misma.

El hombre era todo perfecto, mientras pasaba dos horas explicando cada uno de los temas, yo recreaba mi vista con cada parte de él. Miraba su trasero, miraba sus manos, miraba sus labios, miraba su cara. Pero también me imaginaba cómo sería un beso suyo, cómo sería el tamaño y el grosor de su pene, cómo sería restregar mis pechos en su cara, en su cuerpo, cómo sería encerrar ese imaginario pene entre mis pechos hasta que él terminara en medio. Cómo sería tener atrapadas mis nalgas o mis pechos por las manos de este caballero, cómo sería ser masturbada hasta el éxtasis con esos bellos dedos de macho.

Todo esto mientras mi esposo y los demás asistentes se distraían con cada palabra de este profesor. Tanta imaginación me dejaba levemente húmeda mi entrepierna y un poco obnubilada mí conciencia. Ello me obligo de manera irracional a buscar llamar su atención. Primero con mi vestido, cada vez más sugerente aunque serio. Luego, con la atención a la forma de mi cuerpo: que los masajes, que no subirme de peso (aunque soy delgada, me aterraba que me pasara un gramo y que él pudiera notarlo), que el color de mi cabello, que el tamaño y la forma de mis tetas, que el cuidado de mis manos, que el color de mi piel y la forma de mis piernas. Hasta me depilé toda mi vagina por que en mis sueños pensaba que si se diera la oportunidad de copular, él no viera ni el mínimo pelillo y pudiera degustarla toda.

Ingenuamente mi marido no se daba en cuenta de mis cambios. Aunque debo reconocerlo, yo tampoco. Incluso llegué a rechazarlo con agresividad en las noches en las que me pedía mis favores sexuales. Yo tenía mi pensamiento en otro lugar.

Llevaba días en los que cada vez que terminaba la clase yo buscaba cualquier pretexto para estar a su lago. Un día, al terminar una clase me dijo que lo acompañara a otro edificio para tramitar un procedimiento. Yo muy halagada por decidir ir conmigo, me alcance a ruborizar un poco, pero fui. Rápidamente le di una disculpa a mi esposo y me marché con él.

Llegamos al edificio y entramos al ascensor. Pulsó el botón 7 para llegar a la oficina deseada. Cuando se cerró la puerta, sus intensos ojos me miraron y casi me doblegaron por completo. Acto seguido se acercó a mí y me beso. Fue un beso sensual, lento, tranquilo, seguro, delicioso. Quede a sus pies. Sólo atine a decirle "... Y eso?"

Nunca esperé una respuesta. Pero esto cambió mi vida.

Desde ese momento ya no era ese gustillo por este hombre: Era la razón de mi vida. Era la razón de terminación con mi esposo, con mi familia. Era la razón para mantenerme linda, para comprar la ropa, para cambiar mi peinado. Soñaba como sería hacer el amor con él. Me tenía seducida este personaje. Mientras mi marido me utilizaba sexualmente, mi mente volaba a un mundo imaginario dónde le entregada todo mi amor, mi sexo, mis más bajas pasiones.

Con mi marido al tener sexo, armamos escenarios imaginarios dónde todo es posible. Ahora yo tenía el mío propio y mentía cuando estaba penetrada por él para lograr sentirme clavada en una verga deliciosa, dura y digna de ser recibida por cualquier parte de mi cuerpo, la de Alejandro.

Recuerdo que hacíamos citas "normales" para tomar un café, para almorzar y aunque nada sucedía, yo llevaba rigurosamente depilada toda mi vagina, perfumados mis senos, escrupulosamente limpio mi ano, mi boca. No quería que él llegue a tener la mínima duda en caso de terminar en la cama. El día anterior a esas citas yo estaba nerviosa, no deseaba a mi marido (aunque lo sigo amando intensamente), pero quería guardar esas hormonas de manera secreta para cuando estuviera cerca a él.

Bastaba que él me lo propusiera y sería su puta privada.

Le mentía a mi marido. Y en la medida que mi obsesión se hacía más grande, mi vida giraba sobre mis infieles fantasías. Esto significó que cada vez fuera más atrevida: llevaba más alta la minifalda, más pequeños los panties, más sugerente el brasier, todo dentro de la atmósfera de la intimidad, porque al salir a la calle, todos verían un abrigo que cubría mi deseoso y esclavo cuerpo. En los momentos previos a nuestras citas yo hasta buscaba cualquier lugar para masajearme lentamente el clítoris, entraba mis dedos sabiendo que cuando le diera la mano le pasaría mis jugos secretamente. Llegué a hacer esto en un cambiador de ropa de un almacén mientras mi marido me llamaba para cualquier frivolidad.

Días después de llevar esta vida de impaciencia y centrada en mi amante, estábamos caminando por rutas conocidas cuando se me acercó y me arrimó a la pared de un edificio. Me tomo la cara y me beso intensamente. Fue el inicio de una noche de maravilloso sexo.

Me dijo que no podía pasar un momento sin estar dentro de mí. Que sabía que era casada pero que si no me cogía tendría que armar el himno a los inmensos volúmenes de semen que ha derramado por mí.

Que no me lo pedía porque igual él sentía muchos temores por su religión, por ser más joven que yo, por traicionar a mi marido, por meterme en medio de una familia, etc, etc. La verdad a mi todo eso me parecía una insignificancia, ni siquiera era un motivo para no recibirlo en mi entrepierna.

Paso siguiente nos fuimos a su apartamento, que estaba desocupado. Intentando mostrarle cierta sincronización con sus temores, le propuse que lo lleváramos con calma. Le dije:

- si quieres sólo nos besamos un poco. Y no vamos más allá

Él vio esto como un mal menor y aceptó

¡Que besos por dios! me abrió la boca con la suya, me metió la lengua, me hurgó durante todo el tiempo. Su saliva me sabía delicioso. Yo hacía lo propio con mi lengua. Estaba para recibirlo allí, todo lo que quisiera. No hubo rincón que no compartiéramos

Luego nuestras manos se unieron, ambas estaban sudando. Compartir esos líquidos me pareció erótico.

Llevábamos mucho tiempo en este paraíso y cada beso me halaba hacía él. Sólo parábamos para mirarnos, contemplarnos.

Luego me contemplo las piernas y me dijo

- Siéntate sobre mí para sentirme rodeado de tus maravillosas piernas

Subí un poco mi falda y me puse a horcajadas sobre sus piernas, secretamente me abrí todo lo que pude para quedar más cerca a él.

Cuando esto pasó, seguimos besándonos lenta pero apasionadamente.

Inconscientemente mi cuerpo comenzó a ondularse buscando su verga. De pronto sentí como se crecía en tamaño y forma. Eso me obligó a entrar más mi lengua en su boca. No podía ni respirar.

Él me estaba tomando por la cintura y en un movimiento coordinado entre su verga y sus manos me subió y acercó hacia sí. Como quede más alta, mis senos quedaron a la altura de su cara. No perdió momento de besarme la garganta, las orejas, el canalillo de las tetas. Sin decirme nada seguía presionando en ellas con ese afán de macho alborotado que quería saborearme. De pronto, mi blusa cedió y dejó desabotonados los botones superiores. Me alegré de tener todos los cuidados en mi cuerpo para este momento.

Comenzó a besarme el valle de mis senos y los degusto todo lo que quiso. Yo estaba con los ojos cerrados y disfrutaba a mi amante.

Cuando estaba en mi máximo nivel de deseo, le dije:

- Supongo que no habrá problema si me besas mis pezones, con esto no quiero decirte que tengamos sexo, sino que calmemos nuestros deseos. Yo por sentir como me mamas y tu por saborear mi pecho.

- ¿No te da miedo? Me dijo

- Cómo puedes pensar que me da miedo si estoy siendo feliz de que saborees mi pecho como si fuera tu mamá. toma Chupa. Saque mis pezones del brasier y le ofrecí ambos pechos mientras los apretaba para que resaltara la erección de ellos.

- sólo júrame que nos detendremos para no tener el sexo. Me dijo asustado

Le mentí

-Sí

Comenzó una inmensa sinfonía de sensaciones que partían de las puntas de mis pezones se difuminaban en todo mi cuerpo. A veces abría mis ojos para reconocer como esa preciosa boca devoraba todos mis pechos, luego lo llevaba más cerca a mí para intentar metérselo para que me lo succionara. Veía salir su lengua y jugar con ellos de una forma que me enloquecía, quería darle todos mis jugos mamarios para que sea más mío.

Tanto toqueteo se detuvo de momento cuando sentí que su pene estaba más duro que una roca y perfectamente colocado. Iniciaba entre mis nalgas y llegaba a masajear toda mi vagina.

Le dije que podía sacarse tranquilamente sus pantalones y sus calzoncillos porque yo no me quitaría los míos. Era solo para estar más juntos, con mejor contacto.

-Le dije, podemos movernos sincronizados mientras me chupas la boca y mis senos, hasta que terminemos. Tu pecado será dejarme mojados mis panties y lambida mi boca y mi cuerpo y el mío permitir que un hombre diferente a mi marido se me revuelque y me deje marcada con su leche. Ahí pararemos.

-Él con los ojos llenos de deseo, sólo atinó a decir: Estamos pecando. Pero no se detuvo. Me retiré y no me importó que en el proceso viera el tamaño, el color de mis panties y lo húmedo que los llevaba

Se quitó toda su ropa. Al fin pude conocer ese maravilloso cuerpo de hombre, que me deseaba.

Se volvió a colocar en el sillón y yo me apresuré a montarlo nuevamente. Me atrajo hacia él y me beso como quiso: la lengua sobre mis dientes, dentro se revolcaba por toda mi cavidad. Cada vez que entraba su boca en la mía, mejor me sentaba yo en su linda verga que emanaba olor a macho en celo.

Cuando decidió tomar con su mano una teta mía para chuparla mejor, aproveché para correr un poco mis calzones y de esa forma sentí en mis labios por primera vez tocaban la piel de otra verga que estaba lista para gozarme.

No le dije nada y en cada rítmico movimiento abría más mis piernas y mis panties y ahora mi esfuerzo era encontrar la punta de su falo con el agujero de mi vagina. Vi que lo lograría si lo empujaba con mi cuerpo hacia atrás mientras me chupaba los pezones. En ese momento lo hice y de esta forma quedaron enfrentados ambos deseosos órganos copuladores.

La primera vez lo dude, pero bastó con un movimiento de mi cadera para lograr meter su precioso miembro viril en mi interior. Para que no dudará, me apresuré a besarlo y a abrazarlo con deseo.

- Papíto, tranquilo, nada pasará.

-Me quede quieta y esperé varios minutos gozando cada centímetro de su falo en mi interior. Cada pensamiento mío humedecía más esa linda obsesión y eso me daba mucho placer.

- Lo noté preocupado y eso me hizo despertar un instinto maternal, y al tiempo me daba la seguridad de tener el control de la situación.

-Le dije: Ahora muévete lentamente y si lo haces así, podrás tenerme para ti.

-Comenzamos un movimiento sincronizado y lento que cada vez era más fuerte. Sus embestidas eran decididas y profundas, deliciosas.

-Yo tenía unos deseos inmensos disfrutaba un paraíso centrado en nuestra copulación, me parecía que entre más se lo diera más sería de él:

- Me gozas mejor que mi marido

- Esta verga que me tienes dentro, es más rica que la que tengo en casa. Te suplico que me la des toda la vida

- quiero ser tu puta. Pídemelo y me tendrás todas las veces que quieras.

- Quiero que me explores por donde desees.

- más, dame más

- Métemela más por favor, te lo suplico

- No me la saques, ahhh, ahh

- Oh por dios!, no me imagine tener semejante tronco para mí

- Más, más duro y más profundo, más, más, ahh

- Quiero toda tu leche, la quiero adentro

- Préñame, gózame y no te salgas

Dicho esto me mande a pegarme más a todo su cuerpo hasta que él no resistió y comenzó un explosivo movimiento mientras me sostenía con sus manos en mis nalgas y un par de dedos dentro de mi ano de mujer casada.

Sentí un maravilloso y alucinante río de esperma, que me invadió y rápido hice dos movimientos más para iniciar un orgasmo sobre su verga que me enloqueció. Grite, chille, lo abracé, lo besé y me le entregué a ese precioso macho.

Nos miramos con ojos de deseo y amor y mientras nos besábamos y teníamos entrelazadas nuestras lenguas, oí el teléfono.

Mire. Era mi esposo.

Me acomodé sin sacarlo de mí y hablé con él:

-Hola amor. Si dime.... claro estoy sentada, puedo escucharte.

-Ohh. No puede ser y yo estoy OCUPADA totalmente, no podré ir allí

- Si esperas, todavía tengo que terminar esto porque sabes que me gusta terminar completamente.

Decía esto y mi amante endurecía nuevamente su miembro dentro de mí. Yo se lo acariciaba con mis labios vaginales y el comenzó un movimiento rápido que me tocaba de una manera distinta y deliciosa.

Tape el teléfono y me acerque al oído y le dije:

- te suplico que te vengas otra vez dentro de mí, mientras hablo con mi marido. Quiero que me preñes

Mi marido no sospechaba y yo preguntaba para permitir que siguiera hablando mientras el ritmo de Alejandro me llevaba al climax nuevamente

Viendo como su boca se pegaba a mis pechos, cómo sus dedos buscaban mi ano y cómo los rozamientos dentro mi vagina me llevaban al cielo. Mientras mi marido me hablaba, yo lo besé a él y esperé pausadamente a que terminará nuevamente dentro de mí.

Lo hizo y cuando comencé a sentir su líquido caliente saliendo, abrí más mis piernas y me aseguré que todo entrara para llegar a la cúspide de nuestros sentidos.

Mientras terminamos y separamos nuestras bocas lentamente, mi marido me preguntó:

- ¿Me amas?, te siento lejana.

Yo, mirando a mi amante. Le dije:

- Te amo. Nada podrá hacer que esto cambie.

Ambos creyeron que esto era para ellos y ambos se sintieron complacidos.

Luego separamos nuestros sexos, nos besamos. Me apresuré a acomodar mis panties y entrecerrar mis piernas para que nada se saliera de allí.

Cerré mi blusa y le dije. Adiós amor. Llámame. Te necesito y te deseo.

Carolina

5 comentarios:

zagitario dijo...

Mis felicitaciones por tan esquisito relato, espero sigas con este tipo de aportaciónes me as puesto a mil, gracias me meti en el papel

el estoico buhoreal dijo...

Un relato de gran calidad y verosimilitud, solo me asalta una duda, ¿de verdad eres una mujer? Tu estilo literario, se asemeja bastante a alguien con mentalidad masculina. Pero en fin es igual, lo que seas, te reitero que me ha gustado y me ha permitido sentirme como el mudo testigo omnipresente que lo ve todo desde la altura.

Anónimo dijo...

Que relato tan delicioso. Esa mujer sin ningún remordimiento se comió a su amante y lo utilizó para que la gozará. Es una puta que quiere a dos machos.

Anónimo dijo...

Que extraño, pero al tiempo apasionado. Es un relato íntimo, pero también contundente. Las mujeres son esposas con sus maridos y putas con sus amantes. No dejo de sorprenderme de la sangre fría que la hace tan caliente para hacer lo que hizo. No tuvo ningún temor que la preñe otro

Anónimo dijo...

Cómo se atreve Percibí este relato como una confesión de la verdadera actitud de las mujeres. Debería buscarse publicitar más este relato para que otros hombres sepan de lo que son capaces las mujeres. Sus esposas. Las madres de sus hijos

Todo asombroso